No voy a esconder el hecho de que en Jaime Urrutia encontramos el típico caso de músico que ya ha mostrado al mundo sus mejores composiciones. Quizás eso para muchos sea un gran lastre. No para mí. A su favor juega que no todo el mundo ha militado en una banda cómo Gabinete Caligari. Ante tan magna afirmación cualquier contra debería tornarse pro. Los Gabinete, son los Gabinete, le pese a quién le pese.
Es patente que en la historia de la música popular de nuestro país –si, esa que escribe con letras doradas- su nombre –también el de Edi y Ferni- figura en “alto del cartel”, cómo cantaba en “La Sangre de Tu Tristeza”. En su día se ganó tal reconocimiento, a base de grandes discos y canciones, que han permanecido en el imaginario colectivo. Empezar a citar Lp´s y temas de calidad de cada uno de ellos me parece tan obvio, cómo innecesario, por eso no lo haré.
Tampoco esconderé, para gusto de sus detractores, el hecho de que Jaime viene del que sin duda es el más flojo de todos los trabajos donde ha intervenido. Estoy hablando de “El Muchacho Eléctrico”. Un álbum que dejó un tanto “descolocados” a todos aquellos que seguimos con devoción, cariño y admiración al “maestro”. Desde la primera escucha de “Maribel” las sensaciones no parecían buenas. Nuestros peores presagios se hicieron realidad una vez que el disco estuvo en la calle. Urrutia había pinchado en hueso.
Por ese motivo el nuevo trabajo, este “Lo Que no Está Escrito”, suponía una prueba de fuego, tanto para el bueno de Jaime, cómo para todos aquellos que tenemos el placer de disfrutarle. La verdad que un segundo bajón creativo hubiese sido muy difícil de digerir.
Pasadas algunas semanas desde que el disco llegará a mis manos creo poder afirmar que Jaime Urrutia ha decidido tirar por la calle de enmedio. Seré sincero, el disco me gusta. Tenía mucho miedo a encontrarme con otro “Muchacho Eléctrico”. El temor desapareció, no sin susto inicial al escuchar el single de adelanto, a medida que avanzaban los cortes del mismo.
Es cierto que no es una obra maestra, sin embargo creo que Jaime ha recuperado ese pulso especial, esa manera de componer suya que le hace inconfundible y, porque no decirlo, esos toques que en algunas canciones le acercan a Gabinete Caligari. Que nadie entienda esto cómo una crítica negativa. Gabinete es la suma de tres personalidades la de Edi, Ferni y la de Jaime. Ahora nos ocupamos de la de este último.
Al escuchar este trabajo me han venido a la memoria melodías, sensaciones que me eran muy familiares, por lo que sin sorprender cómo antaño, me he sentido realmente cómodo al escuchar este disco. Cómo decía aquel “No sorprende pero entretiene”, a eso añadiría que, en este caso, no cae en lo verbenero. Ese, sin duda, era mí verdadero temor.
“Lo Que no Está Escrito” contiene canciones cómo “Tanta Paz Lleves”, “Tarde”, “Venga Ya”, “Aquí Sin Más”, que tienen un aire a Gabinete innegable para cualquiera que conozca mínimamente la discografía de la banda, por lo que es difícil que no gusten a aquellos que nos consideramos parte del clan. En el capítulo de “sorpresas” citaría “De Perdidos al Río”, una canción con ciertos tintes “funk”, sorprende en un principio, sin llegar a desentonar. La rockera “Tus Problemas”, la ya conocida “Tratando”, con la colaboración de Andrés Calamaro o la instrumental “Sin Problemas”. Todas ellas hacen del álbum una colección de canciones aceptables. A pesar de que en el mismo nos encontramos un par de temas que suponen un evidente bajo compositivo. Un claro ejemplo de ello es la canción que da título al disco. Un “pasodoble-skatalítico” que no acabo de aceptar de buen grado.
En definitiva, hablaría de un trabajo correcto. Capaz de gustar a aquellos que ya eran seguidores del maestro y que no echará para atrás a quienes le regalen sus oídos, siempre y cuando se tengan simpatías por el personaje, su pose, su forma de componer, su textura de voz, sino es así, mejor ni intentarlo. Hay cosas, normalmente las más “grandes”, de las que se es o no se es. Esta es una de esas “grandes cosas”. Para los que si somos, un mensaje,
viendo de donde venimos, de veras que me parece un trabajo digno de atención. Contiene pequeñas pinceladas que lo acercan a su “brillante” debut en solitario con “Patente de Corso”.
Ahora sólo quedaba comprobar cómo lo defenderían en escena Jaime Urrutia y Los Corsarios, para ello nos acercamos la noche del pasado Jueves a la madrileña sala “Joy Eslava”. Había ganas de ver cómo sonaban las nuevas canciones del maestro y comprobar los posibles cambios en el repertorio.
La verdad es que temí lo peor viendo que faltando escasos minutos para el comienzo de la actuación apenas éramos doscientas personas en la sala. Que os voy a decir, las afrentas a Jaime me las tomo cómo personales. No podía concebir que su ciudad, Madrid, escenario de tantas de sus canciones, abandonara a su suerte a uno de sus últimos mitos. Finalmente aquello se arregló, no cómo debiera, puesto que no fue un “Sold Out”, pero si lo suficiente cómo para que la “Joy” presentara buen aspecto.
