Un disco de rock, sobre todo si hablamos de su representación más dura y guitarrera, debería aspirar a conquistar dos objetivos: por una parte entrar como un cañonazo nada más ser escuchado y luego ir ampliando sus sensaciones según uno se detenga en sus composiciones. Si la primera premisa ha quedado de sobra demostrada por Graveyard en su corta carrera, su nuevo trabajo “Lights Out”, continuista aunque más matizado que su anterior “Hisingen Blues”, reafirma también un control total sobre esa segunda premisa.
Los suecos se mueven en ese terreno donde el hard rock hace de eje central, pero ese músculo innato a dicho estilo está aderezado con aires psicodélicos o “blueseros” según el momento. Una mezcla típicamente setentera y que de paso hace que el grupo no sea sólo una expresión de fuerza sino que esté abierto a jugosos matices. Algo que todavía toma más relevancia en sus nuevas canciones.
Uno de los puntos fuertes de la banda es sin duda la voz de su cantante, Joakim Nilsson, la que sabe modular a la perfección y conducir su potencia y profundidad por todo tipo de terrenos. Un tono de interpretar que entronca con la de míticos del género como Ozzy Osbourne, Robert Plant e incluso de otros contemporáneos como Chris Cornell.
“Lights Out” es un disco, sin ninguna reserva, de hard- rock potente. Pero la gran virtud del grupo es que, sin salirse nunca de esa senda, no caen en la, a veces demasiado habitual, repetición ni en la mera revisión monolítica de sonidos pasados. No debe sorprender por lo tanto que este nuevo trabajo, aunque no de manera proporcional, se pueda dividir en una parte más rotunda frente a otra más sosegada.
Dentro de esas composiciones más contundentes, o aceleradas, por ejemplo nos podremos encontrar con temas como “An Industry of Murder”, influenciada por bandas clásicas como Black Sabbath, perfectamente actualizadas, y en el que cantan sobre el control, y represión, que ejerce el poder. Unos destellos de psicodelia y blues, en los que se puede intuir la presencia de Cream, se asoman por “The Suits, The Laws & The Uniforms”. Para “Endless Night” el grupo se montará en un ritmo trotón y melódico (dentro de su estilo) o tirarán de reminiscencias a Deep Purple para dar forma a “Goliath”.
En ese aspecto más relajado e íntimo aparecen algunas joyas como el medio tiempo “Slow Motion Countdown”, en la que se produce un cambio en el registro del cantante evidente, optando por un tono menos agresivo y con más matices, algo que va ligado al desarrollo musical de un tema que para nada, sin embargo, está exento de potencia. “Hard Times Lovin´” todavía incide en esa desaceleración, en esta ocasión la forma de interpretar y esa ambientación oscura y misteriosa recuerda a Jim Morrison. “20/20 (Tunnel Vision)”, encargada de cerrar el álbum, opta por un camino más psicodélico, de la forma en la que lo hacían los primeros Buffalo Killers.
Graveyard con este nuevo disco reafirman, e incluso amplían, todo aquello que dejaron en evidencia con su anterior “Hisingen Blues”, mostrándose como uno de los representantes más solventes del hard rock setentero (es decir, en el que se deja ver sonidos relacionados con la psicodelia o el blues), aunando a la perfección tradición y modernidad.
Kepa Arbizu