Mejores libros musicales 2025
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Si en días pasados hemos publicado las listas pertenecientes a los mejor
discos, tanto nacionales como internacionales, de este 2025, resultantes de
las ...
Mejores discos nacionales 2025
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Por: El Giradiscos.
Como cada año por estas fechas llegan las inevitables listas que tratan de
englobar lo que para los distintos medios han sido los me...
Santiago Auserón: “Nerantzi”
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*Por: Kepa Arbizu. *
Cualquier músico que pone al servicio de la curiosidad y el riesgo su
creatividad, sabe que el aprendizaje es un proceso eternamente...
Sabina, ante su último vals
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Movistar Arena, Madrid. Domingo, 30 de noviembre de 2025.
*Texto y fotografías: Ricardo Virtanen.*
*Joaquín Sabina (Úbeda, 1949)* cerró el pasado 30 de...
Trevor Blendour: “Breaking Up With”
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Por: Txema Mañeru.
Ya nos encantó hace tres años cuando le descubrimos con “Falling In Love
With… Trevor Blendour”, gracias a *Family Spree*. Ahora toda...
Manolo Rock Aguilar es canario, pero está unido de forma irrenunciable a Valencia y a su cultura, sobre todo musical. Desde finales de la década de los setenta fue el promotor, comunicador, programador de salas, manager de bandas (como Surfin’ Bichos, Comité Cisne o Transfer), propietario de sello discográfico y hasta músico. Su fama de incansable, insobornable y amante de la onda más subterránea de la cultura pop siempre le precedió.
Y quizás por ello, harto de tejemanejes industriales que nada tenían que ver con su ética, decidió retirarse, hace ya años, a la tranquilidad de la vega baja del Segura, en Alicante. Desde allí ha ido llevando un blog y de cuando en cuando se ha ocupado de algún interesante asunto musical (el fantástico disco de la banda 3 CóMPLICES, por ejemplo), pero nadie esperaba que volviera él mismo al asunto.
Su proyecto como Huevos Duros no fue, en sentido estricto, un divertimento. Fue su grito de furia durante sus años más hirvientes ante una escena musical que él había ayudado a formar, pero no siempre respondía a su visión. Un intento de decir las cosas claras. Partir del do it yourself para comunicar una versión libre e iconoclasta del rock, con letras ácidas y sin pensar en absolutamente nada más que hacer lo que le diera la real gana. Una gamberrada hecha desde las tripas para molestar un poco, divertir y divertirse.
En ese contexto, tiene sentido que en un momento dado se haya planteado resucitar el proyecto para volver a hacer exactamente eso: lo que le dé la gana, sin necesidad de continuar nada, de dar explicaciones a nadie excepto a sí mismo. El germen de todo, además, supongo, de las canciones, fue conocer por pura casualidad al vocalista británico Gerard Fletcher un día en Torrevieja. Él actuaba en la calle y su voz encandiló a Manolo y a su pareja, Teyma, que también forma parte esencial de este proyecto.
Como siempre, las canciones empezaron a fluir de una forma libre, pero esta vez no tan gamberra, más al contrario: desde una tendencia bastante introspectiva y con ecos al post-punk y la cold-wave electrónica. En su propio estudio casero, Cox Home Studios, y de una forma completamente autogestionada, durante el verano de este 2025 y con Gerard a la voz y guitarra, Teyma al bajo, Manolo a todo lo demás y la hija de los dos últimos, Ángel, ayudando con las letras en inglés la cosa se fraguó de forma natural.
Lo primero que salta al oído es el sonido atmosférico, oscuro e hipnótico, con gusto a Depeche Mode, Nine Inch Nails, Sisters Of Mercy o Lebanon Hanover. Pero esas referencias, la verdad, no describen con fidelidad el sonido grande, amplio, tremendamente personal, logrado aquí. "Emotional Intelligence" es toda una sorpresa, la bienvenida a un mundo introspectivo, obsesivo, pero a la vez luminoso y bello.
Ideado con una especie de hilo argumental, parece llevarnos de viaje desde el vacío y la oscuridad hacia la luz y la redención. A base de eso atrapa al oyente con un listado de canciones tan bien ensambladas y ejecutadas como “Nightmares on my mind”, “Silent steps”, la estupenda y en su mayoría instrumental “Life with you” o “Work home drink sleep”, con su groove fantasmal y bella atmósfera, seguramente lo mejor de un lote que, la verdad, funciona en conjunto como una bala. Así que déjate disparar. Pocos productos tan ciertamente underground y tan bien hechos desde lo totalmente artesanal encontrarás este año.
Bonito, variado y muy esperado disco de este proyecto encabezado por un Lucas Bolaño que ya publicó discos bajo su propio nombre o con el de Experimental Little Monkey. Su rico sonido bebe mucho de la indietrónica de The Notwist, David Kitt o The Postal Service, pero tampoco tienen miedo, a la hora de crear sus sonidos post-indies, de experimentar y jugar con el kraut-rock, noise, dub, psicodelia o la más pura improvisación. Lucas canta, produce, compone y toca un montón de instrumentos, además de encargarse de muchas programaciones. Cuenta con la ayuda de Betacam en los sintetizadores y la eficiencia de Ricardo Ramos en la sobria batería.
