Sala Siroco, Madrid. Domingo, 10 de noviembre del 2024.
Texto y fotografías: Álex Fraile.
En ocasiones, y a pesar de los riesgos que ello supone, nos vemos abocados a abandonar nuestra zona de confort. Eso mismo le ocurrió a Tyler Ramsey, cuando hace unos años aparcó el éxito inmediato para buscar nuevos horizontes, vitales y profesionales. Tras una década como guitarrista y miembro capital de la banda, decidió abandonar a sus Band of Horses y apostar por su carrera solitario. Tiempo después la decisión a todas luces parece acertada, al menos desde el punto de vista creativo. En febrero, Tyler publicó "New Lost Ages", su quinto disco de estudio. Su obra más redonda hasta la fecha y – como dice el propio protagonista – «un álbum de luces y sombras. Trata de la calma que sigue a la tormenta y de las nubes oscuras cuando vuelven a aparecer». En definitiva, canciones tan repletas de esperanza como evocadoramente tristes, concebidas para ser consumidas lentamente, sin prisas.
En vista del personaje y del contexto, la sala Siroco se antojaba un lugar bastante propicio para el regreso de Ramsey a la capital, la última parda – tras Zaragoza y Barcelona – de la mini gira de presentación por España del mencionado "New Lost Ages".
Los domingos por la noche no solo invitan a quedarse en casa. Eso mismo pensarían aquellos que llenaron la Siroco, para sorpresa del propio Ramsey. «Es increíble estar de vuelta en Madrid … un domingo por la noche, con tanta gente alrededor». La simpatía y cercanía de Ramsey se hizo palpable desde el principio, más teniendo en cuenta su procedencia: Asheville, en Carolina del Norte, una zona que al igual que Valencia sufrió hace no mucho los estragos de la naturaleza, en este caso los efectos del huracán Helene.
Bajo una tenue luz azul, pertrechado con su guitarra inició el concierto con los cálidos acordes de la instrumental "Raven Shadow" para enlazar inmediatamente con "1000 Black Birds" otro tema de su ya lejano disco "The Valley Wind". La sala se impregnó de un halo místico, a penas nadie osaba hablar. Tras una merecida ovación, dando las gracias a los técnicos de la sala por la calidad del sonido, Ramsey se hizo acompañar en el escenario por sus dos compinches: un bajista y una baterista – mil disculpas de antemano por no recordar ahora los nombres de semejantes musicazos.
El ambiente tomó tintes de sentido homenaje al malogrado Neal Casal. Un artista majestuoso, muy querido por estos lares, que antepuso su rol de escudero afable a su propia carrera. El día que se enteró de su fallecimiento compuso esa oda al que fuera compañero de giras y en cierto modo un homenaje a aquellos que sufren en silencio, sin poder ni saber pedir ayuda. "Flare (For Neal Casal)" emocionó por su calidez con esa percusión acompasada que otorga a la canción un ritmo solemne, pero ante todo familiar, cercano. "You Should Come Over" nos recordó a los primerizos Band of Horses, puros, alegres, brillantes.99
Ramsey alternaba las guitarras, sonaba pausado al interpretar a los teclados canciones esperanzadoras como la propia "New Lost Ages".
Siguió encogiéndonos el corazón con baladas delicadas como Where Were You dónde se recreaba a la guitarra, mostrando también sus dotes a la armónica. Parecía en su salsa, él que en su momento actuaba ante grandes audiencias. Feliz y afable en las distancias cortas, bromeando con el público al señalar que no se estrujo mucho los sesos al adaptar una de las canciones que compuso para su antigua banda e incluida en "Infinite Arms" dándole la forma de "Evening Country", la cual sonó épica y coral.
Los temas de "For the Morning", su anterior disco, se sucedían mostrando un gusto exquisito por melodías y armonías preciosistas como "The Bottom of the Sea", "Breaking a Heart" o "A Dream of Home". Por momentos, perlas como "Fires" evocaban a tótems como Young, aunque Ramsey ha logrado dotar a sus canciones de una identidad propia con esos tonos ondulantes de corte indie, folk y rock.
La química sobre las tablas era notoria. La banda disfrutaba sin disimulo, acompasada, volando sin esfuerzo ni estridencias, aprovechando cada instante juntos antes de que Ramsey volase a Reino Unido para actuar en solitario como telonero de la americana Lissie. Hicieron amago de despedirse con These Ghosts, un tema que nos recuerda que la redención no es tan sencilla, siendo a veces complicado sosegar a los fantasmas del pasado. No tuvimos que insistir para que Ramsey nos regalase una última joya a modo de sentida versión de Sparklehorse.
Bastaba con observar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que el efecto sanador que producen las canciones de Ramsey contagió a cada uno de los presentes, temerosos de abandonar la sala, deseosos de saludar a un cariñoso Tyler que se hacía fotos con todo aquel que se lo pidiese. El de Asheville nos demostró ser fiel a sí mismo, derrochando la misma simpatía y cercanía tanto dentro como fuera de las tablas. Daba la sensación de que vive como actúa: disfrutando cada instante, a imagen y semejanza de su música. De manera sosegada y con aura de autenticidad que contagia a cualquiera.
A partir de ahora, los domingos por la noche serán más llevaderos. Bastará recordar lo que vivimos en la sala Siroco para cargar las pilas, sonreír y combatir la rutina.