Madrid. Sala Taboo. Domingo 5 de Diciembre.
Me gusta McEnroe. Lo reconozco. Supongo que no es la mejor forma de comenzar una crónica que se presupone objetiva de uno de sus conciertos, pero es así. Mi confesión podrá parecer encaminada a justificar un texto que vaya a loar su labor el pasado domingo en la sala Taboo. Nada más lejos de la realidad. Es más. Diría que todo lo contrario.
Esperaba con ganas su concierto en nuestra ciudad. Hace algunos meses tuve la oportunidad de conocer su existencia y de interesarme por su nuevo trabajo. También de verles en la presentación de esa pequeña joya que es “Tú Nunca Morirás”. Bendito momento aquel en que entré en contacto con sus canciones. Me encantaron. Tuve oportunidad de realizar una crítica del mismo y dar alguna escucha a su antecesor, “Mundo Marino”. Me encantó, esa es la verdad. No exagero ni un ápice. Me pareció un disco delicadamente dulce y doloroso a la vez.
Fue un trabajo que me impactó en su día. Parecía escrito para mí. Contenía canciones cargadas de sentimiento, buenas letras, e incluso, pequeños guiños y homenajes a The Smiths. ¿Que más podía pedir?, quizás un solo detalle. Que con el paso del tiempo aquellas canciones todavía flotaran por la atmósfera de mi habitación. Que no murieran tras la tercera escucha. Ahora que ha pasado el tiempo, puedo decir que lo consiguieron. Esos temas siguen flotando en casa durante este frío otoño. Una gran noticia, sin duda.
Tuve la oportunidad de acudir a la presentación de “Tú Nunca Morirás” en la “Sala El Sol”. Lo cierto es que aquella primera noche disfruté de su presentación. Me gustaron sus textos. La forma de interpretar los temas. No me parecieron la alegría de la huerta. Ni mucho menos un grupo espectacular en directo, pero debo decir que quedé con ganas de verles otra vez.
Me dolió no estar en disposición de haber ido a verles en Madrid alguna vez más. Pero nada es eterno, ni tan siquiera la espera. El domingo me brindaron otra oportunidad para verles que, ahora sí, aproveché. Lástima que las sensaciones que me transmitieron me hayan hecho bajarles del pedestal en que les había encumbrado.
Entramos al interior del Taboo con el tiempo justo para pedir una cerveza y ver como Ricardo, parapetado tras su guitarra eléctrica, comenzaba a tocar una canción que nos era desconocida. No nos gustó. Sonaba mal y la voz no andaba para tirar cohetes. “Bueno, ya repuntará”, pensamos erróneamente.
A renglón seguido apareció el resto de la banda, con todos ellos en escena empezaron a desgranar temas cómo, “Tormentas”, “Ahora”, -un auténtico temazo perteneciente a su álbum “Mundo Marino”- “¿Por qué combatimos?” o “Los Valientes”.
Sin duda alguna todas ellas son grandes canciones que me sonaron a medio gas. No sé lo que ocurrió, pero durante toda la actuación me dio la sensación de que aquello no estaba conectando con el público asistente -Un público que si bien no lleno la sala, si acudió hasta allí en número suficiente como para dotar de calor a la velada-.
Ya digo no tengo ni idea de qué paso. Quizás lo estático de la propuesta de los vizcaínos no ayudó, a lo mejor propusieron demasiada introspección o simplemente aquello amenazaba por momentos con tomar fuerza sin llegar a despegar del todo.
Lo cierto es que los asistentes no parecían estar viendo un concierto en directo. Conversaciones, demasiada gente sentada y una actitud demasiado pasiva, por parte de todos.
Entre el público asistente se encontraba Charlie Bautista –Tulsa, Christina Rosenvinge, etc- y Miren Iza, vocalista de Tulsa. No mentiré a nadie si digo que miramos en un par de ocasiones para ver si Miren se animaba a subir al escenario. Pensamos que así la noche acabaría de coger temperatura. Finalmente no subió, por lo que el concierto continuó con la misma tónica.
Sonaron grandes canciones de una manera descafeinada como, “Noche de San Juan”, “El Alce”, “Naoko” o “Los Veranos”, con la que dieron por finalizada su actuación.
Durante toda la velada tuve la sensación de que esas melodías maravillosas y esas fantásticas historias pasaron con más pena que gloria en esta nueva visita de McEnroe a nuestra ciudad.
Soy consciente de que los de Getxo juegan a esto. Quien acude a sus conciertos ya sabe como se las gastan en directo. El problema radica en que en esta ocasión no conectaron conmigo. Como si lo hacen en sus discos. Como si lo hicieron aquella vez en “El Sol”.
No me gustó lo que vi. Nada de nada. Y si encima me pongo a escuchar discos en casa como “Tú Nunca Morirás” o “Mundo Marino”, no puedo evitar enfadarme por no haber visto toda esa grandeza, todas esas bondades que esconden, en su directo. Por eso y solo por eso, cada día me jode más la introspección encima de un escenario. Creo que con todo ese potencial en directo se puede dibujar una catarsis de dimensiones épicas. Algo enorme y genial. Teniendo las cartas en la mano por qué no aprovecharlas. No me entra en la cabeza. Lo siento.
Texto: Javier González.
Fotos: Jorge Bravo Crespo “El Gurú”.
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