Diez son los años que han pasado desde que Antonio Smash publicara su primera obra en solitario, “Jardin Secreto”, un álbum en el que por primera vez se atrevía a dar el paso de interpretar canciones de facturación propia. Y es ahora cuando mucho tiempo después de aquella incursión inicial como solista, el que fuera mítico batería de Smash, la banda sevillana abanderada del rock progresivo en nuestro país, pone al alcance del gran público su segundo trabajo titulado “Balas de Amor” (La Huella Sonora), un compendio de once canciones que con el rock como punto de origen no temen adentrarse en terrenos musicales cercanos a los ritmos latinos, para continuar de esa forma en su afán por corromper las composiciones por derecho en busca de la belleza.
Una belleza que es palpable desde el instante inicial en que las canciones comienzan a sonar y que le debe mucho a lo acertado de una producción que ha corrido a cargo del propio Antonio sencilla a la par que elegante, quien también ejerce de multiinstrumentista en la totalidad de los temas, capaz de dotar de protagonismo en el momento adecuado indistintamente a una guitarra cristalina de la misma forma que lo hace con unas percusiones o unas palmas de acompañamiento, elementos que en muchos discos pasan desapercibidos entre infinidad de capas y que aquí brillan en todo su esplendor.
Es en la faceta de las letras en la que Antonio Smash decide dar un paso atrás, recayendo parte del peso lírico de la mayoría de los temas en artistas del calado e importancia de Santiago Auserón, Pedro Oliva, Pive Amador, Dogo, líder de Dogo y Los Mercernarios, o Gonzalo-García Pelayo, nombres de gran relevancia de nuestra escena con los que mantiene una relación de estrecha amistad desde hace años y que por supuesto no necesitan de presentación alguna.
De entre el total del minutaje destacan cortes como la inicial “Adela”, que inevitablemente nos hace acordarnos del ya citado Santiago Auserón, sobre todo por la forma de frasear de Antonio al que por momentos se puede confundir con el genio zaragozano; el rock heterodoxo, reivindicativo y lisérgico de “Emily”, las fenomenales “¡Sal de Aquí!” y “Ser Espacial”, representando la que probablemente sea la mejor canción de toda la colección, o el funk vacilón de “Nunca Digas ¡ay!”.
El tema encargado de cerrar “Balas de Amor” es “Forever Walking”, un clásico de la discografía de Smash que se incluyó en su álbum “Glorieta de los Lotos”, y que en esta ocasión es arropado únicamente por el sustento de unas violas y una guitarra acústica, perdiendo parte de la vertiente experimental que contenía el original pero ganando en hondura y capacidad de evocación.
De esa forma se da por concluido un disco que debemos calificar como de notable, pese a que en primeras escuchas descoloque, no solo porque supone la vuelta a la actualidad de Antonio Smash, un mito que es historia viva de nuestra música y que con “Balas de Amor” nos demuestra que por suerte aún le quedan muchas cosas por decir, algo que celebramos profundamente.
Por: Javier González/ javi@elgiradiscos.com