Fontaines D.C., fuego irlandés


Wizink Center, Madrid. Sábado 2 de noviembre de 2024.

Por: Javier González. 
Fotos: Estefanía Romero.

Es harto complicado hablar estos días de música, esa es la verdad. Por mucho que las citas estén marcadas como especiales en tu calendario desde hace meses. La trágica realidad pesa infinitamente más, sobre todo en una ocasión como esta en que ha mostrado su peor cara, golpeando a nuestros hermanos y hermanas manchegos y valencianos de forma terrible. Segando la vida de personas trabajadoras y dejando sin sus bienes más preciados a familias enteras que se verán obligados a empezar de cero, mientras el resto del país se organiza para tratar de ayudar, observando con asco por televisión como los políticos, que dicen representarnos, vuelven a dejar claro lo que muchos ya sabíamos, que en su mayoría son unos inútiles, pagados de sí mismos e incapaces de mirar por la verdad patria, la que conforma nuestra gente, más allá de banderas y sucios intereses periodísticos, partidistas y electorales que cada vez resultan más repugnantes. 

Con la tragedia que ha asolado las provincias de Albacete y Valencia presente en cabeza y corazón, acudimos a presenciar la visita a nuestra ciudad de los irlandeses Fontaines D.C., una de las bandas más en forma del panorama internacional. Volvían al foro para confirmar la grandeza y el músculo mostrado en sus dos últimos trabajos, “Skinty Fia” y el más reciente “Romance”; aclamados unánimemente por crítica y público, tal y como muestra el hecho de que si en su última visita a la ciudad actuaron en “La Riviera”, en esta ocasión el marco elegido no era otro que el viejo palacio de Deportes, donde habían agotado el papel para su formato Ring Plus, lo que suponía una venta de tickets que rondaría los 8.500 espectadores, dejando claro que su post-punk vigoroso y romántico ha logrado conectar con el público, entre los que esta vez pudimos celebrar la presencia de muchos jóvenes, algo que invita a pensar que puede haber un relevo generacional para la música hecha con guitarras. 

Abrieron fuego Wunderhouse, el proyecto capitaneado por el Jacob Slater, buscando captar la atención de un respetable que al menos en parte parecía conocer las bondades de su sonido. pues algunos de sus hits fueron coreados y aplaudidos con relativo entusiasmo. Dejaron buenas sensaciones gracias a un rock de amplias miras, intenso y vigoroso, repasando temas como “Midas”, “Rain”, “Leader of the Pack”, la que hasta ahora representa su canción más reconocida, “Teal”, “Arizona” o “July”, con la que tras media hora de actuación dijeron adiós al recinto madrileño, instantes antes que un telón blanco se alzara para negarnos la visión del escenario.

Con algo de retraso sobre la hora prevista comenzaron a sonar los primeros acordes de una inquietante “Romance”, sin retirar todavía el citado telón, buscando deliberadamente jugar con la emoción del público. Tema que dio paso, ya con la banda al completo ante nuestros ojos, a “Jackie Down the Line”, repleta de pegada para regocijo de un público que comenzaba a moverse y batirse el cobre en los primeros pogos de la velada, enlazada con la tremenda oscuridad de “Televised Mind” y “A Lucid Dream”, previas al ejercicio de apertura por parte del batería, Tom Coll, que anunciaba una festejadísima “Roman Holiday” y la brillante suciedad que impregna “Big Shot”, dejando claro que Fontaines D.C. son una de las bandas del momento por méritos propios. 

Y es que durante toda la noche demostraron un derroche de actitud sin fisuras, al que por poner un pero, se le podría achacar la ausencia de matices en determinados temas, detalles que sí muestran en sus álbumes y que en vivo se hubieran agradecido. Pero volvamos al tema de la actitud, la cual fue más que evidente, tanto en la faceta escénica con un Grian Chatten ejerciendo de chamán, arengando a la masa, como desde su compromiso, fijando sobre el escenario una bandera en reconocimiento al pueblo palestino, masacrado en continuos ataques con la connivencia de Occidente desde hace largos años; lástima que no encontraran el momento de mostrar su empatía con la tragedia que durante estos días asola nuestra tierra, lo hubiéramos agradecido sobremanera, un detalle en que alguien cercano a la banda debería haber reparado pues se echó a faltar. 

Continuaron sin bajar la intensidad con “Death Kink” y la bella “Sundowner”, donde Conor Curley tomó la voz cantante; las directas “Big” y “Hero´s Death”, dando paso a uno de los mejores momentos de la noche; representado por la interpretación de “Here´s the Thing”, previa al instante en que Carlos O´Connell, quien en cierta manera jugaba en casa dada su vinculación con Madrid, agarrara la guitarra acústica e hiciera un sentido homenaje al gran Antonio Vega, interpretando unas estrofas de “Tesoros” que para muchos pasaron casi desapercibidas, pero que a otros lograron tocarnos el corazón, antes de arrancar con “Bug”, uno de los tantos de los bombazos incluido en su último trabajo. 

Bajaron el pulso con “Horseness is the Whatness”, mostrando que no solo en la aceleración y el ímpetu presentan maravillosas credenciales, atacaron con vehemencia “Nabokov” y “Boys in the Better Land”, cerrando en falso con “Favourite”, en cuyo vídeo dejaron ya claro el especial cariño que tienen a Madrid, antes de desaparecer por un espacio de cinco minutos largos para acometer el bis. 

Volvieron para revestirse de espíritu romántico con la genial “In the Modern World”, envolviendo al respetable en una melancolía a todas luces deudora de la tradición lírica irlandesa, representada por algunos de los mejores escritores de la historia como James Joyce, Oscar Wilde o William Bulter Yeats; o por letristas únicos de rock como nuestro amado Shane MacGowan, previo al broche de oro que supone “I Love You”, con su particular cruce de bajo y guitarras, clausurando el espectáculo con las proclamas incendiarias de “Starbuster”, mostrando el orgullo y la garra de un quinteto cuyo techo parece no tener límites y para el que una hora y media de concierto se queda desde ya mismo como muy corto, puesto que todavía dejaron sin sonar unos cuantos temazos, algo que muy pocas bandas actuales pueden permitirse, algo que sin embargo no impidió un éxito reflejado en las caras de felicidad de sus fans al abandonar el coliseo madrileño.