Luego, también destaca la gran presencia de unos cuantos colaboradores de postín. Entre la más de media docena de invitados destaca su compañero de sello, Fernando Alfaro (Chucho, Surfin’ Bichos), Repion y Miren Iza (Tulsa), todos ellos con sus respectivas y muy heterogéneas voces. El disco, de estupendo y original título cuenta también con una preciosa portada y contraportada a cargo del ilustrador Álvaro Martínez (vocalista de Templeton y dibujante en DC). En contraportada, por cierto, aparecen desparramadas portadas de discos de Sonic Youth, Nirvana o el “Échate Un Cantecito” de Kiko Veneno. El disco ha venido precedido por varios singles destacados como son el tema titular, "Vulcana" o "Una Calavera y Un Corazón". Trae funda interior con las letras y el vinilo es de chulo color transparente.
Antes abre con otro más que posible single titulado "Olivia", con su bonita melodía y una fina guitarra con matices shoegaze, además de los coros de Álex Ortega (Calavera). Suenan más vivos en una "Superpoderes" con la gran colaboración vocal de Fernando Alfaro que adquiere un toque realmente apreciable a los Surfin’ Bichos, más que a Chucho. A continuación llega uno de esos mencionados singles. En concreto, "Una Calavera y Un Corazón", con su ritmo inquieto y actual y muchos ecos de esa mencionada indietrónica. Suenan más tristes (no hay más que leer el título) e intimistas en "Estás Tocando Fondo", donde destacan de nuevo las guitarras y con cuidados coros en su estribillo. Irene López, de Valdivia, es la encargada del sample de voz en "Hoy Ha Muerto Joâo Gilberto’. Además de a Gilberto menciona a Lana Del Rey en su letra. Destacan los sintetizadores de Betacam, tiene un buen estribillo y su relativa tristeza nos puede recordar algo a los de Depresión Sonora, con frases como “el genocidio festejando sus muertos…” o “voy soltando lastre”. Cierra la cara A la juguetona "Dos Partículas" aunque de nuevo en modo bajón en su historia. Aquí la colaboración viene con la firma del saxo de Manu Mendoza.
La cara B se abre con otro de los singles. Una "Vulcana" con un toque casi bailable a lo The Cure, con toques épicos y buen estribillo con voces dobladas. Preciosa melodía calmada también la de "Nuevas Formas". Otro gran single es el tema titular y ahí es donde mete su buena voz Tulsa. Una delicia la forma de llevar el ritmo por parte los sintetizadores. "Huele a Saliva El Micrófono" suena también ralentizada y el saxo le da un aire a free-jazz algo freakie, pero muy original. Voz tratada elegantemente y curiosa letra en la que llegan a decir “follemos con abogados…”. Sorpresa total y agradable es el final de más de 6 minutos con "La Folki". Buen tema lento de aires indie-folk con la colaboración de Repion con su voz y la de Lucas Sierra con su buena guitarra eléctrica. También destacan unos teclados atmosféricos y te puedes acordar de Bert Jansch, pero también de Sufjan Stevens o Devendra Banhart. Al final queda esa sensación de tristeza, pero también con momentos reconfortantes y consoladores. ¡No tienen ninguna pinta de convertirse en una Estrella Fugaz!
Carlos Escobedo, cantante, bajista y principal compositor de SÔBER, debuta en solitario con un primer álbum muy lírico e introspectivo. En el Teatro Eslava aprovechó para presentar algunos temas de su nueva cosecha, si bien el grueso del show pivotó sobre el repertorio de la banda madre. Damos todos los detalles a continuación, en esta crónica entusiasta y fogosa…
Acompañado por un cuarteto de grandes músicos, muy bien arropado por los estelares Raúl Perona a los teclados y Charlie López al violín (y coros), más la notable participación de David Lozano como segunda guitarra acústica y Sergio Bernal a la batería, Carlos Escobedo como coronado Príncipe de las brumas buceó entre melancolías varias con afinado pulso en una velada muy provechosa para los amantes de la música con mayúsculas. De inicio suenan cinco clásicos a quemarropa: “Vulcano”, “Blanca Nieve”, “Tic-Tac”, “La Escalera” y “Estrella polar” como rotunda declaración de intenciones de lo que está por venir.
