“Las letras tienen en mi caso una génesis entre lo espontáneo y lo rebuscado”
Nos le encontramos una noche inconcreta de concierto en el centro de Madrid. Allí andaba él apoyado en una de las paredes de la sala “El Sol”. Nosotros hablábamos en una suerte de corrillo sobre cosas que tampoco acierto a recordar. En un instante giré mí cabeza y le vi. No pude contenerme, “¡Hostías! Kike Babas, voy a saludarle”, grité en alto, ante la mirada atónita del resto de contertulios. Me acerqué y atropelladamente acerté a presentarme. Me sorprendió su cortesía, su caballerosidad punk. Era la primera vez que hablaba cara a cara con él alejado del frío ambiente de los e-mails. He de confesar que no me esperaba que fuera así, esa es la verdad. En un instante el resto de compañeros se nos acercó. Le preguntamos en que andaba ahora, nos miró y en un instante sacó de su mochila dos cd´s, mientras nos explicaba que aquello era el adelanto del que iba a ser su nuevo trabajo. En la portada una foto en blanco y negro junto a un titulo, Kike Suárez y la Desbandada, “Carta Blanca”. Una incógnita que en ese instante pasaba a nuestro poder. Pocos minutos después nos despedimos amistosamente con la promesa de que aparecería en nuestra web.
Ya en el coche, cómo es habitual, nos dispusimos a escuchar el material que clandestinamente nos había hecho llegar Kike. De esa manera supimos de canciones cómo la carcelaria “La Última Vez”, tuvimos el placer de acercarnos a pillar a “La Chari”, de emocionarnos con la paterno-filial “Iure”, o de preguntarnos por lo que hay más allá de la muerte con “No Sabemos del Cielo”.
El primer veredicto surgido a golpes de acordeón y de versos de cruda realidad nos hizo tener claro que tarde o temprano Kike tenía que ser entrevistado por nosotros. Era otra de esas obligaciones que tan a menudo nos surgen. Finalmente ha sido más tarde que pronto, pero aquí está el resultado final. Una más que interesante entrevista con Kike Babas, ahora reconvertido en Suárez.
Carta Blanca, es un ejercicio de trapecismo vital que recorre el rock, la rumba, el chotis, el tango o la canción francesa por citar algunos ejemplos. ¿Podrías decirnos cómo ha sido el proceso de creación de este álbum?
El proceso de creación ha sido largo y laborioso. Yo no toco ningún instrumento así que las canciones nacieron en la ducha o en la almohada, entre el sueño y la vigilia. Letras y melodías se iban quedando atrapadas en mi cabeza. De ahí fueron expuestas a los músicos: nananeos y silbidos que primero enseñé a un pianista, Jaime de Ministers, después a mi primera banda de acompañamiento, La Revancha, y finalmente a mi actual banda de acompañamiento, La Desbandada. Por el camino utilizamos el método de grabación “aquí te pillo aquí te mato”, esto es, que cuando un estudio bueno se nos puso a tiro, con un buen ingeniero de sonido a los mandos, fuimos grabando. En total tres años de gestación.
Has decidido titular a este trabajo cómo “Carta Blanca”. ¿Estás en un momento de tu vida en el que crees que puedes hacer las cosas con total libertad?
Digamos que con la total libertad que permiten los escasos medios. Siempre he sentido que en la música he hecho las cosas con libertad, lo que me iba apeteciendo y sin injerencias, pese a ello las limitaciones estaban dentro de mí: gritaba antes que cantar y provocaba antes que emocionar. Los años me han dado la soltura para susurrar baladas y silbar chotis, para cantar emociones. Es cierto que me siento más libre que nunca y que tengo más conocimientos para poder jugar con esa libertad.
Repasando las letras de las canciones nos hemos dado cuenta de que lo que abunda en las mismas es el realismo. Pero se trata de un realismo crudo, no son historias sencillas. En las canciones hablas de personajes que se encuentran en el filo de la navaja. ¿Por qué esa forma de contar las historias?
Las letras tienen en mi caso una génesis entre lo espontáneo y lo rebuscado. Suelen nacer como un grupo de palabras que “suenan bien” y a partir de ahí buceo en el sentimiento que provocaron esas palabras, o me traigo otro feeling y lo aplico a esa melodía. El aspecto realista es cierto: escribo sobre situaciones o personas de mi más inmediato cotidiano.
