La frase renovarse o morir no siempre funciona en el mundo de la música. Hemos visto de todo: precipitarse a la debacle a músicos veteranos en el intento de amoldarse a los nuevos tiempos, lo contrario o regresos triunfantes de figuras con su más pura esencia clásica. Tom Jones es un magnífico ejemplo de lo variados que pueden ser los caminos que te lleven a integrarte en el presente.
El “Tigre de Gales” ha intentado en los últimos años acercarse a las nuevas generaciones y alejarse de alguna manera de la imagen de “crooner” almidonado que poseía. Principalmente lo ha logrado, con mayor o menos suerte en cada momento, con sonidos más bailables y actuales. Unos rasgos encaminados a un tipo muy determinado de consumidor.
Esta situación ha cambiado radicalmente hace poco y su anterior disco, “Praise & Blame”, supuso el inicio de una nueva etapa en la que se nos presentaba un Tom Jones más íntimo y tradicional, consecuencia directa de su acercamiento a la música de raíces americana. Un trabajo en el que por medio de versiones mayormente ajenas nos topábamos con un intérprete que sacaba todo el jugo a su peculiar y portentosa voz.
“Spirit in the Room” es el siguiente capítulo de esta “nueva vida” y para ello se abastece básicamente de los mimbres de su predecesor, quizás orientada levemente a un sonido más relajado. Esto significa que este nuevo trabajo está compuesto (en esta ocasión íntegramente y con un abanico generacional más amplio) por composiciones ajenas y que cuenta con la presencia otra vez del productor Ethan Johns (Ryan Adams, Ray Lamontagne, Rufus Wainwright...), que también hace las veces de multiinstrumentista, completando una banda compuesta por músicos como Richard Causon, Stella Mozgawa o Ian Jennings.
No es descabellado, salvando las distancias, ver este disco (y el anterior) como los “American Recordings” del galés, y si hay alguna duda, no hay más que observar la sobriedad y la rotundidad con la que acomete el “Tower of Song” de Leonard Cohen a ritmo de country blues minimalista, con su voz en primer plano, que irá aumentando en tensión hasta un final en alto. Con un tono más folk interpreta la bellísima composición de Paul McCartney “(I Want to) Come Home” a la que le inserta dosis de dramatismo limando algo el lado más pop.
Varios serán sus acercamientos a la música tradicional en estado puro, por ejemplo con la multiversionada “Soul of a Man”, en la que hay que agradecer que la saque de sus cánones habituales llevándola a terrenos desérticos, misteriosos y cargados de electricidad. Esa ambientación también la utiliza junto a un blues tradicional del Delta pero en una forma totalmente modernizada en “Traveling Shoes”. “Hit or Miss”, originalmente de Odetta y muy sobria, se adapta como un góspel altamente instrumentado.
La versatilidad y el amplio abanico de temas que se ha seleccionado para este disco se completa con canciones como el “Bad as Me” de Tom Waits, del que absorbe a la perfección su espíritu, con fuertes percusiones y con una forma de cantar entre alocada y traviesa. Sorprendente, por lo cambiada, es la recreación del “Love and Blessings” de Paul Simon al que le imprime una fuerte mezcla de blues y rock sureño. No podría haber un mejor final que el que llega con el tema de The Low Anthem, “Charlie Darwin”, que sí de por sí tiene connotaciones religiosas en esta ocasión se dispara con la inclusión de unos coros clásicos y la solemnidad que adopta.
Si “Praise & Wind” ya nos mostraba un Tom Jones diferente al conocido durante todos estos años e inclinado hacia su lado más íntimo y contundente a la vez, este nuevo trabajo todavía multiplica esa situación por medio de un magnífico disco con momentos realmente memorables.
Kepa Arbizu