Ryan Bingham era un joven músico que a través de sus (pocos) discos había conseguido un cierto status dentro de la música tradicional norteamericana. Fue al tomar parte en la banda sonora de la oscarizada “Crazy Heart” (“Corazón Salvaje”) cuando ese nivel ascendió exponencialmente. Condición que se prolongó con su íntimo y espectacular disco “Junky Star”, en el que continuaba la relación con el músico y productor T-Bone Burnett, otro baluarte de la música que acompañaba a la cinta protagonizada por Jeff Bridges.
En esa tesitura se presentó con su nuevo disco, “Tomorrowland”. Éste traía una sorpresa bajo el brazo y es que, si con cierta lógica era esperable que siguiera profundizando en lo realizado en el pasado más reciente, el norteamericano decide cambiar el rumbo, o dicho de manera más correcta, incrementar de manera patente ciertos rasgos, siempre presentes pero que ahora adoptan un papel predominante.
Antes de esos “cambios” estrictamente musicales, hay otros algo más externos que también son interesantes de reseñar. Por ejemplo, el cambio de discográfica. Abandona Lost Highway y edita su disco en su sello propio (Axster Bingham records). Pero lo más significativo, además de que se erige como productor, es que ha decidido prescindir de la banda que le ha acompañado desde el principio, Dead Horses, y se ha rodeado de una serie de músicos a su gusto, entre los que destaca algún colaborador con nombre en este tipo de grabaciones como es el excelente guitarrista Greg Leisz.
Ahora sí, centrados en lo puramente musical, “Tomorrowland” es un disco eminentemente rockero, una faceta que ya apareció en trabajos pasados como “Roadhouse Sun” y “Mescalito” (no así en el más calmado “Junky Star”), pero que aquí se convierte en la esencia del sonido y de una manera más aguerrida que nunca. Otro elemento presente en la música de Bingham, y que en este trabajo toma una mayor presencia, es su gusto por tratar historias de individuos de alguna manera marginados. Sigue presente ese tipo de “lírica” pero en un contexto mucho más político y con un tono reivindicativo muy obvio.
Los primeros acordes de “Beg for Broken Legs” ya nos indican la tensión compositiva que dominará el álbum: Se trata de una guitarra acústica pero con mucha fuerza y que se intuye, como así sucederá, su mutación en un sonido eléctrico casi al nivel de unos Led Zeppelin o Black Sabbath, A todo ello, y en busca de una exacerbación de la épica, le acompañará en momentos determinados una sección de cuerda, recurso que utilizará a lo largo del disco y que no termina de cuajar. Una canción que aboga por la opción de no callar ante lo que sucede en el mundo, otra constante en el álbum. “Western Shore” se construye con una melodía más densa pero igual de rockera, en la que insiste en la necesidad de vivir sin miedo. “Gues Who’s Knocking”, puro punk-rock, y “Heart of Rhythm”, realizada a base de el rock and roll, formarán el núcleo de temas más contundentes y directos.
Pero el disco también se desliza bajo otras directrices sonoras, en este caso influenciadas más decididamente por las raíces del sonido típicamente americano, como el country-rock movido de “The Road I’m On”. En formato acústico, el blues rústico y campestre que es “Too Deep To Fill” une tradiciones como la de Woody Guthrie o Leadbelly. Siguiendo con las sonoridades más desnudas destaca “Flower Bomb”, un folk que recuerda al Springsteen de las grandes baladas, en un tema con un desarrollo discursivo, sin un estribillo claro, y en el que vuelve a poner en el acento en la necesidad de luchar. El mismo estilo pero esta vez recuperando la tensión e introduciendo una instrumentación más variada y en busca de ambientaciones más opresiva, “Rising of the Ghetto” se mueve hacia terrenos de grupos como Two Gallants. “No Help from God” es un acongojante lamento con un tono desértico y “mesiánico”.
Ryan Bingham juega a aquello de que todo cambie para seguir igual, y es que si en apariencia estamos ante un disco mucho más rockero y por lo tanto diferente a lo hecho hasta la fecha, también lo es que en esencia seguimos estando delante de, básicamente, un “songwriter” tradicional, con las raíces del sonido norteamericano como guía musical y la necesidad de mirar, y porqué no gritar en muchas ocasiones, a un tipo de personajes y situaciones muy definidas a lo largo de la historia de este tipo de composiciones.
Por: Kepa Arbizu