Madrid. Sala Charada. 12 de Noviembre de 2010.
Ganas había de volver a ver a Jesse Malin sobre los escenarios en una noche complicada para los aficionados al rock. Hubo que elegir entre el rock’n’roll salvaje de Nick Curran, el rock castizo de Burning o el pop-rock de Vampire Weekend, entre los conciertos más importantes del fin de semana.
Así, la sala Charada no llegó a llenarse, pero si había más que una aceptable entrada para ver a este neoyorquino al que esta vez le acompañaba la banda The St Marks Social para presentar su último trabajo “Love it to life”.
El concierto estuvo marcado por su energía. Ya desde el primer tema, puso la directa y no paró, marcándose la mejor actuación de todas las que ha venido a visitarnos, y ya son varias. Fue encadenando tema tras tema sin dar tregua y haciendo recordar más que nunca su pasado punk-rock con D-generation. Solamente levantaba el pie del acelerador cuando después de "trallazos" como "All The Way From Moscow", se despachaba con alguna balada del estilo de "Lowlife in a high rise", también de su último disco. Afortunadamente fueron pocos los momentos en los que daba esos giros, y el pulso del concierto fue el del rock sudoroso; a veces parecía que hasta al micrófono le caían gotas de sudor.
Hubo mención, yo diría que "casi" obligada, para los ausentes de esa noche y que en teoría debían de haber tocado juntos esa noche. Me refiero a Marah, a los que excusó Malin diciendo que se encontraban en Nueva York promocionando su último disco.
La noche no decaía con temazos como "Burn the Bridge", que hacían mover las cabezas del personal al unísono, mientras Jesse ya empezaba a otear el horizonte para dar sus acostumbrados paseos por toda la sala, abroncando con simpatía a los que con su cámara le flashseaban a medio metro de distancia. A la vez le daba tiempo para contarnos su vida y tomarse un chupito de tequila para cantar "Solitaire" en el suelo y rodeado de su público.
No faltaron clásicos de su repertorio: canciones como "Wendy" y "Brookling" de su disco espléndido debut en solitario "The Fine Art of Self Destruction", "Lucinda" o "Hotel Columbia" tampoco faltaron. Para finalizar y con una entrega absoluta se despidió con “Aftermath” ya con la guitarra acústica y sabiéndose triunfador una vez más.
Al final y como siempre, Jesse Malin hizo que la gente abandonara el local con una sonrisa de oreja a oreja y lo mejor de todo, consiguió que al salir no nos acordáramos de los otros "bolos" interesantes que coincidieron en una noche que invitaba a no acabar nunca y a que el tiempo volviera a retroceder.
Texto y fotos: Alberto Vicente