El pasado 20 de febrero de 2012 algunos de nosotros tuvimos la oportunidad de acudir por enésima vez a un concierto de Loquillo, una ceremonia que podemos calificar como de poco menos que habitual para muchos de los que nos consideramos sus seguidores, pero que en aquella ocasión estuvo rodeada en todo momento de un halo que la hizo sumamente especial, quizás por estar especialmente ideada para la grabación de un disco-dvd que bajo el evocador título de “En Madrid”, recoge la actuación en el Teatro Arteria Coliseum de la Gran Vía madrileña del rockero de El Clot y su banda de acompañamiento.
Sin duda alguna una forma muy personal de llamar a un trabajo, innegablemente vinculado a nuestra ciudad, pero que a la vez debe ser reseñado y tratado con suma importancia dentro de su carrera y de la historia de nuestro rock, ya que es el primero que de una vez por todas nos muestra la “otra” cara de las actuaciones de Loquillo, alejado totalmente del peso de los decibelios y de ese torbellino escénico que lleva demostrando ser desde hace más de treinta años.
Ahora, aquel que tiene perfectamente aprendidos y dominados los cánones de estrella de rock, no solo sobre las tablas sino también fuera de ellas, se convierte en el actor de las mil caras, siendo capaz pasar del susurro al grito, sin perder por ello en ningún momento la capacidad de emocionar y sonar convincente a través de unos textos en los que la poesía es el timón y el eje vertebrador de un discurso nostálgico, incorrecto y apasionado, producto, sin duda alguna, de una época en que los sentimientos no estaban en venta.
Las canciones van pasando y fluyen a través del engranaje de una maquinaria perfectamente engrasada en la que sobresalen las figuras siempre repletas de talento y efectividad de Laurent Castagnet, a la batería, y el maestro Jaime Stinus, a los que secundan a la perfección Alfonso Alcalá, al bajo, Josu García, aportando sonoridades callejeras a la guitarra, Santi Comet, a los teclados, y la siempre llamativa Julia de Castro, al violín, sobrándose por sí mismos para poner emocionar al teatro capitalino en varias ocasiones, llegando incluso a levantarles de sus asientos.
Enfrentarse a este disco-dvd meses después de haber vivido in situ lo que allí ocurrió es un puro ejercicio de disfrute, puesto que el documento recoge a la perfección lo que muchos de los allí presentes sentimos a lo largo de toda la velada, con la particularidad de que además logra transportarnos, en un sano y maquiavélico ejercicio de nostalgia, a una realidad añorada que ya quedó atrás, algo que sospecho gustará mucho a su autor.
Pero no solamente radica ahí la belleza de este trabajo, sino que en su favor juega el hecho de que se trate de la confirmación absoluta de la madurez de Loquillo como artista, al haber conseguido encontrar el personaje definitivo que andaba buscando. Ahora el Loquillo rockero y el más íntimo conviven en un solo cuerpo, siendo el primer artista de su generación que consigue un reciclaje tan elegante, convincente y completo. Por lo que ahora, con la manga repleta de cartas con las que jugar, solamente resta elegir el traje que vestirá en cada momento: Unas veces esmoquin y otras chupa de cuero.
Por lo que parece este verano dejará el esmoquin apartado y volverá a girar de lo más guitarrero, recuperando sus éxitos de siempre, algo que celebramos profundamente. Cómo también celebramos que sea capaz de cantar temas del calado de “Billy La Roca” o “Cuando Pienso en los viejos Amigos”, sonando tan genuinamente como lo hace en este álbum. Grande Loquillo.
Por: Javier González/ javi@elgiradiscos.