Para entonces ya hemos constatado la solidez de la banda semi-acústica que le acompaña, mientras “Mañana” y “Eternidad” inyectan nuevas dosis de dinamismo a un espectáculo sobrado de palpitación y buen gusto. Asoman entonces los ecos de Antonio Vega con esa perla tan especial, “Lucha de Gigantes”, y esos insuperables versos: ‘En un mundo descomunal, siento mi fragilidad, deja que pasemos sin miedo…’. El artista frente al vacío y la hoja en blanco. Nunca suficientemente valorado, Carlos Escobedo, se refleja en el espejo de uno de los mejores compositores que dio el país, el malogrado autor de piezas mágicas como “Persiguiendo sombras”, “Desordenada habitación”, “Océano de Sol”, “Vapor”, “Ángel caído” y tantas otras…
Excelso y seductor, Escobedo también persigue de alguna manera a sus propios fantasmas y sus vivencias de la infancia, cuando fuimos niños felices en un tiempo bastante más propicio que el actual, pese a todas las carencias materiales de la época. Esos anhelos de un mundo mejor que se perdieron en la neblina del olvido y el recuerdo. Aquel lejano "Elixir de juventud" que para todos ya queda demasiado remoto, los dulces aromas ochenteros con los crecimos y nos enamoramos de esta bendita locura que es la música.
Carlos se mete a la parroquia en el bolsillo cuando se lanza por la autopista de las emociones a flor de piel. Ahí no tiene rival. Tiempo para “Papel Mojado”, donde nuestro protagonista afirma: ‘quiero ser el escritor que sangra y llora’, diseminando varios diamantes más para la eternidad, con las preciosas y radiantes “Arrepentido” y “Eclipse”. Arrebatados por un furioso latido nos sumergimos en “La luna me sabe a poco”, el clásico de Marea, donde el bardo madrileño lleva la harina a su costal, imprimiéndole una atmósfera y un ritmo muy personal a la pieza. “Sábanas vacías” la canción que abre su elepé “Solitud”(2025) y “El Hombre del Hielo” tiñeron de escalofríos armónicos una velada radiante y luminosa, antes de ceder el protagonismo a Raúl Perona, que se marca solo al piano “Un final mejor” para que Charly García haga lo propio a continuación en “Gritarle al mar”, no sin antes mencionar a Flores del Infierno y Bon Vivant, dos bandas muy recomendables donde militan los mencionados músicos. De este modo fue transcurriendo un show muy emocionante y con una cuidada escenografía que en su tramo final dejó andanadas del calibre de “Diez años” y “Nostalgia”.
Pero todavía quedaba algún plato fuerte y algunos invitados de postín por salir, como Ruth Lorenzo, con quien compartió, “Agua para tu sed” antes de poner el broche final con “Inmerso”, más una sorprendente “Loco” y marcar el punto definitivo, a pachas con Rulo. “Náufrago” finiquitó una excelsa función que nos dejó un sabor de boca inolvidable. Ver a estos chicos en directo siempre es un pleno al quince y nuevamente Carlos Escobedo no defraudó en un concierto muy especial y señalado, el segundo acústico suyo que vemos en dicho local. Chapeau.
La verdad es que yo no recordaba el importante nombre del australiano Ashley Naylor. Eso, a pesar, del gran aprecio que tenemos muchos seguidores por estos lares y en El Giradiscos, en general, por todo el rock and roll que llega del continente de los canguros. Pues bien, conviene recordar que Ashley es un prestigioso y cotizado músico que ha tocado (o lo hace) con The Stems, The Church o Paul Kelly, entre una larga lista con más exquisitas propuestas.
"Alexandria Sunset" (El Reno) es ya el quinto trabajo en solitario del músico. Un artista que se ha hecho cargo de la total producción y composición del disco y que, además, se ha encargado de tocar al completo. ¡Y estamos ante un álbum de gran riqueza instrumental y vocal! Un vinilo con varias especiales ediciones limitadas en formato de lujo de 180 gramos. Las hay en diverso colorido: negro, amarillo, azul y dorado. Además, algunas traen tarjetas interiores con buenos y jugosos bonus-tracks y también con algunas curradas pegatinas.
Pero ahora es momento de hablar de las buenas canciones aquí recogidas. Canciones de tonos mayormente folk-rock que viajan de grupos clave del sonido de Laurel Canyon a algunas de las mejores referencias británicas del estilo de todos los tiempos. A eso hay que sumar muchos destellos psicodélicos más o menos rockeros y/o ácidos.
El estupendo vinilo comienza con el tema homónimo. Muy buenas acústicas y voces que emulan a ese sonido californiano americano de los años sesenta. Cuidados coros y un final con excelentes punteos eléctricos con arrebatos psych. Sigue el trabajo con su excelente último single, "As Good As Gold", una buena combinación entre guitarras acústicas y eléctricas que puede recordar a los Byrds del “Fifth Dimension”, pero también al mejor Robyn Hitchcock al frente de The Egyptians. El detalle con la armónica también es un punto a destacar, como lo es en varios momentos el muy presente y potente sonido de un brutal bajo en primer plano. Es el caso de "Turn On The Light", con un tono cercano al mítico "Walk On The Wild Side", de Lou Reed, con su pegadizo estribillo repitiendo “Anymore” y buenos coros sixties. Sorprende el cambio con los casi 6 minutos mágicos de "Semifree", un tema que recuerda, a la vez, a los mejores Spirit, pero con crescendos que pueden encantar a los seguidores de The Bevis Frond. Buen estribillo sobre esas intrincadas guitarras y de nuevo con ese bajo muy presente. Cierra la cara A "Green Spirit (Tumbling Away)", canción por encima de los 5 minutos y con un sonido más rock y soleado.
