Pocas cosas más gratificantes tiene el mundo de la música que toparse de bruces y sin previo aviso con una propuesta, desconocida hasta ese momento para uno, poco habitual, de una gran personalidad y que atrapa sin remisión. Algo parecido a lo que le va a suceder, casi seguro, a todos los que se acerquen a este proyecto llamado Delanada.
Tras este nombre se halla el catalán Javier Molina, bregado en la parte menos “soleada” de la música y que ya formó parte de Cuaderno Gris, que tras su primer EP, “Cuatro Canciones Para no Dormir y Una Declaración de Intereses”, en el que ya marcaba las directrices del sonido por el que se mueve esta banda, publica su primer larga duración “El Enemigo Silencioso”, compuesto por un folk-country sobrio, desértico en ocasiones, y aderezado con una lírica costumbrista, sombría y catastrofista por momentos. Algo que ya se trasluce desde su brillante e impactante portada.
Estamos ante un álbum corto, conciso, compuesto por sólo ocho temas, y que precisamente encuentra en esa cercanía y aparente sencillez, ayudado por el tipo de composiciones, su mayor logro: conseguir minimizar la distancia entre creador y oyente, haciendo a éste participe de la serie de sensaciones y emociones que propone.
Antes de que se visualice el desarrollo de todo esto, el primer tema (“Salva a Lo Invisible”) del disco sirve como breve introducción instrumental (mecanismo que también utilizará “En Lo Alto Hay un Llano”), con forma de vals pero aderezado con un piano que añade un punto de los más misterioso. Ese mismo ritmo, el típico dos por cuatro, pero esta vez con un acordeón que insufla un tono lúgubre importante, aparece en “Entrada La Noche”. Ambas ya nos sirven para extraer una conclusión genérica respecto al álbum, y es el uso de una instrumentación notable pero precisa y controlada perfectamente en su medida.
En contraposición a esta tendencia por “condimentar” las canciones se encuentran algunos ejemplos como “Tirar La Toalla” u “Otro Final Más”, demostraciones ambas de minimalismo y sobriedad. Algo que podría ser extrapolable a “Segundo Round”, un cántico sobre la culpa y las nuevas oportunidades, pero en la cual la guitarra slide y un delicado órgano hammond hacen de acompañamiento ideal a una melodía entre el folk y el country más profundo y que le emparienta con Nacho Vegas o el Luis Auserón de su último trabajo.
Unas pautas similares a las que se pueden encontrar en “Reír Contigo”, que impone un tono más rotundo y que de alguna manera se “enfrenta” con la historia de amor que trata. “La Evidencia de La Muerte”, en perfecta consonancia con los versos que esconde (“presenciaré mi defunción/ allí estaré como un reloj”), transcurre bajo una tensa calma que sirve para mostrar su lado más angustiado, ese que han practicado artistas tan peculiares como John Martyn o Bill Callahan.
“El Enemigo Silencioso” es un disco de historias cotidianas (cosa que no las hace exentas de su dramatismo) musicadas por medio de un estilo sobrio y profundo donde domina casi por completo lo acústico. Algo que a la postre logra una sensación de cercanía y embriaguez, y por lo tanto caer irremediablemente rendido ante la propuesta de la banda.
Kepa Arbizu