Lejos de los grandes focos, los titulares en primera plana o
las largas colas en estadios, la música también palpita con la misma
intensidad. Y es que mientras todos esos grandes eventos suceden, hay miles de
grupos que nacen con la ilusión de mostrar su propia visión del rock. Quizás no sea el caso concreto de
Malaestrella, ya que sus integrantes vienen de otros proyectos, pero sí que
asistimos a la presentación de su primer disco largo, una propuesta musical
arriesgada y personal.
Tras un EP llega ahora este “Nunca es el Último Vals”, un
título del que se puede desprender un claro homenaje a The Band, más todavía si
tenemos en cuenta que el sonido “americano” estará muy presente en la
construcción del álbum. Pero no es la única referencia que manejarán los
madrileños. Precisamente uno de sus puntos fuertes es la manera en la que saben
manejar la amalgama de influencias que ofrece el sonido clásico norteamericano
para llevarlo a su terreno, en el que domina un sentido oscuro y canalla.
El disco está producido por el propio grupo, una decisión
que redunda en avivar esa manera tan peculiar de mostrar su música. Y no sólo
es algo que va a revertir en el hecho instrumental, sino también en la temática
y consiguiente ambientación, que impregnan de un tono arrabalero y castizo todo
el conjunto. Una sensación en la que tiene un peso específico la manera de
cantar de Raúl Sánchez, con tono rasgado, perfectamente acorde con el “mensaje”
que transmiten las canciones, entre las que aparecen imágenes nocturnas, de
desamor y otras nostalgias.
Lo curioso de la propuesta se muestra desde el primer
instante, “Que Me Quieras” opta por un sonido oscuro y “cabaretero” muy al
estilo de Tom Waits. El mismo que mezclarán en “Círculos en la Niebla”, con
ciertos mecanismos que recuerdan a Los Rodríguez. Siguiendo con ese sonido
patibulario y que huele a humo, asoma “Arrepentido”, esta vez con una propuesta
similar a la de Le Punk, lo que incluye una sección de metales para darle más
presencia a la composición.
El lado más americano llegará por parte de temas como
“Caminando” u “Otra Canción Desesperada”, en la que sacan su lado más
“songwriter”, introduciéndose en el terreno que aglutina a músicos como Quique
González o Manolo Tarancón. En “Insomnio (En la Ciudad de los Sueños)” todavía
se sumergirán más en las raíces norteamericanas, en esta ocasión añadiendo elementos del
folk-country. Tampoco se cortarán los madrileños a la hora de darle duro a base
de sucio rock and roll en “La Noche” o utilizar el blues (otra vez bajo los
registros de Waits) en “De Rosas y de Cieno”. El colofón lo pondrán con el tema
que da nombre al álbum, un ritmo reposado y profundo marcado por el ritmo,
obviamente, de vals.
Como cualquier primer disco, “Nunca es el Último Vals” tiene
espacio para la mejora, y quizás debe ir en el camino de aglutinar de una
manera más compacta todas esas influencias, pero lo más importante es que el
trabajo de Malaestrella transita por unos lugares poco habituales, utilizando
las bases del rock americano para situarse en ambientaciones oscuras,
insinuantes y canallas. Una iniciativa que solucionan con nota y apuntando, de
seguir así, a construir un discurso
realmente atractivo.
Kepa Arbizu