Comenzó con “De Perdidos al Río”, “Tanta Paz Lleves” y “Tus Problemas”, tres de las nuevas canciones. Cómo es habitual, la reacción del público derivó entre aquellos que han escuchado el disco, los que acompañan, y aquellos que no, los cuales se limitan a prestar atención esperando su oportunidad de entonar. No tardó en llegar la misma de la mano de “Vestida para Mí”, “¿Donde Estás?”, “Tratando” o “Castillos en el Aire”, esta última dedicada a un familiar, fallecido la semana pasada.
En ese momento las cosas ya estaban claras. La voz de Jaime se había serenado y el público comenzaba a tratarle con el cariño y la devoción que merece. Las sonrisas eran cómplices, la gente disfrutaba de su artista.
No sé si aquello fue apoteósico, supongo que no, ya saben, el exceso de pasión me ciega. Quizás, simplemente, fuera correcto. Lo cierto es que en cuanto el maestro encadenó una serie de buenos pases, cómo él gusta, mandado, templando, con autoridad, su público no dudo en entregarse al último resquicio “chulería” que se pasea por nuestra ciudad. Unas pinceladas de arte y el ambiente se caldeó. Es lo que tienen los grandes.
Sin solución de continuidad, comenzó a atronar el bajo de forma rotunda, señal inequívoca de que “Tócala Uli” era la siguiente. Jamás una elegía había tenido tal ritmo, tal sabor castizo. Tiene más de veinte años pero sigue haciendo moverse a la gente y si encima, tras ella tocas, “La Fuerza de la Costumbre”, la cosa se pone seria. Se pone a una altura y calidad, de la que muy pocos pueden presumir.
Tras ella tanda de canciones lentas de la mano de “Tarde” y “Nos Dirán”, a las que siguieron “Una Carcajada”, “La Sangre de Tu Tristeza” y la simpática, “Que Barbaridad”. “Siempre a Veces”, “Venga Ya” y “Maribel”, supuso quizás el momento más denso de la noche. Sobre está última, confesó que estuvo a punto de retirarla del repertorio. Lo cierto es que es una lástima que no lo haya hecho. Creo que es una canción indigna de un artista de su talla y de un repertorio cómo el suyo. Siento la dureza, pero esta no me la podía callar.
Nos acercábamos peligrosamente al final de la noche, una lástima, la verdad, porque lo estábamos pasando en grande. En ese momento sonaron canciones cómo “Suite Nupcial”, “Lo Que No Está Escrito”, “¡Venga Ya!”, dedicada a su hermano Julio, presente en la sala, una imponente, “Mentiras” y “Al Calor del Amor en un Bar”, con la que hicieron amago de despedida.
Volvieron a salir a escena para interpretar “Nadie Me Va a Añorar”, canción que se incluía en el último álbum de Gabinete, “Subid la Música” y, sorpresa mayúscula, por segunda vez, “Lo Que No Está Escrito”. No lo entendí ayer y no lo entiendo ahora. Creo que hay reglas de oro que no deben saltarse bajo ningún concepto. Una de ellas es no interpretar dos veces en un concierto la misma canción, menos todavía si te llamas Jaime Urrutia y en tu repertorio hay temas de calidad. Cuestión esta a analizar. El inmovilismo de parte de su repertorio. Me vienen a la memoria canciones cómo “Malditos Refranes”, “Me tengo que concentrar”, “Que Dios Reparta Suerte” y “Profesional”, todas ellas podrían tener cabida en sus conciertos. Es una pena que permanezcan en el “olvido”.
En el aspecto técnico diremos que la banda sonó bien y Jaime estuvo relativamente entonado durante la noche. Tuvo errores en las letras, pese a contar con un atril que le servía de guía. Estuvo atento con su público, se mostró cercano e incluso se permitió el lujo de esbozar alguna sonrisa. Los asistentes disfrutaron de lo lindo, quizás la gente que sigue a Urrutia no sea la más numerosa, pero a fidelidad nos ganan pocos, eso es digno de agradecer.
A nivel personal y dejándome llevar por la pasión comentaré que me encantó la pose que se gasta en escena Jaime. Me gusta esa estética. Esa chulería, ese sabor castellano y madrileño, que sólo él sabe llevar al escenario, a sus ritmos y a sus letras.
El jueves volví a verle por enésima vez, ya soy consciente de que no es el tipo que mejor canta, aunque me agrada que el Loco compare su voz con la Serge Gainsbourg, también de que no es el tipo más guapo, ni el que mejor toca, ni tan siquiera el más cañero. Sin embargo tiene algo innato, algo que le hace especial, único y no, no me refiero a que sea el mejor compositor de canciones en castellano, que lo es. Sino a que en múltiples ocasiones pienso que sin él, quizás las cosas no hubieran sido iguales. Al menos no para mí.
A modo de cierre diré que es una lástima que no se trate a Jaime Urrutia con el respeto que merece. España no es un país que se caracterice por el cuidado a sus leyendas. Algo que es una pena y que deberíamos empezar a hacer. Por otro lado creo que Jaime, por si mismo, debería dar un golpe encima de la mesa diciendo…”Soy Jaime Urrutia, un mito del rock en castellano, un grande de España”. La cultura musical de este país se lo agradecería.
Texto: Javier González.
Fotos: Iván González Padilla