Hablando de lo cotidiano, ¿Cuanta cercanía hay en textos cómo “La Chari” –una de las más celebradas en tus conciertos- “La última vez” o “Vuela Sirena”? Personalmente al escucharlas me transmiten la sensación de que son historias que has vivido casi en primera persona.
La Chari es una colega de “mi peña”, la canción nació como regalo de cumpleaños, no tenía que ofrecerle y se me ocurrió la feliz idea de hacerle una canción, traté de describirla en un momento muy preciso de su vida: ella me dice que lo conseguí, que se ve reflejada. “La última vez” habla de un caso muy cercano, familiar, es una canción que lloré al escribirla, me removió mucho; afortunadamente el tiempo pasa y el tercer grado es un hecho tangible: así que bien por la criatura, que ahora tendrá padre al que abrazar casi a diario. “Vuela sirena” está dedicada a una antigua novia con la que viví una aventura con -de nuevo- barrotes de por medio; un sol de mujer, un corazón de “mdma”, lo cual me pareció un acertado piropo y un enorme estribillo.
En este disco hay una canción cómo es “Iure” que es pura delicadeza. Está dedicada a tu hija, ¿verdad? ¿Cómo surgió esa canción?
Iure es mi hija mayor, la canción se la hice cuando aún estaba dentro de la madre, ha de ser tierna a la fuerza. Siempre que toco esa canción en directo leo antes un trozo del libro “El engranaje de las mariposas”, dice así: “Para mí aún no tienes nombre, mi niña, aún no tienes cara, sin embargo durante la ecografía te he visto el corazón. Creo que nunca más en la vida he de verte el corazón, la oportunidad se goza, la visión no se olvida. Por los pequeños altavoces anexos a la pantalla sonaba a ritmo de locomotora el corazón de tu madre, dj residente en tu after-hours, nana segura. Tu madre tiene ahora mismo dos corazones, lo he visto y lo he oído. La idea produce vértigo. Un corazón dentro de otro corazón, como un juego de muñequitas rusas donde yo también participo: ambos corazones estáis dentro del mío”.
Te sorprenden las comparaciones que han hecho entre tu música y la de Tom Waits. Personalmente me ha llamado la atención. ¿Crees que tenéis algo en común?
Es verdad, Lino Portela escribió en El País: “Entre un Tom Waits vallecano y un Javier Krahe yanqui”, Jesús Rodríguez Lenin en el Mundo: “Un Tom Waits pasado por el filtro de las bandas sonoras que le gustan a Tarantino”, y Zona de Obras dijo: “Algo así como un Tom Waits más joven y europeo”. Quizá la pregunta la debería hacer yo a los periodistas ¿En qué me parezco a Tom Waits? He escuchado mucho a Waits, pero no más que a Leonard Cohen o a Neil Young. La suya es una concepción estadounidense de la música, la mía latina, aunque supongo que a ambos nos tiran los Balcanes. También está que las dos voces son roncas, y que nos gustan las historias de losers.
¿Crees que es más sencillo escribir sobre esos “losers” a los que haces referencia, que hacerlo sobre esos “falsos triunfadores” que la sociedad actual intenta vendernos?
No lo vivo en términos de fácil o difícil, a mí, o me sale, o no me sale. Yo escribo sobre lo que me produce emoción, generalmente sobre mis sentimientos o sobre personas inmediatas, cotidianas para mi, no escribo sobre el “loser” como estereotipo, no hay pose, son mis colegas. Y de los “falsos triunfadores” ni pajolera oiga, hace años que no tengo televisión.
Suponemos que estarás emocionado ante la buena acogida que está teniendo el álbum por parte de la crítica, pero dime una cosa. ¿Qué sentiste al ver los piropos que te habían dedicado gente cómo Amparo Sánchez, Julián Hernández o Leiva?
