Tenían muy complicado los chicos de Ornamento y Delito superar lo realizado en su anterior “Rompecabezas de moda y perfección moral”, primer disco editado bajo el manto que les ofrecía Limbo Starr, casa discográfica con la que también firman su continuidad, y que sirvió a la banda para darse a conocer ante un número de público sustancialmente superior del que había seguido los primeros pasos de la formación.
Parecía que con él habían alcanzado su cenit compositivo gracias a la inclusión en el mismo de joyas del calado de “La Policía”, “Cocaína” o “El Madrid de los Austrias”, temas que rayaban a gran altura y que nos hacían vaticinar un inminente bajón en la calidad de sus composiciones.
Pero lo cierto es que nada de eso ha ocurrido y no han sido necesarias demasiadas escuchas de su nuevo álbum para hacernos olvidar nuestra errónea premonición. Pues a medida que uno transita por los diferentes cortes que han propuesto en “Adorno” se da cuenta de que en el caso de la banda afincada en Madrid encontramos a una de esas formaciones que parecen hallarse en continuo estado de gracia. Habiendo sido capaces de dotarse a sí mismos de una personalidad, sonido y discurso propio, que nos obligan a hablar de Ornamento y Delito como de una de las grandes realidades del panorama musical alternativo de nuestro país.
El álbum comienza de una forma simplemente demoledora mediante la inclusión de la declaración final de Joe Wilson, protagonista de “Furia” el film de Fritz Lang, en mitad del juicio contra sus linchadores, sin duda alguna una forma de abrir inesperada pero que anticipa que lo que sigue merece, y mucho, la pena.
A renglón seguido las críticas y contundentes, musicalmente hablando, “Autoignorancia” y “Hombre Nuevo”, nos anuncian que este no es un disco de estribillos fáciles, ni de pop facilón y blandengue al uso. No al menos de ese que edulcora la realidad y se muestra vacío de contenido real, pues muchas bandas de nuestra independencia matarían por haber escrito una canción como “Sentido y Referencia” o “Hijo Pródigo”, dos ejercicios de efectividad que son pura y dura “new wave” y que debemos calificar como simplemente maravillosas.
Los aciertos continúan en su certero reflejo del adulterio mediante las atmosferas cargadas de “Frío”, para pasar sin solución de continuidad a dar un palo en toda regla a cierto sector de la sociedad y ya de paso aprovechar para declarar su odio visceral hacia Simple Minds y U2, en la maravillosa “Bono es Dios”, un ejercicio de inmediatez del que salen más que bien parados y que no gustará a todo el mundo por señalar dando nombres, pero que desde aquí aplaudimos con rotundidad.
A lo largo de todo el álbum la calidad de las composiciones no se resiente ni un ápice gracias a cortes como “Es Delito”, o la obsesiva “Canción de Amor”, e inclusive a esa forma tan peculiar de abordar las relaciones de amor repleta de sorna que muestran en el caso de “María la Autómata” o en “Lo Real”.
Como sorprendentes podemos calificar la terna final representados por la muy bailable “Lolita”, irreconocible en ellos, “Transgresión”, que al contrario que su antecesora podría ser calificado como una composición cien por cien Ornamento y Delito, y por la interminable “El Futuro”, encargada de cerrar esta más que brillante colección de canciones.
Tras la escucha simplemente resta la valoración final que tenemos que hacer a este “Adorno”. Un trabajo más que notable que sigue la senda marcada por su predecesor y en el que siguen siendo patentes las huellas que por el camino de la historia dejaron grandes compositores de nuestra música. Es innegable que las letras están influenciadas por la particular prosa de maestros como Javier Corcobado, Germán Coppini, Fernando Alfaro e incluso Jaime Urrutia, siendo utilizados como sutiles referentes con los que acabar por encontrar un lenguaje propio, crítico, conciso y repleto de sorna, cosa que nos encanta, que hacen de esta banda algo único en nuestro panorama.
En lo meramente musical ciertos ecos distorsionados nos podrían hacer pensar en ciertos grupos internacionales, hablar de Sonic Youth no extrañaría a nadie, sin embargo en esta ocasión debemos resaltar la capacidad de la banda para ampliar miras más allá del puro ruido y hacernos pensar por momentos en gente tan alejada de su sonido, y también entre ellos, como Roy Orbison e incluso The Buzzcocks, por no citar una hipotética inmersión en la estantería para buscar vinilos de “new-wave” y marcarse una cuantas píldoras eminentemente pop como han sabido hacer a la perfección.
Una última cuestión debe salir a relucir y no es más que la de felicitar a Gari, vocalista y guitarra de la banda, puesto que sus reconocidas “limitaciones vocales”, sientan como anillo al dedo a todo este álbum que esperemos les encumbre a la situación que merecen dentro de escalafón musical nacional. Nada me gustaría más.
Por: Javier González.