Volvía Sidonie a nuestra ciudad en lo suponía el comienzo de la “gira de verano 2010” de su maravilloso “El Incendio”. Lo hacían además con un aliciente. Ese aliciente no era otro que el cartel de “No hay Billetes”. Sin duda una gran noticia para la banda, así cómo un reconocimiento a su duro trabajo durante los últimos años.
Han pasado de ser una banda “alternativa” a ser conocidos por todo el mundo. Algo que les ha costado recibir fuertes criticas desde algunos sectores de la prensa y del público. Pero bueno, ya sabemos cómo funciona esto. Ahora eres auténtico, ahora un vendido. El triunfo te saca de una categoría para meterte en otra. Esto es España, señores, pobre del que no lo entienda.
Lo cierto es que, más allá de lo que cada uno diga o piense, ahora Sidonie está recogiendo lo que ha sembrado durante tanto tiempo. Los catalanes ya no juegan en categorías menores, hace tiempo que no lo hacen, es un hecho. Ahora mismo Sidonie es uno de los grupos del momento, con el tirón suficiente cómo para proponerse llenar cualquier sala. En esta ocasión la elegida era la madrileña Penélope y a fe que lo consiguieron hacer.
Casi sin tiempo para comer, nos dirigimos en coche a Madrid. Podría ser un gran día o no. El hecho de ser una u otra cosa dependía de algunos condicionantes, que pronto se irían despejando para bien. Llegamos a la calle Hilarión Eslava a primera hora de la tarde. Un horario poco usual cuando lo que se pretende es ver un concierto. Nuestro objetivo iba más allá. Teníamos pactada de hace semanas una cita con los componentes de la banda para realizar una entrevista. En unas semanas tendréis noticias de la misma.
No vamos a ocultar al lector que este tipo de tardes siempre corren el riesgo de convertirse en un tedio. Uno sabe cuando llega pero nunca cuando se va a ir. Te puedes pasar horas y horas esperando sólo en una esquina. Afortunadamente las cosas no fueron así. Hubo espera, para que negarlo, pero salpicada con divertidas conversaciones con compañeros de otros medios. La verdad es que da gusto encontrarse por el camino a gente cómo Juan Pérez-Fajardo o a las chicas de “La Casa con Ruedas” (María y Tere). Gente que dignifica la profesión, alejándose de la pedantería y la impostura, que en otros tanto abunda.
Entre conversación y conversación, vivimos in situ cómo se preparan todos los pormenores que hacen posible un concierto. Cómo se monta, cómo se hace una prueba de luces, de sonido. En definitiva, toda la parafernalia que conlleva una actuación. Sin embargo y a pesar de estar a mil detalles, seré sincero, allí algo no cuadraba. No me acababa de convencer la sala. No me digan por qué. Mis temores se confirmarían pocas horas después.
Lo cierto es que a pesar de no haber visto ningún directo allí, nuestra relación con esta discoteca viene de largo. Conocía Penélope, antes de que tuviera ese nombre. Producto de alguna madrugada sin remedio, en las que el alcohol abundaba. Esas noches en que da igual ocho que ochenta. Antaño era un garito “pseudo-pijo” que llevaba por nombre La Diosa. Recordaba el local con otro aire, digamos que, más “señorial”. Ahora ese aspecto había caído en el olvido, hasta el punto de agobiarnos sobre manera, sin saber a ciencia cierta el motivo. Afortunadamente antes del comienzo decidimos salir a dar una vuelta para despejarnos. Bendita elección. Volvimos escasos minutos antes de que todo echara a andar.
Eran poco más de las diez de la noche cuando hacían acto de aparición, sobre el escenario, los componentes de Sidonie. El calor era asfixiante, la visibilidad del recinto casi nula en algunos sectores, lo que unido a un sonido que tampoco era para tirar cohetes, convertían en realidad nuestras peores sensaciones. Menos mal que Sidonie supo en todo momento estar por encima de estas circunstancias. A pesar de todo hicieron divertirse a las mil personas que abarrotaban el recinto.
Porque si, esa es la constante del directo del trío barcelonés, ampliado a quinteto en sus directos, el salir a por todas. Divertir y divertirse, mientras le cantan al amor, esa parece ser la idea.
Arrancaron con “Nuestro Baile del Viernes”. No hizo falta más, la verdad, para percibir que ya tenían al público comiendo de su mano. Tras ella interpretaron “Bohéme”, de su álbum “Fascinado”, una auténtica sátira de lo pretencioso que es por momentos querer ser un Bohemio cuando uno es “hijo de papá” -¿Quién no conoce a alguien así?- y “La Sombra”. Tras ella Marc se acercó al micro y soltó un “Bienvenidos a Rock In Río, a mí derecha Rihanna y a mí izquierda Shakira”. La verdad es que logró arrancar unas cuantas sonrisas al sufrido público asistente. Sufrido porque tuvo que aguantar la lluvia de la tarde y el infierno que se vivió dentro de la sala, no por otra cosa.
A partir de ahí el concierto se movió por los cánones habituales de lo que es una actuación de Sidonie. Marc tiró por enésima vez de su simpatía, sencillez y clase. Jesús fue el agitador de las masas. En uno de esos movimientos de bajo a punto estuvo de pegarle a Iván con él en la cabeza, menos mal que esté último todavía anda rápido de reflejos. Y que decir de Axel. El bueno de Axel, anduvo haciendo de funambulista sin red, cuando sus obligaciones a la batería se lo permitían. Además, descubrimos que para sus movimientos, cierto sector del público acuño el término “culebrear”. Este hecho nos hizo bastante gracia la verdad.
El resto del concierto fue un repaso por lo más granado de su discografía. No faltaron a la cita canciones cómo “El Loco que Inventó el Amor”, no le acabo de pillar el gusto a este tema, “Feeling Down”, una de sus escasas concesiones al ingles en toda la noche, la magnifica “Sylvia”, con ese homenaje al gran maestro “Marcello Mastroianni” casi insuperable. Hubo incluso tiempo para “el momento Giraluna” que tanto gusta a sus fans. Con Marc caminando por el centro de la sala y parte del público sentado mirándole sin perder atención.
También destacaremos no por nada en especial, sino simplemente porque nos encantan, canciones cómo “Todo Lo que Nos Gusta”, hay algo mejor que ser un “joven conde Victoriano” o “una diva” en el “Berlín del treinta y dos”, yo creo que no. No faltaron tampoco el “Dandy del Extrarradio”, ni un paseo por “Nueva York” o la romántica “A la Vera del Mar”.
El final de la actuación puede calificarse cómo apoteósico, gracias a “El Incendio” y una psicodélica “Sidonie Goes to Moog”, en la que no dudaron en intercalar partes de “Break On Through” y “Riders On The Storm” de The Doors junto a “Miss You”, de los Stones.
Para el final quedaron los efectos de “El Incendio” que se resumen en las caras de felicidad de la gente que abandonaba lentamente el recinto, mientras sonaba “Cadillac Solitario”.
Texto: Javier González
Fotos: Iván G. Padilla
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