Madrid, Gigantik Club, Lunes 27 de Diciembre de 2010
La noche del pasado Lunes fue la elegida para celebrar, en una céntrica sala de la capital, un homenaje por parte de lo más granado de nuestro panorama musical a uno de los grandes íconos de la música contemporánea. El homenajeado en cuestión no era otro que el gran David Bowie.
Creo que poco o nada se puede añadir que no se haya dicho de la figura de este sin par londinense. Músico atemporal, genio absoluto e histórica figura de la música contemporánea, son sólo algunos de los adjetivos con los que se puede acompañar su nombre.
Autor de multitud de himnos que han adquirido carácter imperecedero a lo largo de distintas generaciones. Icono de la modernidad desde la más absoluta libertad creativa. El obrero, un cockney, que se convirtió hace muchos años en parte de la aristocracia del rock. Uno de los pocos con título nobiliario propio. Camaleón de mil y un colores, cuya obra permanecerá imperecedera en el tiempo sin sonar anacrónica.
Hablar de algunos de sus discos y canciones sería una labor harto complicada. Este artículo podría extenderse hasta el infinito si nos diera por centrarnos en esas facetas. Tampoco nos hemos planteado citar su importancia estética como vanguardia de cambios que supusieron un antes y un después en la historia de la música. Todo eso ya lo dijeron otros antes.
Lo acertado en este caso sería que cada uno de nosotros hiciera memoria y recordara el momento en que el señor David Robert Jones entró de lleno en nuestras vidas.
En mi caso fue en una lejana tarde de un día inconcreto. No fue él directamente quien me habló sino un discípulo aventajado, a través de un disco que contenía una más que criticable versión de “Ashes to Ashes”.
Quise escuchar la original. Fue ahí donde me rendí incondicionalmente ante la música de David Bowie. Ese bajo, aquella voz, esa atmosfera, hacían de aquel corte algo único. Después ví el video. Enigmático, sugerente, estremecedor. Al instante pasó a convertirse en un icono de juventud. Lo guardé en mi cabeza a escasos milímetros de otro clip que me impactó sobremanera - “Lullaby” de The Cure-.
Desde ese día hasta hoy, he recorrido los distintos periodos de Bowie. Su particular subida y bajada a los infiernos. Idas y venidas. Aciertos y errores. No mentiré a nadie. No soy el fan número uno del Duque Blanco. Lo reconozco. Aun así siempre le he seguido con gran interés y respeto.
De todas sus épocas destacaría dos. La trilogía glam y su escapada a Berlín junto a otro mito Brian Eno. En mi estantería una de ellas tiene más peso histórico que la otra.
El instante en que crea el personaje de Ziggy Stardust me parece un momento único en la historia del rock. Es aquí donde me descubro ante una frase que en una conversación me deslizó Igor Paskual, “Marc Bolan, era una estrella. Bowie creó un personaje”. Esa es la verdad. Con una leve puntualización. A lo largo de su carrera ha sido capaz de dar vida a gran cantidad de personajes que se encuentran encerrados en la multitud de texturas sonoras que han envuelto su carrera discográfica. Un artista en constante mutación lo mínimo exigible cuando hablamos de arte.
Hace tiempo que de Bowie nos llegan noticias confusas. Que si está enfermo, que si quizás vuelva a Berlín para grabar otro álbum. Rumores y conjeturas que no conducen a ningún sitio.
Sólo hay una cosa de cierto en toda esta historia. Hace mucho que no sabemos nada musicalmente de él. A pesar de lo cual, si algo nos quedó claro después de lo visto la otra noche es que la vigencia del británico en nuestros días sigue siendo absoluta. Ese fue el pensamiento que nos abordó a nuestra llegada a Madrid.
Una larga cola nos sorprendía a nuestra llegada a la calle Recoletos. Lástima que la hipotética expectación se quedará en agua de borrajas. En el interior apenas algo más de media entrada para ver el espectáculo. Supongo que parte de la culpa la tendrá esta maldita crisis que a todos nos afecta. Aún así creo que aquello merecía más, mucho más público.
Con el tiempo suficiente como para enterarnos de que todo iría con cierto retraso sobre el horario previsto. Esperamos el comienzo del espectáculo entre animadas conversaciones con miembros de las diversas bandas que participarían en el evento.
Fue un placer charlar una vez más con Manuel Cabezalí –Havalina-, Charlie Bautista o Sergio Sastre – Miss Caffeina-, en su compañía amenizamos el impass de espera hasta que las luces se apagaron y comenzó el ajetreo en el escenario.
Fueron los abulenses Los Pedales los encargados de abrir fuego. Interpretaron en formato acústico un par de temas. A destacar la emocionante revisión que hicieron de “Eight Line Poem” perteneciente al disco “Hunky Dory”. Más que correctos los hermanos Muñoz, dos tipos sinceros que están peleando duro por hacerse su hueco en el mundo de la música. Independencia creativa, talento y profesionalidad. Nos gustan.
Tras ellos llegó el turno de que apareciera en escena Martin Page. Al instante comenzó a sonar una conocida melodía de teclado. Había llegado el momento de que “Lady Stardust” visitara a una audiencia que poco a poco continuaba accediendo hasta el interior de sala.
