Madrid, Sala el Sol. 08-03-11
El hijo del popular filósofo Jodorosky se presentaba en el Sol para mostrar su nuevo personaje, Amador. Siguiendo los pasos de su padre ejerció de ilusionista con el público de la sala el Sol.
Adanowsky no se limita a presentar las canciones sin más, sino que establece una comunicación con el público, transmite su alegría, y encima, nos entrega buenos temas. Así nos contó la historia de “Niña Roja” una canción que escribió con su madre, mientras este estaba en México, y como adquirió una pequeña guitarra mexicana. Transmitió romanticismo en canciones como “Amor sin fin” o “Lo que siempre fui”, también nos contó lo difícil que es “Saber amar”.
Ya en la segunda parte del recital volvió a las canciones de su anterior disco, el que le dio a conocer entre el público español. Sonó “El ídolo”. Despojándose de su guitarra y de su camiseta empezó a contagiarnos con su infeccioso baile, una sorprendente mezcla de break-dance y funk que dejó sin habla al bello plantel de féminas que poblaban la sala.
Todo el mundo coreó “Estoy mal”, la canción con la que presentó su anterior disco. Una de la más bellas piezas de su último disco es “You´re the one” canción que hizo a medias con Devendra Banhart, y que según confesó, compusieron tras una noche de sexo.
También cantó en francés imprimiendo clase y poniendo bailar a toda la sala, con ella entregada, no dudó en sentarse en el suelo para luego invitar a hacer una explosión de júbilo con “Déjame entrar”.
Hubo un muy reclamado bis donde Adán solo con su acústica y pidiendo un silencio que respeto toda la sala nos sorprendió con una ranchera “Collar de perlas”. Para después terminar con “Me siento solo”, ya con toda la banda haciendo una conga entre el público hasta tomar rumbo a los camerinos, y así terminar el concierto por todo lo alto.
Texto y Fotografía: Jorge Bravo Crespo “El Gurú”
Jethro Tull: Belleza, solemnidad y finura en una función insuperable
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*Gran Teatro Caixa Bank Príncipe Pío, Madrid. Lunes, 30 Septiembre del
2024.*
*Texto y fotografía: Fran Llorente.*
Cuando ya pensábamos que la inmortal...