La cara B la abre el primer single del disco. Un tema de título muy explícito, "Donovan Dreams", con recuerdo al gran Donovan Leitch y a su folk más alucinado. "Caribou" tiene aires country-folk en la onda de Crosby, Stills & Nash, con buenas acústicas y una preciosa pedal steel guitar con cuidadas voces y con punteos rock que a mí me han hecho pensar en los Sotomonte de Jokin Salaberria (Jonny Kaplan, Rubia,…). Esa misma buena y cercana referencia se repite, sumando a clásicos gigantes como Buffalo Springfield, en la espectacular "Really Something" y las grandes voces en su arranque y un estribillo muy Laurel Canyon con un final muy rock con punteos dobles épicos. Sorprenden muchísimo, y para bien, los 6 minutos de "Racing Time" repletos de riffs, y con más guiñosa los The Who del “Who’s Next”. Tras ella llega el segundo single del disco titulado "A Blue Sky", otro precioso tema de country-folk con acústica y la buena voz de Ashley.
El disco finaliza cerrando el círculo con "Alexandria Sunrise", retomando el tema de arranque, pero con arrebatos más eléctricos. Si puedes escuchar algunos de los bonus-tracks de las ediciones digitales podrás descubrir algunas perlas más. Estaría muy bien que pudiera venir a defender estas magníficas canciones entre nosotros y acompañado por una buena banda. Muchos disfrutaríamos ampliamente con este disco en vivo.
La Riviera, Madrid, lunes 22 de diciembre del 2025.
Por: Javier González.
Fotos: Estefanía Romero.
Alcalá Norte dieron por finalizada anoche su estancia de tres días en “La Riviera”, lo hicieron con el enésimo “sold out”, confirmando con un auténtico fiestón la grandeza y los parabienes que vienen recogiendo desde hace poco más de un año cuando, tras la publicación de su primer y hasta el momento único trabajo en el mercado, pasaron a convertirse meteóricamente en una de las grandes esperanzas de nuestro nuevo pop-rock.
A medida que nos acercábamos a la madrileña sala pudimos comprobar que el ambiente era de lo más festivo. Era fácil rastrear bastantes corrillos de gente tomando apresuradamente la última caña antes de entrar, grupos de amigos disfrazados de “Power Rangers”, dando color a la noche, y cómo no, fans customizados con emblemas del grupo para demostrar militancia, todo ello sin duda potenciado por las fechas en que nos encontramos donde las festividades invitan al desenfado. Pero cuidado, todo ello no sería posible si detrás no hubiera un proyecto dotado de la capacidad de transmitir sensaciones distintas, con el talento suficiente para facturar canciones con marchamo de himnos, defendidas en el escenario con mucha solvencia y un descaro y cercanía en el trato al público que les eleva por encima de la media, convirtiéndolos con toda justicia en una de nuestras propuestas actuales más frescas y sinceras.
Mareas de gentes totalmente intergeneracionales accedían hasta el recinto capitalino, el cual poco a poco se fue poblando, presentando un aspecto como pocas veces recordamos, con la intención de disfrutar del que quizás pueda ser uno de los últimos conciertos de la banda en una sala de mediano aforo, toda vez que hoy mismo salen a la venta las entradas del que será su primer concierto en el Movistar Arena, hecho que deja claro que lo suyo, con toda probabilidad, comenzará en breve a ser algo más propio de grandes audiencias que de citas en petit cómite.
Irrumpieron en escena con cierto retraso, pasadas las nueve de la noche, pero lo hicieron tirando de paso firme y regalando carisma, acercándose al borde del escenario, saludando y sabiéndose ganadores de antemano. Fue Barbosa, parlanchín y dicharachero durante toda la velada, el encargado de hacer el “protocolario” saludo, casi a la par que pegaba tientos a una bota de vida que posteriormente hizo volar por los aires para regalársela al personal, instantes antes de arrancar con la oscuridad de las pétreas “Dr. Kozhev” y “Superman”, con las que pusieron al personal a enardecer, para posteriormente atacar “El Guerrero Marroquí”, “420N”, absolutamente celebrada por una audiencia ya entregadísima, una tonada antigua como “Codere” y “La Sangre del Pobre”, cuya fenomenal intro nos puso los pelos de punta y que coreamos como una sola voz hasta rematarla con el mítico “Sustancia, que solo pones patata, macho”, dando un sentido generacional a la desesperación que tan bien dibujan los madrileños a través de sus curiosas y castizas imágenes.