El calor de las versiones de Bowie contrastaría con la noche fría y cerrada que se proponía en el exterior. El ambiente se caldeó más aún cuando arrancaron con “Absolute Begginners”. Un tema de los ochenta. Una década negra para muchos grandes del rock y que también lo fue, en cierta medida, para el londinense.
Los Guapos fueron la siguiente banda en desfilar por el escenario. Repletos de energía y actitud pisaron las tablas con mucha fuerza. Elevaron el nivel de decibelios del local hasta la extenuación. A destacar su revisión de “Boys Keep Swinging”.
Nahum García nos hizo volver la vista atrás unos cuantos años al interpretar una potente “Suffragette City”. Volvieron a nuestra memoria aquellas madrugadas en el “Nueva Visión” de Malasaña, era habitual que desde los bafles de este mítico rincón de nuestra ciudad atronara este himno, mientras nosotros nos hacíamos acompañar de un tercio de cerveza. Noches de alcohol e insultante juventud. Gratos recuerdos.
A partir de esta canción la noche comenzó a repuntar. No es que hasta ese momento la cosa estuviera siendo mala, ni mucho menos. El caso es que a partir de aquí se fueron desgranando muchos hits de la discografía de Bowie. Puede que también colaborara el hecho de que fue el instante en que empezaron a entrar en escena los nombres más pesados dentro del cartel.
Dinero nos emocionaron con su interpretación de “All The Young Dudes”, canción que en su día Bowie compuso para echar una mano a Mott The Hoople, y que fue coreada a uno por gran parte del respetable.
De pronto el escenario se pobló de gente, Alex Ferreira, junto al pie de micro principal, Lourdes Hernández, Charlie Bautista, a los coros, y Manuel Cabezalí a la guitarra. Esta formación, y alguno más que me dejaré por el camino, fue la encargada de interpretar “Changes” y “The Man Who Sold The World”, en lo que fue una nueva lección de talento y clase sobre como tocar la guitarra por parte del alma mater de Havalina. Mucho es el talento que atesora el señor Cabezalí dentro de sí. Una auténtica joya que se está perdiendo el gran público. Esperemos que, poco a poco, recapaciten y abran sus oídos a la propuesta de la banda madrileña.
Los murcianos Second fueron los siguientes en rendir pleitesía al maestro Bowie. Eligieron para la ocasión tres auténticos hits de la carrera del Camaleón como son “Ashes to Ashes”, “Starman” y “Rebel Rebel”, en lo que probablemente supuso la mejor tanda de grandes canciones enlazadas unas tras otras.
Tras ellos Miss Caffeina volvieron al lugar de su último y reciente triunfo en la capital, recordemos que hace algunas semanas presentaron con un lleno total en esta sala su nuevo trabajo, “Imposibilidad del Fenómeno”.
En un claro homenaje a la portada del disco “Aladdin Sane”, Alberto, el vocalista de la banda, apareció con la mitad de su cara simulando un rayo. Intrepretaron “Life on Mars”, “Space Oditty” y “Ziggy Stardust”, con esa maravillosa introducción que a día de hoy nos sigue poniendo los pelos de punta. Tres canciones que nos supieron a poco. Y es que precisamente así, poco a poco, estos chicos se están abriendo paso a codazos dentro del panorama musical. Desde El Giradiscos les auguramos un más que prometedor futuro.
Lourdes Hernández volvió a aparecer en escena, esta vez como vocalista principal. Secundada a un lado por Manu, a la guitarra, y al otro por Jesús Chumillas de Amigos Imaginarios, con ellos interpretó “Rock and Roll Suicide” y “Modern Love”. Lo cierto es que no me gustó cómo abordó ambos temas. Su voz me pareció forzada en exceso.
El último en aparecer en escena fue Charlie Bautista, con él sólo nos quedaba la duda de saber que instrumento defendería esta noche. Lo toca todo. Es impresionante. Finalmente se parapetó tras una guitarra acústica para hacer una más que digna versión de “Heroes”.
Fue también el gallego el encargado de ir llamando desde el escenario a todos los músicos que habían pasado participado en el homenaje, para que entre todos se ocuparan de cantar una emocionante adaptación del “Young Americans”, con el gran Charlie defendiendo con maestría el tema desde detrás de las teclas.
Después de “Young Americans” vino lo habitual en estos casos, una cerrada ovación por parte de un público que si bien no era todo lo numeroso que debiera haber sido, si disfrutó en todo momento con un gran espectáculo. Pocos pero agradecidos.
Antes de salir a la calle tuvimos tiempo de saludar y felicitar a gran parte de los participantes y desearles lo mejor para el año que pronto empezará.
De camino al coche con un frío que pelaba íbamos preguntándonos sobre que versión había sido nuestra favorita. Un servidor eligió “Rebel Rebel”, a pesar de tener la sincera convicción de que ninguna las revisiones había superado la calidad del original. Era imposible. Simple y llanamente porque Bowie no hay más que uno. Aún así una gran noche para el recuerdo.
Texto: Javier González.
Fotos: Iván González.