Todos los discos tienen una historia detrás, pero la de este “Don’t Be a Stranger”, de Mark Eitzel, es realmente especial. Estamos ante un trabajo que ha visto la luz gracias al dinero que un amigo del músico aportó, tras previo triunfo en la lotería, para la realización final de unas “demos” que en un principio iban destinadas a la reunión de su banda American Music Club. En otro plano más trágico, hay que recordar que poco antes de todo esto el californiano sufrió un episodio grave de salud. Algo que obviamente ha influido en el tono final del álbum.
Eitzel es uno de los muchos “francotiradores” que tiene el rock y que mientras que en su momento, y como parte de un grupo (en este caso con la peculiar forma que el suyo tenía a la hora de abordar las “raíces americanas”), mostraba una cara más potente e intensa, en su periplo personal tiende a mostrarse más pausado y reflexivo, además de abrir más sus influencias.
Uno de los aspectos importantes de este disco es que su sonido es delicado, lánguido y por momentos atormentado, alejado de algunas producciones en las que predominaban elementos más “modernos”. En ese resultado final tiene mucho que ver el trabajo del productor Sheldon Gomberg, acostumbrado a trabajar con músicos centrados en un rock americano sobrio (Lucinda Williams, Warren Zevon, Rickie Lee Jones..).
Esa parte más lúgubre y pesimista, patente en casi el todo disco en cuanto a letras se refiere, aunque siempre tratadas con talento y originalidad, se hace patente en temas como “I Love You but You’re Dead”, en la que vemos una alta instrumentación que se mueve entre el pop, el jazz o el folk y que puede recordar a Lambchop. “I Know the Bill is Due” es mucho más sobria y minimalista, donde ese poso trágico que contiene se acerca al de especialistas en estas lides como Nick Drake o Elliot Smith. “We All Have to Find Our Own Way Out” cuenta únicamente con el acompañamiento del piano, lo que le dota de una impactante profundidad.
El soul aparecerá como un ingrediente perfectamente disuelto entre melodías pop, lo que implica más agilidad, y una instrumentación en la que se apoya todo ello para sonar sedoso, acercándose a lo que han hecho autores como Terry Callier o Richie Havens. Así se puede observar en la embriagadora “All my Love” o en la más íntima “Your Waiting”. En “Costumed Characters Face Dangers While at the Workplace” o “Oh Mercy” el músico interpreta con un tono de voz más tajante, llegando casi a recitar en la segunda.
Con “Why Are You with Me” muestra su forma más amable, con parte de las características comunes del resto de sus temas pero bajo una melodía más dulce. “Lament for Bobo the Clow” vuelve por los derroteros más enigmáticos, en esta ocasión con un tema repleto de ensoñación lo que le acerca a propuestas como la de Smog. “Break the Champagne” es un curioso y estupendo tema que se realiza principalmente a base de un ritmo de vals interpretado por la guitarra acústica, una cítara y unos delicados coros femeninos. Con esos ingredientes es lógico que dé como resultado una canción con un halo embriagador.
“Don’t Be a Stranger” es uno de esos momentos punteros en la algo irregular carrera en solitario de Mark Eitzel. Recurriendo a una producción sobria, a pesar de la mucha instrumentación que se usa, y en líneas generales repleta de una cruda melancolía, consigue dar forma a un grupo de canciones variadas en su forma pero con un estilo global muy definido que básicamente logran su misión, la de empatizar con su oyente y trasladar el sentimiento que contienen.
Kepa Arbizu