La carrera del jerezano Julio de la Rosa se ha convertido por derecho propio en una de las más interesantes de cuantas se están desarrollando por estos lares últimamente. Y es que si hace tres años lograba sorprender a propios y extraños con la publicación del fenomenal “La Herida Universal”, un disco repleto de lucidez que se ganó el aplauso unánime tanto de crítica cómo de público, no creemos que las sensaciones que está despertando su nuevo trabajo, “Pequeños Trastornos sin Importancia”, disten mucho de las que provocó su predecesor en su día.
Secundado por un elenco de nombres que abruma, entre los que destacan la presencia de Bunbury, Xoel López, Anni B. Sweet, Juan Alberto Martínez (Niños Mutantes) o los madrileños Havalina al completo, Julio vuelve a entregarnos un álbum redondo en el que con la precisión de un cirujano disecciona sus “Pequeños Trastornos sin Importancia” a través de diez canciones imprevisibles, políticamente incorrectas, personalísimas y, por encima de todo lo demás, absolutamente rotundas; firmando el que quizás sea el mejor disco de cuantos conforman su dilatada trayectoria.
No le ha importado lo más mínimo jugar con la estructura de las mismas, ni barnizarlas en primera instancia de una inaccesibilidad que no es tal, para conseguir reinventar la arquitectura del pop-rock nacional, elevándolo hasta la exponencialidad, al alejarse, una vez más y son muchas, de las corrientes imperantes para de esa forma hallar nuevos cauces de expresión que no hacen más que acrecentar su leyenda.
Un salto al vacío que el oyente percibirá a poco que preste un mínimo de atención al por momentos realismo sucio y elegante de canciones como “Gigante”, un dardo envenenado escrito con las tripas, “Kiss kiss kiss Me”, una vacilada en toda regla hecha canción, “Un Corazón lleno de Escombros”, sangrante declaración de desamor, “Tarde a todas Partes”, puro espíritu De la Rosa, o “Maldiciones Comunes”, candidata desde ya a ser considerada unas de las mejores composiciones de éste año, quedando mimetizado con ellas desde el instante inicial, gracias al poder de unas letras abrumadoras ante las que es imposible no caer deslumbrado.
Después de haber reído y llorado, aunque lo que más hemos hecho ha sido disfrutar, con el nuevo disco de Julio de la Rosa, pocas cosas nos quedan por aportar. Si acaso solamente una más. Y no es otra que gritar a los cuatro vientos el hecho de que desde “El Giradiscos”, recomendamos encarecidamente la escucha de “Pequeños Trastornos sin Importancia”; bajo nuestro opinión nos encontremos ante el mejor trabajo que de cuantos han visto la luz en éste año.