Debo confesar que tenía ganas de escuchar el nuevo
trabajo de Olivia de Happyland. Y no porque su anterior álbum, “Casi Feliz”, me
dejara especial huella; si tengo que ser sincero he de decir que fue un disco
que escuché apenas de pasada sin que lograra retener mi atención más allá de lo
estrictamente necesario. Quizás aquéllo fuera debido a una instrumentación y
una producción un tanto defectuosas, a las que había que sumar una colección de
canciones que realmente no considero que destacasen, tal y como también me pareció en
la única oportunidad que tuve de verla en directo en la Sala “El Sol” de
Madrid, en un concierto del que dimos buena cuenta en nuestras páginas y que no
logró despertar una mayor curiosidad por la que entonces era su propuesta.
Pasados unos meses de aquella noche, un amigo común
me comentó que había tenido la oportunidad de colaborar activamente en la
preparación de su segundo álbum, advirtiéndome de que lo que andaba preparando
Olivia poco o nada tenía que ver con lo que había sido su presentación. Su
actitud de seguridad y el hecho de que ante mi escepticismo lanzara varios “Ya
lo oirás, ya lo oirás”, hizo que en mí se instaurara un sano deseo por
escuchar las nuevas composiciones que finalmente han acabado por dar vida a
“Antibiografía”.
Finalmente el disco llegó a nuestras manos hace algunas semanas, sorprendiéndonos gratamente al poder comprobar como su propuesta se había “enrockerizado”, sonando mucho más consistente en todos los aspectos; mostrando a una cantante que ahora sí logra transmitir, de manera más que convincente, a través de unas letras que ajustan cuentas pendientes con el pasado, parece que a la vez que frasea aprieta la mandíbula con rabía, quizás el gatillo de una pistola imaginaria quién sabe, y declara el derecho a buscar una segunda oportunidad vital dejando atrás lo errores de otras épocas. Algo que puede ser entendido como una alegoría de lo que pretende en esta nueva etapa que acaba de comenzar para ella.
Finalmente el disco llegó a nuestras manos hace algunas semanas, sorprendiéndonos gratamente al poder comprobar como su propuesta se había “enrockerizado”, sonando mucho más consistente en todos los aspectos; mostrando a una cantante que ahora sí logra transmitir, de manera más que convincente, a través de unas letras que ajustan cuentas pendientes con el pasado, parece que a la vez que frasea aprieta la mandíbula con rabía, quizás el gatillo de una pistola imaginaria quién sabe, y declara el derecho a buscar una segunda oportunidad vital dejando atrás lo errores de otras épocas. Algo que puede ser entendido como una alegoría de lo que pretende en esta nueva etapa que acaba de comenzar para ella.
Musicalmente el álbum transita por diversos parajes
sonoros dando cabida en su interior a estilos que van desde el pop-rock de la titular e inicial “Antibiografía”,
con una letra que tiene mucho de mirada crítica hacia atrás, hasta el
folk-psicodélico de “El Boxeador”, realmente sorprendente, o el power pop que propone en “La Serpiente” y
“Cánsate Conmigo”, que nos hacen pensar inevitablemente en Christina y Los
Subterráneos, y el casi country vacilón de “Casi Muero” (Menos Mal) para rematar en trallazos tan trepidantes como “Atila”.
Aunque si debemos hablar de una sorpresa mayúscula dicho título debe recaer en el comienzo, de lo más “Ilegal” por otra parte, que
han preparado en “Lo Más Urgente”, recuerda inevitablemente al “Soy un Macarra”
del mítico grupo asturiano, en la que Olivia se pregunta una y otra vez de
forma retórica “¿Dónde está el amor?”; y en la que queda patente que para la
preparación de este trabajo se ha rodeado de grandísimos músicos como es el
caso de José Lanot (Sex Museum, Los Potros), Loza (Sex Museum, Los Coronas) y
Willy Vijande (Ilegales, Electric Playboys), por citar solamente tres nombres
de grandes de nuestra escena que se han pasado por el estudio para ayudar a
grabar un álbum producido en última instancia por José María Rosillo.
En definitiva estamos ante un trabajo que debemos
calificar como de sorprendente y que supone una clara evolución respecto a su
predecesor. Las letras nos hacen ver que en el país de Olivia las cosas no son
tan edulcoradas como su nombre indica, y menos ahora que las guitarras,
baterías, bajos y órganos, se aceleran y cobran protagonismo, sonando mucho más
potentes y compactos que nunca. Tal y como pudimos comprobar en su presentación
madrileña del pasado veintisiete de Enero; donde la solista secundada en escena
por mitos como el ya citado Willy Vijande, Luis Martín (Los Ronaldos), Antonio
Pérez (Cooper), Guillermo Berlanga (La Frontera) y Quique Blanco (Grooving
Flamingos) dio un puñetazo en la mesa sonando fantástica durante toda la velada
para hacernos ver, a propios y extraños, que esta vez va en serio.
Por: Javier González.