Con el público en todo lo alto acometieron una de las mejores tandas de canciones de la velada. Se hicieron la planetaria “10k”, sacando a relucir más tarde sus mejores galas para mostrar una elegancia deudora de La Mode en “No Llores, Dr.G”, un bombazo de afterpunk calmado que es pura adicción, donde la interactuación de guitarras entre René Sharrocks-Carlos Elías, los teclados de Laura de Diego junto al buen hacer empastando bajo y batería del “Admin” y Barbosa, son el perfecto sustento para que junto a la actitud impertérrita de Rivas consiguieron elevarla al cielo. Posteriormente continuaron con “El Rey de los Judíos” (“Cosquilleo”), “Arteligencia” y su acertada revisión de ABBA en “Gimme Gimme”, robándonos una sonrisa, pero sin dar tregua ni permitir que cogiéramos el más mínimo resuello.
Barbosa abandonó momentáneamente su batería para coronar a Rivas, era el momento de invitarnos a pasar un rato en “La Calle Elfo”, acercándose musicalmente a La Dama se Esconde, mientras seguían mezclando su mensaje subversivo con melodías vaporosas y arpegios hipnóticos que hacían corear y bailar al personal con cara de satisfacción.
Antes de rematar la velada, sin posibilidad de bises, lo cual resultó todo un acierto por su parte, sonaron su adaptación de Icare, “Fils de Lucifer”, que Barbosa presentó como “una versión de heavy francés”, la pontetísima “Los Chavales”, “Barbacoa en el Cementerio”, cercana en su sonoridad a los míticos Parálisis Permanente y a los primeros Gabinete Caligari, “Langemarck” y la casi industrial “Westmister”, donde Rivas se abrió paso entre las primeras filas que arrodilladas le confirmaban como su pastor.
Tocaba cerrar y vaya cómo lo hicieron. Barbosa tomó la palabra para presentar “La Vida Cañón”, inspirada, tal y como explicó, en un artículo que vio la luz en “Mundo Gráfico” un 25 de diciembre de 1935 que recogía la opinión de un vecino de las corralas de “Lavapiés”, quien mostraba toda la lucidez y sabiduría centenaria de los barrios populares de Madrid abogando por disfrutar de la vida apurando las pequeñas cosas en un alarde de inteligencia. Instantes después, “La Riviera” botaba en un interminable pogo repleto de buen rollo, mientras quien más y quien menos canturreaba, imaginando a su chica con peineta y mantón, o a él mismo apurando un puro y disfrutando en el tendido de sombra en Las Ventas para así dejar de pensar en una existencia que no es tanto horror si la música que suena de fondo pertenece a Alcalá Norte.
La noche terminaba como empezó, con los Alcalá Norte acercándose al borde del escenario, sonrientes y sabedores de su victoria, mientras como banda sonora atronaba de fondo un divertido “All Right” de Cristopher Cross, ante un público que les despedía como lo que son: una de las grandes bandas de nuestra música actual. Para cerrar del todo la fiesta y como si de una boda se tratase, Barbosa abrió un par de cajas de puros y los lanzó al respetable con toda naturalidad, demostrando lo salado e incorregible que es, pero también que la cercanía y la personalidad tienen todavía cabida en una era de falsas apariencias y vacuidad. En un mundo podrido y sin ética, la esperanza reside en unos cuantos chavales de barrio que se dedican a hacer lo que les da la real gana. No lo olviden, lo de anoche fue tan épico como histórico. Tres noches de absoluta confirmación donde Alcalá Norte pusieron la ciudad a sus pies. Próxima parada: Movistar Arena. O como dijo el ya más que mencionado Barbosa, en el Palacio de los Deportes, coño.
Que un artesano de canciones como Santi Campos cumpla treinta años en el mundo de la música siempre es un hecho a celebrar. Tres décadas donde siempre se ha movido a su aire, trazando un camino propio, repleto de dignidad en cada paso, las cuales ahora recoge en una representativa porción en el recopilatorio “Ruinas de Interior” (1995-2025), un trabajo de bella facturación que ve la luz bajo el manto de Rock Indiana.
En estas semanas el bueno de Santi anda inmerso en una gira sin red de seguridad, recorriendo parte de nuestra geografía, agarrando el volante de día y parapetado tras las seis cuerdas de noche, demostrando que su relación con la música es tan profunda y sincera como cada una de las canciones que escribe. Días atrás nos pusimos en contacto con él para celebrar estos primeros treinta años de trayectoria con una charla tan cercana y emotiva como siempre acostumbra a concedernos. Brindamos copa en alto por muchos años más de grandes composiciones.
¿Cómo estás, Santi? ¿Qué tal va la vida? Y sobre todo, ¿dónde andas ahora? Sabemos que has ido cambiando de residencia y la última vez que hablamos, de lo que hace bastante tiempo, estabas residiendo en Barcelona.
Santi: Me mudé de Barcelona a Castelló, justo después de la pandemia, y en parte empujado por los efectos que esta catástrofe tuvo en mí... Si estás interesado en saber más detalles de cómo afectó todo aquello a mi música y a mi estado de ánimo, hay un documental que puedes encontrar en YouTube, que hice con mi móvil, que se llama “No somos zombis”. Llevo cinco años en Castelló y estoy contento con la decisión tomada.
