Damien
Jurado no es un recién llegado, lleva muchos años haciendo hueco a unas canciones que
valen más que muchos Premios de la música, Grammys y demás parafernalia… Lleva
años defendiendo un ejército de canciones que bien podrían ser el nuevo
ejército de salvación para los que creemos que la música es la mejor arma para
la revolución, pero claro, tiene que haber revolucionarios.
Investigad por ahí y descubriréis que el señor Jurado es un trabajador de las canciones, un artesano que poco a poco va ampliando su mercado, que va llegando a más gente, la que ahora lo idolatra, merecidamente, pero que muchos de nosotros lo lleva siguiendo desde el maravilloso “Ghost of David”. Quince años, ni más ni menos, haciendo buenas canciones, por menos a uno le dan un premio honorífico en la SGAE y sin tener buenas canciones, pero como dicen por la tierra donde habito y pago mis impuestos: Eso es mierda de otro corral.
Investigad por ahí y descubriréis que el señor Jurado es un trabajador de las canciones, un artesano que poco a poco va ampliando su mercado, que va llegando a más gente, la que ahora lo idolatra, merecidamente, pero que muchos de nosotros lo lleva siguiendo desde el maravilloso “Ghost of David”. Quince años, ni más ni menos, haciendo buenas canciones, por menos a uno le dan un premio honorífico en la SGAE y sin tener buenas canciones, pero como dicen por la tierra donde habito y pago mis impuestos: Eso es mierda de otro corral.
El tema que hoy nos ocupa es su
poliédrico “Maraqopa”, último álbum
del bueno de Damien. “Maraqopa” es una ciudad utópica que fue
soñada por su autor, una ciudad con casas con forma de iglú donde las personas
se comunican telepáticamente. Una ciudad como un bálsamo de paz y tranquilidad,
donde puedan habitar, tal vez, este puñado de eternas canciones.
La primera escucha de “Maraqopa” te alegra el día, la segunda
te sorprende y en la tercera ya estás comiendo con Nick Drake y Syd Barret,
cuyas caras van cambiando de M. Ward
a Bon Iver, Neil Young o Bill Callahan.
Es un disco de susurros en el que ululan los instrumentos, en el que a veces
estás dentro de una cama de hilo fino, al sol, y otras dentro de un huracán de
belleza que te deja sin respiración.
“Nothing is the News” es Nick
Drake, es la evolución que habría tenido Nick Drake si el fracaso le hubiera dejado. Las guitarras
laberínticas, la arrolladora, por momentos, voz.
“Life away from the Garden” es la mejor canción del folk – rock
británico, punto.
“Everyone a Star” es rock and roll, el rock and roll que añoramos
desesperadamente, el rock de los primeros setenta.
Podríamos hablar de un disco
galáctico, solemne y espiritual. Unos teclados muy, muy arriesgados por la
cercanía al ámbito hortera, pero claro, serían horteras si estuvieran arropando
malas canciones, esas que pueblan el mercado español “Indie”, pero no, son de
otro mundo y abren las canciones de una manera que pocos saben hacer, y no es
fácil, amigos, no es fácil.
Es bonito reconocer a los
músicos, adivinar sus movimientos cuando están tocando, adivinarlos sin verlos,
sólo escuchando, saber si sus ojos están abiertos o cerrados, saber si están
emocionados…y aquí, hermanos, está eso, eso que algunos llaman Roll, otros
Feelin´y otros Duende, yo lo llamo Honestidad. Cerrad los ojos y disfrutad este
apasionado disco, esta profunda melancolía que nos ofrecen.
Vi a Damien en concierto no hace mucho, presentando este gran disco.
Pasó todo el concierto con sus ojos cerrados, con su ceño apretado, involucrado
en su poesía, transmitiendo el aroma de sus portadas, cerrando el círculo cada
vez más para luego soltarlo de golpe y marcharte a casa con la sensación de que
los únicos que saben de que va esto son los poetas, los bienaventurados de
corazón y lo honestos por naturaleza, ese es Damien Jurado, eso son sus canciones, eso es “Maqopa”, insensatos.
Por: R.