Max Gamuza es el nuevo proyecto tras el que se encuentra Busta, quizás más conocido por sus labores entre bastidores que poniendo su cara en primera línea, y en el que participan músicos bregados en otros grupos (Iván Mirech, Iñigo O. De Zárate), alguno de ellos especialmente inquieto e inclasificable como Joseba Irazoki. Un debut que se materializa con el disco “Los Buenos Momentos Están Aquí”.
Se trata de un álbum que crea un sonido que retrotrae al de décadas pasadas, no obstante la banda ha optado por la utilización de instrumentos antiguos en busca de mayor veracidad en esas sensaciones. Desgranar uno a uno los temas inmediatamente nos transmite un tipo de grabación con un sonido crudo y sucio. Unas labores, las de producción, en la que han contado con el mítico Mike Mariconda.
A pesar de que las composiciones que conforman el disco son de una radical heterodoxia, hay algo que llama la atención relacionado con este aspecto, y es que a pesar de esa variedad, estamos ante un trabajo que tiene una idea o por lo menos un sentimiento común muy específico. En todas ellas encontramos una contextualización muy clara y unívoca, plasmado en la parte musical pero también en sus letras, plagadas de historias o referencias a un tipo de vivencias típicamente de barrio, donde sobrevivir (a todos los niveles) era/es el verdadero arte.
“Los Buenos Momentos Están Aquí”, en lo que podría ser perfectamente un homenaje a las bondades (no solo) musicales de tiempos pasados, es un auténtico crisol de estilos, en los que en todos ellos dominará la voz de Busta, con un deje chulesco y canalla a medio camino entre Morfi Grei y Toño de Burning. Precisamente la influencia de estos últimos se puede encontrar en la canción que abre el disco “Moni”, y no únicamente en su rock and roll descarado sino también en el retrato de un personaje femenino de vida poco ordenada pero con un indudable carisma. Los míticos madrileños también dejan su poso, aunque esta vez en su parte más romántica, en el medio tiempo nostálgico “Fuera de Lugar”.
El álbum contiene un alto nivel rítmico y de eso queda constancia por ejemplo con otro rock and roll, pero en esta ocasión con un sabor “garagero”, (“La Cita”) que recuerda a los Brighton 64. Más punkis y cercanos a esa violencia que desataban La Banda Trapera de Río se muestran en “Las Tardes de Abril”. “Balas Perdidas” suena igual de sucia en cuanto al acompañamiento instrumental pero en busca de melodías más pop. Un estilo por el que acabarán de decantarse en “La Luna” o en “Árboles”.
La música negra no podía faltar a esta fiesta y el blues será abordado en diferentes modalidades: con aire a country, como si de Johnny Cash se tratara (incluidas sus historias sobre hombres solitarios), en “City Blues”; con una apariencia mucho más sucia y guitarrera en “El Blues de mi Ciudad” o incluso en forma de rhythm and blues con la forma de unos Mermalada salvajes en “Conquistando la Vida”, un relato costumbrista de la vida en la calle. El soul profundo, liderado por el magistral sonido de órgano al estilo de los Animals, será la forma que adopte la reflexiva “Nancy”.
Se trata éste de un disco que con su sonido, y los variados estilos que abarca, nos lleva a décadas pretéritas, pero también lo hace por medio de una ambientación genérica en la que conviven perdedores o gentes solitarias pero decididas a vivir y a disfrutar del rock and roll sucio. Algo que en estos tiempos, que a pesar de su salvajismo parecen tan amaestrados, resulta todo un auténtico soplo de aire fresco, en su forma más cruda y canalla, eso sí.
Por: Kepa Arbizu