Cumples treinta años en este negociado de la música, efeméride que celebras de la mejor forma posible con la publicación de un recopilatorio y una gira que te llevará a recorrer las principales ciudades del país. Vayamos por partes, si te parece. ¿Qué sientes al comprobar una cifra tan redonda y potente?
Santi: Siento que soy más viejo de lo que me creo... Además, ten en cuenta que cuando empecé a publicar discos ya había cumplido los 25 años. De cualquier manera, estoy más que orgulloso de mi discografía y creo que ha envejecido muy bien.
¿Es la tuya una demostración palpable que la independencia y el compromiso artístico son posibles en una tierra tan ingrata como esta?
Santi: Es la demostración palpable de que el empecinamiento mueve montañas, y de que más allá de la vocación está una cosa que se parece más a una adicción que a algo realmente sano. (Risas)
¿Qué ha sido lo más complicado de toda esta andadura? Y al contrario. ¿Qué ha sido lo que más has disfrutado en este caminar de tres décadas?
Santi: Lo más complicado ha sido ir poco a poco dándome cuenta de que mi música no iba a llegar a un número relevante de gente, lo que hace todo el proceso mucho más duro. Lo que más he disfrutado, todo lo demás. Me encanta componer, grabar, tocar en directo... También he disfrutado mucho la amistad y la hermandad que me han ofrecido mis compañeros de viaje durante todos estos años, ya sean Malconsejo, Amigos Imaginarios, Herederos, Hijos, 4rbre o Back to the Hills; todos ellos son mucho más que músicos que comparten escenario y estudio conmigo... Es como tener varias familias a las que acudir y ser comprendido.
“Estoy orgulloso de mi discografía, creo que ha envejecido muy bien”
¿Cómo es eso de llevar 30 años desnudándose emocionalmente en cada verso?
Santi: Narcisista, masoquista y terapéutico. También te digo que cuando hago la canción no estoy valorando nada, solo intento contar de una forma bonita algo que me importa en ese momento.
Si tuvieras que definir las siguientes etapas en pocas palabras cuáles elegirías.
-Malconsejo. Santi: Mi familia más antigua y mi escuela, con ellos lo aprendí todo menos a cantar, que por entonces se me daba fatal. Seguimos estando muy unidos, intentamos ensayar al menos un par de veces al mes.
-Amigos Imaginarios. Santi: Fueron mi universidad, con ellos aprendí a cantar (Ester me enseñó, con la ayuda de Charlie). Grabamos un puñado de discos buenísimos. También son mi familia, nos vemos menos porque viven en Madrid.
-Herederos. Santi: Asunto serio. Perdona que me repita, pero también son mi familia, esta vez la de Barcelona. Ten en cuenta que ninguno de estos grupos se ha disuelto, el hecho de que no estén en activo tiene más que ver con la distancia geográfica que con motivos personales y musicales. En directo, Herederos somos una apisonadora, y también hemos grabado un buen puñado de grandes discos.
-Santi Campos aquí y ahora. Santi: Aprendiendo. Estoy grabando el disco más importante de mi vida, se va a llamar “Áprie”. Está escrito a raíz del fallecimiento de mi padre, y habla de ser hijo, no haber sido padre y nuestra relación con la muerte. Musicalmente es muy íntimo y frágil.
¿Cómo se plantea la posibilidad de hacer un recopilatorio al estilo de “Ruinas de Interior” (1995-2025)?
Santi: Me lo propuso Pablo Carrero y me encantó la idea. Me costó mucho reducirlo a 40 canciones, se quedaron muchas canciones fuera, también un buen puñado de inéditas.
“Rock Indiana me ha sentirme importante y valioso”
Imagino que gran parte de la culpa la tiene la gente que hay detrás de Rock Indiana, una familia para ti que siempre ha creído ciegamente en lo que has hecho. ¿Qué puedes decirnos de una relación que sabemos va más allá de lo profesional? ¿Hubiera sido posible la carrera de Santi Campos sin su presencia?
Santi: Rock Indiana, Pablo, es otro de esos hermanos que tengo por elección y no por sangre, nos queremos mucho. Como he dicho antes, soy un empecinado, así que sí que creo que no habría habido forma humana de que yo no hubiera hecho música durante estos años, pero Rock Indiana me ha hecho sentirme importante y valioso, y siempre ha confiado ciegamente en los pasos que he ido dando. Además, me gusta mucho la música que publica, hay discos gigantes en Indiana. Por otra parte, nunca le perdonaré a Pablo que no fuera él quién inicialmente fichara a Malconsejo para el sello, si no Fito, su socio, quien claramente tiene mucho mejor gusto musical. (Risas)
Volvamos al recopilatorio, el álbum incluye 40 canciones que recorren todas o casi todas tus épocas. ¿Qué criterio se sigue a la hora de seleccionar cuáles serán los temas incluidos?
