Ya sabemos que el éxito, la mayoría de las veces, es una recompensa aleatoria y caprichosa. Aun aceptando esta premisa es inevitable que en ciertos casos todavía resulte más incomprensible su funcionamiento. Algo que se hace evidente con Los Marañones, en activo desde finales de los años 80 y a los que se les niega su lugar esencial en el rock en castellano.
Recientemente han publicado su álbum número 11, “Historias Sin Principio Ni Final”, del que no es de esperar ni que ocupe grandes titulares ni demasiadas portadas, lo que ni por asomo ensombrecerá ni la calidad que han demostrado históricamente en sus diferentes derivaciones estilísticas ni que estemos ante uno de sus mejores trabajos que ha realizado en los últimos tiempos.
Puede que sea una simple casualidad, pero cuando los murcianos acaban de cumplir los 25 años de carrera, este nuevo disco parece compendiar todas las diversas características que el grupo ha ido mostrando en sus respectivos trabajos, algunas de ellas siempre constantes de la mano de la presencia de su cantante y guitarrista Miguel Bañón.
Si al título del nuevo álbum le añadimos una portada como la elegida, un banco vacío situado en un parque, obtenemos las pistas suficientes para saber que las canciones que lo conforman tratan sobre pensamientos o vivencias cotidianas (no por ello menos trascendentales). Qué mejor ejemplo de esto que el tema elegido para abrir el disco, “La Hora de la Revolución”, en la que magistralmente se dan la mano los recuerdos personales en un contexto social “caldeado”. En lo musical optan para esta ocasión por un folk-rock clásico, que nos lleva desde Elliot Murphy hasta Dylan, materializado bajo ese tipo de melodías optimistas y pegadizas habituales del grupo. Más acústicos y envolventes se muestran en “Otro Verano Lento”, con deje a Harry Nilsson. Una ambientación también visible en “Luna de Abril”, tema final, aquí con un tono más psicodélico y reflexivo que puede recordar a los Beatles cuando optaban por estos caminos.
Casi en las antípodas se encuentran canciones como “La Buena Vida” o “La Jungla de mi Barrio”, en las que sobresalen los ritmos sincopados, cercanos al ska, pero en un ambiente puro rock. Una construcción que inevitablemente imprime un tono amable que también transmite “Historias Sin Principio ni Final”, en la que se juntan el rock and roll y el twist. Un género que toma mayor impronta y potencia en “Sin Remedio”. Para “El Diablo Vino a Mí” los murcianos se mueven entre el blues y el soul creando una melodía pegadiza que puede llegar a recordar a algunas de las realizadas por Nina Simone.
Una de los cúspides guitarreras del álbum nos la encontramos en “Volando al Fin”, donde suenan en un ambiente psicodélico a lo Cream. La parte más americana estará formada por temas como “Paisa, Eres Impecable”, con un piano genuinamente honky tonk, o el country-rock de “El Hombre del Melón”.
“Historias Sin Principio Ni Final” es un disco, como ha quedado claro, marcadamente ecléctico y en el que se adivina un poso nostálgico en sus letras. Además sirve a la perfección para, de alguna manera, resumir la trayectoria de los murcianos, que han circulado por todo tipo de estilos pero siempre dejando su impronta y un sello personal que, se empeñe o no eso que llaman popularidad, es parte del rock cantado en castellano.
Kepa Arbizu