Lori Meyers ha conseguido en tan solo 10 años, hacer historia dentro del panorama pop-rock nacional. Con cincos discos a sus espaldas (incluyendo este último) y tras romper con todos los esquemas, barreras y prejuicios que se pueden poner a una formación patria; los de Loja han evolucionado de pequeña banda andaluza, que despuntaba en el circuito underground por su ritmo y arrojo, a verdadero fenómeno de masas; logrando lo que parecía imposible, que una banda en su plenitud y "bien conocida", no pierda esa imagen y halo de banda independiente cargada de ilusión.
Tras esta pequeña introducción, tenemos ahora que analizar su último trabajo, "Impronta", álbum que tiene que confirmar si la taurina expresión "no hay quinto malo" puede o no utilizarse en su caso.
En primer lugar, vamos a obviar tanto la larga espera que ha precedido al álbum, como la extensa campaña de presentación, publicidad y marketing que le ha acompañado (reduciendo a menudo nuestra espera, nervios y ansia), tanto vía twitter de la banda, como a través de publicaciones de fotos, vídeos, singles, portadas y "juegos de localización" desde diversas plataformas y medios.
"Impronta" nos presenta 12 cortes que necesitan de un análisis exhaustivo, en el que no se pueden lanzar al aire titulares o frases lapidarias para bien o para mal.
Estamos ante un álbum complejo (aunque haya público al que no se lo parezca), en el que los malos momentos, las experiencias negativas y las críticas recopiladas durante meses y años copan las letras, presentándose sin embargo de forma positiva, rítmica, alegre e incluso, a menudo, a través de un prisma de ingenuidad malintencinada, que guarda rabia y humor a partes iguales ("Emborracharme").
El disco muestra a unos Lori Meyers maduros, que conocen muy bien su trayectoria, su experiencia y su público. Tras el cambio que significó "Cuando el destinos nos alcance" (2010), la banda ha decidido no abandonar la vía musical abierta por él y ha mantenido como características la importancia creciente de los sintes, los coros, las melodías bailables y los ritmos marcados (aunque en este disco si existen revisiones y miradas a sus inicios). Por ello no es extraño que la producción haya sido realizada nuevamente tanto por Ricky Falkner (Standstill, Love Of Lesbian...) y Sebastian Krys, como por ellos mismos; así como tampoco resulta dificil de comprender, por qué "Planilandia" (pura furia y carne de festival y discoteca) haya sido escogida como primer single-presentación del ábum.
Así mismo, entre el resto de temas, podemos encontrar desde canciones que no sorprenden por su forma y temática, como "El tiempo pasará" (que parece un autohomenaje), "Impronta" o "Zen", poseedoras eso sí de una efectividad brutal al asociar todo lo bueno que los fans de la banda reclaman (coros, estribillos pegadizos, ritmos agitados y melodías atractivas), hasta temas que si parecen haber nacido de un nuevo impulso musical en el que la madurez, la crítica situación actual y las ganas de probar algo nuevo como grupo, parecen haber hecho declinar la balanza de la continuidad en los ensayos, permitiendo así abrir nuevas sendas sonoras. Nos referimos aquí a "Huracán" (de lo mejor del disco), "Tengo un plan", "De los nervios" o "Una Señal", en el que los intrumentos clásicos, los riffs de guitarra y "el aire" dejado entre capas, voz e instrumentación, permiten configurar temas sólidos, de tendencia atemporal, que sin embargo, si permiten ser denominados "hijos de su tiempo" al introducir aspectos contemporáneos (letras, ritmos o sonidos).
Con ello, no queremos dar la impresión de que estamos ante su mejor disco o ante una sucesión de hits enlazados, pues si queremos ser sinceros, si habría que destacar también que existen momentos (los menos) en los que el disco decae. Y no lo hace por promover ritmos lentos ("Deshielo") o composiciones más "experimentales" y recargadas ("A-sinte-Odio"), sino por caer en un pop poco arriesgado y a menudo autocomplaciente. Aspectos estos achacables a la banda, más aún cuando (re)descubrimos su verdadero potencial y recursos musicales, a través de "Despedirse", último corte del álbum, que confirma que desde el minimalismo y lo esencial pueden llegar a tocar nuestra fibra (humana y musical), enlazando notas y estrofas que encuentran acomodo en los altares de la historia del pop español.
Estamos por tanto, ante una conclusión positiva "con matices", que dificilmente puede ser resumida de forma breve o "numeral", pues estamos ante un álbum muy complejo, compuesto por cientos de piezas, que sin embargo si parecen encajar tras cada nueva escucha.
Por: Rubén Lopez