Marillion: "Seasons End - Deluxe Edition"
Entrevista 15 Aniversario: Javier Corcobado
Depedro: "Un Lugar Perfecto"
Por: Javier Capapé.
Fidel Oltra: “Los sueños de La Dama se Esconde, conversaciones con Nacho Goberna”
Entrevista: Alcalá Norte
Jaime: Qué va… no pasa nada, coño. Joder, no pasa nada. No nos han dicho nada. No estoy puesto en esos temas. Te cuento de qué va la historia de cantar “La Marsellesa”, fue porque Rivas venía de escuchar la versión dub de Serge Gainsbourg en “Aux Armes et Caetera”. Como en el local vamos tocando y él va metiendo cachos. Se lo tiró así y quedó curioso. Se quedó. Es como lo que dices del collage. De acusaciones, no tengo constancia, así que bien, me imagino.
Beyoncé: “Cowboy Carter (Act II)"
“They used to say I spoke too country / Said I wasn’t country enough / But if that ain’t country, tell me, what is?” (“Solían decir que yo hablaba demasiado country / Dijeron que no era lo suficientemente country / Pero si esto no es country, dime, ¿qué es?”)
Así de clarito afronta la diosa Bey su octavo y grandioso álbum, el segundo acto de una trilogía para la historia, que comenzó hace cuatro años con “Renaissance”. En aquel "Act I", Beyoncé nos ayudó a poder salir de casa después de haber padecido una pandemia, invitándonos sin temor a meternos en una discoteca de bolas luminosas para bailar sin parar, y con el cual consiguió coronarse como la artista con más Grammys de la historia, con 32. En “Cowboy Carter”, Act II, toca acurrucarnos dentro de nosotros junto con esta texana de ébano y su colección de regalos en forma de canciones, que muchas veces no son tales, sino profundos momentos, sentimientos, palabras, frases y sonidos que acompañan y se acomodan a la voz cada día más exuberante y emocionante de esta mujer nacida para ganar, sabiendo lo que es sufrir. Hace ocho años salió vilipendiada de los Country Music Awards, después de su actuación junto a The Dixie Chicks, donde reclamó con cierto descaro el lugar de la comunidad negra en la historia de esta música, ciertamente olvidada por los sectores más conservadores del país más conservador de todos los tiempos.
Beyoncé muestra orgullosa el apellido de su madre, el mismo que tienen la familia más legendaria de la historia del country: Carter. Y lo vuelve a hacer encima de ese caballo blanco, sentando otra vez sus gloriosas posaderas para demostrar que tiene argumentos para reivindicar que el banjo lo introdujeron sus ancestros o que durante décadas la comunidad negra, sobre todo las mujeres, también en el ámbito musical han sufrido las injusticias del hombre blanco, dueño de ese muro llamado Babilonia, personalizado desde su infancia en esas emisoras de radio del Lejano Oeste, inexpugnables para las raíces negras.
¿Puedes oírme o me tienes miedo? Así comienza el desafío y la venganza de Beyoncé. “American Requiem” es la primera respiración de un disco concebido para mantenerla en tu memoria. Todo lo que uno imaginaba sobre mover el esqueleto bajo bases pregrabadas, se difumina entre acústicas guitarras analógicas apoyadas en el poderío de las voces Gospel, actualizadas por una mujer en estado absoluto de gracia, dispuesta a darlo todo, ya sea para nuestro confort o para enfurecer a sus enemigos. Afrontar un “Blackbird” como segundo corte, una de las canciones más bellas y trascendentes escritas por un tal Paul McCartney, acerca del apoyo al sufrimiento de las mujeres negras, no hace más que considerar la valía de tener hoy en día a artistas dispuestas a pagar el precio que haga falta por unas regalías que desde hoy nos pertenecen a todas y todos. Escucharla cuando dice en “16 Carriages” que ve cómo sus sueños y vivencias viajan en una desvencijada caravana, no hacen más que acentuar las ganas de seguir un disco que no ha hecho más que empezar. “Protector” es el puente perfecto que una madre como Bey nos hace llegar a través de algo tan personal como la voz de su hija: “Mamá, ¿me puedes cantar esa canción para mí? Ahí la tienes, la nana para tu hija.