Es evidente que, si le encargas a un colega una nota promocional, ha de ser positivo. Me ha gustado su ojo clínico, cosas con las que estoy de acuerdo: cuando Leiva dice “Kike Suárez tangueando emociones y decepciones, sacando perlas de lo cotidiano y mirando al No Future con la risa de medio lao’”, o Amparo escribe “Kike Suárez nos invita a su universo de poesía musicada con este su primer álbum. Punk y realismo. Corazón de barrio. Amor a la familia. Reflexiones de madrugada. Canciones en forma de paisajes y situaciones vestidas de blues, pasodoble, rock, tango...Con una voz grave, directa y muy sincera y un acompañamiento elegante y cómplice”, o Julián resume “El chansonnier de Hortaleza se nos afrancesa”, o Kutxi Romero barrunta “En su lecho de cristales mullidos, Kike sigue cantando nanas de delirio y espantosa realidad”.
A la gente de nuestra web siempre le ha llamado la atención la historia de cómo entraste en el mundo musical. La historia de “Los Kikes”. Fue una forma de hacerlo de lo más “punk”. A tientas, escribiendo en fanzines, ejerciendo de críticos, organizando conciertos desde abajo, sin conocer a nadie, sólo por pura pasión. ¿Qué recuerdas de aquella época?
Recuerdo que cada día fumaba una docena de porros, bebía media docena de litros y comía cuarto y mitad de anfetas, se podría llegar a pensar que la pasión nació ahí. Sin embargo con los años ha ido cayendo lo superfluo y ha quedado lo esencial: la pasión.
Todos conocemos el momento que actualmente está atravesando la industria musical. Tú que has sido una persona que se ha hecho a si misma desde dentro del panorama musical –que no de la industria-, ¿Qué opinión tienes al respecto de todo lo que ha ocurrido? ¿Cómo crees que evolucionarán los acontecimientos?
En cierta forma es emocionante asistir a la trasformación del negocio musical. En menos de dos décadas he pasado del vinilo (concreto e intransferible) y el concepto Lp (10 canciones en dos caras), a lo etéreo (digital y copiable) y el concepto canción (infinitas canciones en ínfimos aparatejos). Tengo claro que la música como concepto, como realidad, no ha perdido nada en todo el proceso. No sé quién se va a llevar el gato al agua en vender el enlatado, pero desde luego la música en directo no va a cesar ni a trasformarse drásticamente, al público le gusta ver al artista de carne y hueso.
Por cierto Kike, hablando del mal momento de la música de este país. ¿Cómo está funcionando el disco a nivel de ventas? De crítica ni te pregunto, puesto que está siendo todo un éxito.
Se hicieron 1000 discos que están a punto de agotarse. Vamos a fabricar otros 1000. Con crisis o sin ella siempre vendo lo mismo.
Hace unos meses tuvimos la oportunidad de verte en directo en “El Sol”. La verdad es que la Sala presentaba un muy buen aspecto. Con un público más que entregado. Lo que allí vimos fue una gran banda y un artista con mucha presencia escénica. ¿Cómo está respondiendo la gente en general ante el directo?
La verdad, muy bien. La banda suena tan segura, compacta y engrasada, que hace que yo me lo pase chupilerendi en el escenario y eso, claro está, se trasmite. Así que nos estamos mal acostumbrando a los piropos y a las buenas vibraciones.
Una curiosidad, ¿Qué bandas de las que hay actualmente en el panorama musical que te llamen la atención?
Hay un joven ovetense que me encanta, emocional y golfo a la par, se llama Alfredo González y recomiendo su disco “Dudas y precipicios” a todo el mundo. De los veteranos acudan al último de Doctor Deseo “Cartografía Imposible”, hay que tener mucha emoción vivida para escribir lo que escribe Francis Diez. De fuera lo que más escucho es Lila Downs, esa mujer me transmite raíz y dignidad.
Por último y a modo de cierre. Ahora recuperas tu nombre Kike Suárez, junto a tu banda de acompañamiento “La Desbanda”. Después de haber pasado por King Putreak, Huevos Canos y The Vientre. ¿Qué herencia queda de aquellos trabajos? ¿Qué queda de Kike Babas actualmente? ¿No andarás renaciendo de tus cenizas? (Risas).
Creo que ha quedado lo mejor del Babas en la Desbandada: el gestor y el motor dinamizador está más eficiente que nunca, más ilusionado, se siente más valorado. El Kike cantante está (en sus roncas limitaciones) hilando más fino que nunca. El compositor, el letrista, compone mejor y hace mejores letras. Este Babas ha ido afinando la puntería con los años, haciéndose Suárez.
Por Javier González
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