Santi: No lo sé muy bien. Consulté a Pablo y a Rogelio Enríquez, alguien que conoce muy bien mi repertorio, y luego no les hice mucho caso. El problema básico era la duración de los CDs, esa fue la razón por la que se quedaron fuera algunas canciones, pero también fue un handicap que me ayudó a centrarme un poco. También quería que tuviera un buen número de inéditas que representaran a todas las épocas. Sí que me sorprendieron las inéditas, algunas de ellas creo que son realmente buenas y no recuerdo la razón por la que se quedaron fuera... Lo más sorprendente es que todavía hay muchas canciones inéditas. La única canción que no podía faltar era “Cleopatra, reina de África”... La que me dolió dejar fuera es “Arder”, pero ahora me alegro, porque es la única que –en formato físico- solo existe en un single de vinilo de 7”, y eso la hace muy especial.
Del álbum se podría hablar largo y tendido, pero creo que dado que es un recopilatorio lo ideal es que la gente escuche todo lo bueno que has incluido. Sin embargo, quiero pararme en las seis canciones que incluyes por primera vez en formato físico, algunas de ellas versiones de gente como Townes Van Zandt o Elliot Smith. ¿A qué se ha debido este hecho?
Santi: Siempre me ha gustado traducir al castellano canciones de músicos anglosajones que me han influenciado, tengo un montón... Podría hacer un disco entero de versiones de ese tipo.
También incluyes “Los torpes” con Jero Romero, otro de nuestros grandes autores de canciones pop con sensibilidad y estilo propio. ¿Qué tal salud goza nuestro colectivo de grandes escritores de público relativamente minoritario? ¿Por qué no es posible romper la barrera del gran público salvo en contadas excepciones?
Santi: Creo que Jero, que en mi opinión es un genio, no tiene un público minoritario, desde luego no tiene la repercusión de Dani Martín, pero podría llenar una sala de 200 o 300 personas en cualquier ciudad del país. Tiene un estatus muy cómodo y que envidio... creo que él está exactamente en el lugar que quiere estar, porque no me da la sensación de que quiera ser un artista masivo (yo tampoco querría). Sobre el acceso al gran público, creo que si mi música rompiera esa barrera significaría que algo estaría haciendo mal. No quiero eso, envidio el estatus de Jero, de Josele Santiago y de Tulsa. Gente que hace lo que le da la gana y sin embargo gusta a una cantidad suficiente de público.
Al escuchar otra vez “De qué sirve”, cuya letra está basada en “Contra Jaime Gil de Biedma”, sobre versos del fenomenal autor barcelonés, he vuelto a sentir tu cercanía con otro maestro que ya no está como Rafael Berrio. ¿Cómo de grande era Berrio?
Santi: Enorme. No llegué a conocerle, de hecho, me enganché a su música muy poco antes de su muerte, pero ahora me acompaña siempre.
Los próximos dos meses estarán más que ocupado con la gira que comentábamos más atrás. ¿Qué tal se plantea esta celebración en vivo?
Santi: Estoy en plena gira. Está siendo intensa, dura y emocionante... Habría sido un gran documental: un cantautor de 56 años metido durante semanas en un coche de 25, tocando casi todos los días, con un repertorio de 160 canciones de las que el público selecciona las que van a ser tocadas.
Estamos de celebración y con un recopilata recién salido del horno, no queremos quemar la fiesta antes de empezar, pero ya sabes que esto no para. ¿En qué andas trabajando con visos a un futuro más o menos cercano?
Santi: El disco de mi padre, “Áprie”. Estoy estrenando algunas de estas canciones durante la gira y creo que no soy el único que piensa que va a ser algo verdaderamente importante.
Me gustan Sidecars, pero últimamente me habían dejado frío. No conseguí conectar con "Trece" y "Ruido de Fondo" pasó rápido a un segundo plano dentro de mis necesidades. Sin embargo no se habían ido. Ahí estaban. Volver a escuchar después de este tiempo a Juancho, Ruly y Gerbass me ha vuelto a entusiasmar, y es que este "Everest" bien lo merece. Un salto de altura, pero no porque perciba en él un gran cambio sino porque las canciones se sienten más compactas.
Hace unos años, al hilo de la publicación de "Cuestión de Gravedad", afirmaba que ese bien podía ser el disco para su consagración, pero también aseguraba que su mejor disco estaba por llegar. Quizá el momento sea éste y las trece canciones que conforman "Everest" sean de las más logradas de su carrera, al menos así lo sienten también sus protagonistas, porque es cierto que encierran grandes aciertos entre su lírica y melodías. "Everest" nos muestra las distintas fases por las que pasa una relación de pareja, con su emoción inicial, sus subidas y bajadas, sus ilusiones y decepciones, hasta su final, que lleva unida esa necesidad de acostumbrarse a la pérdida. Todo ello se nos presenta sin orden, tal y como llegan a nosotros los recuerdos y las emociones por las que pasan nuestras relaciones. Un disco hecho de retazos universales y sin impostura, de ahí que nuestra conexión con el mismo sea casi instantánea. Hay pocas de estas canciones que se alejen de este planteamiento, por eso mismo se convierten en una obra totalmente conectada y coherente.