Después de este interludio bienintencionado, Beyoncé nos vuelve a poner en su sitio. ¿Puede haber algo más country que escuchar la voz de Willie Nelson en una radio mientras se fuma un joint de marihuana? Pues esto sucede en dos -el otro es en la celestial “Just for Fun”- de esos maravillosos pasajes que Beyoncé inunda por todo el disco.
“Bienvenido a "La hora del humo" en KNTRY Radio Texas; Sabes mi nombre, no necesitas saber el tuyo; Ahora, para la próxima canción, quiero que todos se sienten e inhalen; Y ve al buen lugar al que a tu mente le gusta vagar; Y si no quieres ir, busca una máquina de discos. Gracias”
En “Smoke Hour” el anciano Nelson nos anuncia con su eterno tono socarrón “Texas Old ´Hem´", prácticamente la única pieza “auténticamente” country que podrás disfrutar en este disco. Y es tan buena que le ha supuesto alcanzar la gloria, una vez más, al ser la primera artista negra en alcanzar el número uno en los Billboard Hot Country Songs, una lista que comenzó en 1964. ¡Toma patada al Babylon System!
Desde luego a Beyoncé le mola el rollo meloso de Cornershop, porque “Bodyguard” se mueve casi milimétricamente por los senderos de aquel himno “Something Makes You Feel Like” susurrado por la dulce alemana Soko, que a su vez es el “Vicious” de Lou Reed sin duda alguna, resultando igual de delicioso.
“Dolly P” nos conecta directamente con la voz de la diosa Dolly Parton, presentando su canción, la del nombre más interpretado de la historia del country, una “Jolene” que ni siquiera Beyoncé puede superar. En “Daughter” hay que estar preparado, porque como te pille en el metro o en algún lugar público todo el mundo te verá llorar, que es lo que la esposa de Jay Z pretende, aunque diga que es “fría como el agua del Titanic”, bajo una memorable instrumentación, muy alejada de estilos country, ya que a la mitad se marca una canción aria de ópera italiana “Caro Mio Ben” que a cualquier personita, aunque sea votante de Trump, le aseguro le hará cosquillitas. Otra patadita al Sistema. Un “Que se jodan” en toda regla.
Y es que Bey también es una Motomami, convencida del poder que mujeres como ella, Milley Cyrus -precioso el dueto de forajidas “II Most Wanted”, Taylor Swift o Rosalía poseen ante una industria absolutamente rendida a sus pies, por no decir que pueden hacer lo que les salga del pussy. Hay un tema titulado “Flamenco” y en “Oh Louisiana” la voz pitufa fluye en un interludio blues celestial, como aquel glorioso y definitivo “Olé” final que remataba la española en su ya mundial “Bulería”. En realidad, el disco está repleto de referencias musicales introducidos en cada uno de los temas, destacando un endiablado “Ya Ya” creado para bailar sin parar y marcado por “These Boots Are Made For Walkin” de Nancy Sinatra, donde se une a la mitad jugando con el estribillo de “Good Vibrations” de Brian Wilson, demostrando la influencia que han tenido las armonías vocales blancas en la comunidad negra, algo que ya utilizó Janelle Monáe en su grandioso “Dirty Computer”, que abría junto a la voz del más grande creador de armonías de la historia.
