En un marco incomparable como es la sierra de Gredos, en el que solamente por su belleza merecía la pena estar independientemente de la banda que tocase, y ante unas 4.000 personas salieron puntuales a su cita los cinco supervivientes de la formación original, Mike Love, Al Jardine, Bruce Johnston, David Marks y el más aplaudido y aclamado, el ya convertido en leyenda, Brian Wilson.
Previamente habían teloneado y caldeado el ambiente Los Secretos, mítica banda del panorama patrio que también andaban celebrando su treinta aniversario.
Previamente habían teloneado y caldeado el ambiente Los Secretos, mítica banda del panorama patrio que también andaban celebrando su treinta aniversario.
Evidentemente los años no perdonan y eso quedó de manifiesto nada más salir al escenario, habiendo dejado ya de ser aquellos chicos de la playa para convertirse en unos entrañables abuelitos de la playa y en especial, los efectos del paso del tiempo junto con la huella de los excesos toxicológicos eran más patentes en el bueno de Wilson, apoltronado tras un precioso piano de cola blanco, con un rostro impasible, casi inexpresivo, dudando en ocasiones si era realmente él o un muñeco de cera.
Sin embargo, cuando empezaron los primeros acordes demostraron que no han perdido un ápice de talento y nada más escuchar la inconfundible voz de Mr. Love cerramos los ojos teniendo un flashback a los años sesenta y a aquellos maravillosos discos de nuestros padres que sonaban exactamente igual que ahora.
Es de justicia reconocer que el mérito no es solamente suyo y que ayudó mucho la aportación de la gran banda que se encontraba detrás respaldándolos, habiendo hasta 14 músicos sobre el escenario.
Hubo tiempo para rememorar un buen puñado de éxitos que ya forman parte de nuestra vida como “Surfer Girl”, “Good Vibrations” , “Help me Rhonda” , “Wouldn’t It Be Nice” o “California Girls”.
Tampoco olvidaron las versions tales como “Cotton Fields”, “Why Do Fools Fall in Love”, “Rock and Roll Music” o “Do You Wanna Dance”.
Mike Love ejercía de maestro de ceremonias e incluso demostró sus conocimientos de castellano con el respetable debatiendo sobre la calidad del equipo de basket de USA y el español así como alabando las cualidades de su sobrino, Kevin Love, jugador de los Minnesota Timberwolves en la NBA, aunque por la cantidad y el tamaño de los anillos que lucía más bien parecía que los hubiese ganado él mismo en dicha competición.
Sin embargo, la anécdota del concierto la protagonizó Brian Wilson al levantar la mano como pidiendo que le subieran el sonido de su piano cuando en realidad estaba reclamando que le trajeran una chaquetita. No hay que olvidar que se encuentran fuera de su hábitat natural y que las temperaturas nocturnas en la sierra abulense nada tienen que ver con las calurosas noches de las playas californianas y, a esas edades, hay que cuidarse.
Sin embargo, la anécdota del concierto la protagonizó Brian Wilson al levantar la mano como pidiendo que le subieran el sonido de su piano cuando en realidad estaba reclamando que le trajeran una chaquetita. No hay que olvidar que se encuentran fuera de su hábitat natural y que las temperaturas nocturnas en la sierra abulense nada tienen que ver con las calurosas noches de las playas californianas y, a esas edades, hay que cuidarse.
El concierto fue “in crescendo” y, aunque al principio no parecía haber mucha conexión, poco a poco fueron ganándose a la gente y todos los integrantes tuvieron sus momentos de gloria interpretando algún tema.
Uno de los momentos más emotivos se produjo cuando empezó a sonar “God only Knows” una de las joyas del mítico álbum “Pet Sounds”, considerado por gran parte de la crítica entre los diez mejores discos de la historia de la música pop.
Para terminar eligieron “Barbara Ann” enlazándola con “Surfin’ USA” causando la euforia del público que no paró de bailar.
Después vinieron los bises en los que incluyeron “Kokomo”, canción popularizada por la película Cocktail y así llegaron al fin de fiesta tras dos horas de espectáculo agradeciendo la asistencia y haciendo la correspondiente reverencia con el riesgo de rotura de cadera incluida.
En definitiva, fue un concierto agradable, donde la gente se divirtió bailando, luciendo camisas hawaianas y tirando flotadores al aire, consiguiendo juntar a varias generaciones de fans entre los que desatacó una preciosa niña rubia de unos 8 años que sobre los hombros de su padre tatareaba todas las canciones dejando patente que su impronta seguirá calando en el futuro y, aunque no hubo el mismo aforo que en otras ediciones del festival, queda la muesca en el revolver y algunos podremos decir algún día “yo vi a los Beach Boys”.
Por: Benny “The Country Man”