Ocho discos y algunos altibajos vitales después (que de eso mismo beben las canciones), Juancho ha firmado algunas de sus composiciones más urgentes y necesarias, más llenas de verdad, llevando al trío de Alameda de Osuna a la cumbre. Quizá por eso mismo el título del disco le sienta tan bien y no se trate de una mera casualidad. Sin embargo en el arte de su portada lo que se nos muestra no es la cumbre, sino esa grieta a la que tenemos que agarrarnos y trepar con firmeza y decisión si queremos alcanzar la meta. Porque precisamente con esas grietas y dificultades forjamos nuestro camino y hacemos cima. Ahí está la clave de "Everest", no sabemos si la cima de Sidecars, pero es muy probable que si no lo es se quede cerca.
Aciertan de pleno al compartir la producción con Paco Salazar y despojarse de su sonido más clásico tejido hasta ahora por Nigel Walker. No es que Salazar les ayude a dar un cambio de timón, pues muchos de estos pequeños giros ya se intuían antes, pero consigue potenciar en ellos cierta sutileza y la chispa necesaria para salir de ese toque más plano en el que se habían acomodado. Sidecars arriesgan algo más con este disco, sacando a relucir líneas melódicas más emocionales (ayudan mucho en esto los coros de Esmeralda Escalante) y arreglos medidos, aunque sin salirse en exceso del tiesto. De hecho, así comienzan con "A cámara lenta", como queriendo dejar claro este pequeño viraje mentado desde los primeros compases del disco. Este arranque suena al clasicismo y la tragedia de Bambino, con esas cuerdas tan de los setenta junto a un ritmo sostenido bien marcado donde las guitarras tocan la fibra de puntillas. Sugieren más que marcan, mientras la voz de Juancho resalta lo justo. Es ese toque sutil y medido lo que le da carácter, algo que continúa con "El momento exacto", donde las teclas y el slide se mezclan con un buen arpegio de guitarra que conduce las estrofas. Concisa y clara. Cuando llegamos al tema titular se incorporan las cuerdas y un piano muy Beatle, del que se encarga Sergio Valdehita, buscando la épica con acierto.
La melancolía es una constante en estas letras y en "La última canción" se afronta con pulso y ritmo, donde el bajo la conduce con firmeza, algo que se repite a lo largo del disco, y es que Gerbass está más presente que nunca con sus cuatro cuerdas bien marcadas. Además, uno de los momentos más inspirados de esta colección lo encontramos también en esta canción, concretamente en su coda, que hace magia mientras Juancho entona ese "te da igual lo que te intento decir" y nuestro corazón se desploma mientras la canción se desvanece como queriendo decirnos que lo irremediable siempre llega aunque nos cueste aceptarlo. Con los "la la las" que termina ésta comienza "Ahora", que remite a formas más clásicas y bien exploradas por el trío, con menos riesgos aunque con un estribillo muy resultón.
Electrónica retro en sus estrofas y estribillos de pop luminoso. Eso es "Lo que queda", una canción donde se elimina lo superfluo para que la voz de Juancho se refuerce y entre directa, porque al final eso es lo que importa en estas canciones que pretenden entrar a la primera, aunque porten consigo algunos pequeños elementos distintivos algo más lejos de lo esperado. Así llegamos a "Diez segundos", donde los recuerdos que duelen se tratan con energía en una canción muy luminosa a pesar de ser de las más duras en su lírica. Su particular versión rock de las "sad bangers", donde la guinda la pone Iván Ferreiro con su cameo entonando "El pensamiento circular", canción en la que Juancho se inspiró para dar con el toque preciso en ésta.
"Eclipse" puede parecer más plana en una primera escucha, aunque recuerda al Quique González más ligero con sus imágenes, juegos de palabras y ese hammond de fondo que le da cuerpo. También puede llevarnos hasta Leiva, algo que se ha convertido en una constante en su trayectoria, pero es evidente que la influencia está ahí y no se oculta, no sólo por su apellido sino también por su admiración mutua.
De aquí hasta el final no hay grandes sobresaltos. "Hasta que cierro los ojos" tiene otro de esos estribillos tan redondos que domina el trío, pero sin destacar por mucho más. En una línea similar siguen "A mil metros de profundidad" y "Sin conexión", lo que demuestra que la segunda parte del disco es más continuista con sus anteriores trabajos y puede hacernos desconectar en algún momento, aunque destaquen la más acústica "Un granito de arena", de factura americana, y "Los reyes del caos", que cierra el disco de forma más suave y costumbrista, con imágenes muy directas y un estribillo in crescendo, perfecto para poner el broche entre la calma y la épica.
No sabemos si "Everest" se convertirá en el disco referencial de este trío cuya carrera está más que consagrada tras veinte años en la brecha, pero desde luego que es una colección de canciones que se sienten, se disfrutan y logran que las vivamos como hechas a nuestra medida. Sentimientos y lenguaje universales hechos canción para construir con ellos nuestro particular manual de ascensión a la cima.