Acojona un poco en la agresiva “Spaghettii”, donde disparando deja claro, junto a Linda Martell, primera afroamericana en cantar en el Grand Ole Opry de Nashville -programa radiofónico de música country y más antiguo de Estados Unidos- y el nigeriano Shaboozey, que “Cowboy Carter” no es un disco country, sino un álbum de Beyoncé, donde no se la puede encasillar en un solo género, sino aceptar que los domina prácticamente todos, lo que queda demostrado a lo largo de estos 27 tesoros que ya son nuestros. Como no podría ser de otra manera, el disco termina de la forma más grandiosa posible. Con Beyoncé cubierta por coros Gospel cantando “Amén”. Si viviéramos en la época de los egipcios, Beyoncé sería Cleopatra.
PD. Habrá que esperar a ver con que nos sorprende en el prometido "Act III", que cerrará una trilogía para la historia. No hay que olvidar que todo comenzó con “Lemonade”, donde vimos a Beyoncé rompiendo barreras junto a un bate de beisbol.
The Meows: “All You Gotta Do”
Platz: "Calprotectina"
Por: Àlex Guimerà.
Aunque muchos se empeñen en convencernos de lo contrario, el rock está más vivo que nunca. Aún hay chavales que se dan cuenta que no hay nada más poderoso y "cool" que empuñar una guitarra y poderse expresar al son de las descargas eléctricas y de los golpes de batería. Es entonces donde el talento emerge y van surgiendo grupos de rock a tener en cuenta como Fountains DC, Rolling Blackouts Coastal Fever o Greta Van Fleet, por poner unos pocos ejemplos. Unas bandas que recuperan sonidos del rock del pasado a la vez que innovan y realizan nuevas aportaciones de cara al futuro a este bendito género artístico que es el rock.
En nuestro país, afortunadamente, también sucede lo mismo, como es el reciente caso de Platz, una formación nacida en Valencia en 2020 que con su segundo álbum nos confirman las buenas sensaciones que tuvimos con su estreno discográfico del año pasado "Prochaska y Diclemente". Da gusto ver cómo sus miembros, que apenas alcanzan la veintena -Massad Kassab (voz y guitarra), Lucas Calpe (guitarra), Izan Navarro (bajo) y Daniel Biot (batería) - son capaces de tocar con una habilidad y energía que sólo su edad permite. Tras la buena recepción de su álbum de debut en su tierra, se fueron a Lleida para componer y grabar este "Calprotectina", en el cual contaron con la producción del músico y artista gráfico Uve Martinez. El título y la portada (el arte es a cargo del padre del cantante, Assad Kassab) hace referencia a una enfermedad intestinal crónica que sufre el propio Massad y a través de la cual han buscado expresar los problemas de la adolescencia como pueden ser la ansiedad o el odio irracional.
Ya en aquel interior disco encontramos muchos ingredientes del indie americano de los noventa: guitarras distorsionadas (Sonic Youth), fornidos punteos de bajo (Pixies), solos imposibles (Dinosaur Jr.), riffs cargados de mala leche (Pearl Jam), cambios de tono alto-bajo (Nirvana),... y un sinfín de detalles sonoros más para perderse. Hablamos especialmente del grunge como influencia en "Estás tan raro"; del hardcore de "Juanma" (¿Husker Dü?), de los paisajes sonoros de "(X)", de los ritmos irresistibles de "Mañana mejor que hoy", y de "No", con sus guitarrazos imprevisibles e irreverentes gritos que les emparentan con los mismísimos Pavement. Y qué decir de la beligerante "Odio por odio", que resulta estremecedora, y parece surgida directamente de las entrañas con esos fraseos tan Rage Against The Machine. Unos fraseos que vuelven a clavar en la inquietante "En pausa", cuyo final es para enmarcar. Memorables son "Déjalo pasar" y "Polvo" con sus tonos épicos que recuperan lo mejor del rock alternativo de los noventa.
Lejos del hedonismo de la música popular que consumen mayoritariamente los jóvenes hoy en día, nos llega este "Calprotectina" con su cargamento de dramatismo, dolor y angustia juvenil, recordándonos que el rock siempre ha sido territorio de los jóvenes y el mejor modo para transmitir los sentimientos más profundos. Larga vida a Platz.