Tal vez te hayas preguntado alguna vez por qué todo el mundo ama a Dolly Parton. En primer lugar, porque detesta la prenda del chándal. Ya solamente por eso debería obtener un reconocimiento unánime, pero cualquiera que desee conocer otras razones más importantes por las que la artista multifacética de Tennessee (el mismo estado en el que vivió Elvis, al que la artista se atrevió a decir que no ante una propuesta musical) es adorada en un país tan enfrentado como EE.UU., está obligado a leer el libro de Beatriz Navarro. La periodista ha sido hasta hace poco tiempo corresponsal en Bruselas de La Vanguardia. Un diario que todavía sostiene la respetabilidad del buen periodismo, acechado más que en ninguna otra época por la competencia de las redes sociales, que actúan como fuentes de información sin serlo. Este libro está incluido en la misma colección en la que aparecen los reportajes de otro gran corresponsal, Enric González, reunidos bajo el nombre de “Historias de Londres” o “Historias de Nueva York”. Esta biografía periodística dedicada a Dolly Parton merece estar junto a aquellas crónicas que nos produjeron tanto deleite al leerlas.
La vida musical de Dolly Parton se inició cuando pudo emanciparse audazmente de su pareja musical y protector paternalista, Porter Wagoner. Realmente, Dolly disponía de motivos suficientes para confiar en su propia valía; desde su adolescencia ha demostrado que es una compositora asombrosamente prolífica, que además ha acertado plenamente con algunas creaciones que le han reportado, además de una justa fama, el dinero suficiente para poder ser dueña indiscutible de su carrera. En ciertos contextos no queda otro remedio que comprar la libertad artística. Aunque prefiero “I Will Always Love You” a “Jolene”, ninguna de las numerosas versiones de estas canciones y de otras ha sido capaz de superar a las originales que Dolly Parton grabó en el estudio con su voz tan particular y frágil. El libro sirve para revelar que la música también es un “business”, en el que esta poderosa mujer ha destacado especialmente, y además lo ha hecho en un mercado extremadamente difícil como el americano. En los años ochenta del siglo pasado librándose del encasillamiento de la música country y tradicional de la que era su adalid femenino, exploró nuevos campos musicales, por no hablar de sus incursiones en el cine, concediéndole una popularidad todavía mayor gracias a sus interpretaciones naturales y a las canciones compuestas por ella que estas películas adoptaron.
Este entretenidísimo reportaje de larga extensión es el resultado de la corresponsalía de Beatriz Navarro en Washington durante el infausto período "trumpista", y de su fascinación por la exitosa trayectoria de la cantante y actriz, pese a que desde su nacimiento tenía todo en su contra, debido a la escasez de recursos económicos y culturales de su familia, afincada en las Smoky Mountains de Los Apalaches, una de las zonas más aisladas y pobres de Norteamérica. Cada capítulo está encabezado por el título de una canción decisiva en su carrera musical. A fin de cuentas, Dolly Parton, no ha dejado de ser una niña espabilada y valiente que aprendió a cantar en las fiestas familiares celebradas en la humilde cabaña en la que se crio. La razón de ser de su vida es la música. Estas canciones han sido reunidas por la autora en una lista muy recomendable.
El origen de Dolly Parton es una de las razones que explica el apoyo insólito que esta figura tiene en buena parte de la población de su país (no tanto en Europa y en el resto del mundo). Ella misma representa la prueba excepcional de la meritocracia que es objeto de una fe inusitada en este país, hasta el punto que está recogida incluso en el documento fundacional de este país. No obstante, la autora de este libro se encarga de precisar que, si bien Dolly Parton es una manifestación notable del “American Dream”, para la mayoría de los ciudadanos de EE. UU. la meritocracia no deja de ser un ilusorio proyecto imposible de realizar. Lo que, junto a la ausencia clamorosa de la intervención del Estado, ha resultado catastrófico para los habitantes de Estados Unidos y particularmente para los del estado de Tennessee. Tanto es así que la filántropa Dolly Parton y su fortuna han tenido, en más de una ocasión, que salir al rescate de las clases populares, como bien relata la periodista en los últimos capítulos del libro. Durante la etapa de la depresión, posterior a 1929, unas increíbles mujeres montadas a caballo llegaron hasta el último rincón de los Apalaches, para entregar libros en préstamos a las personas que malvivían en esos lugares hostiles. Fueron las bibliotecarias de los Apalaches, a quienes ha sustituido la fundación de Parton, a través de la iniciativa “Imagination Library”, ha distribuido más de 200 millones de libros infantiles desde 1995, entre la población infantil estadounidense y la de otros países.
Beatriz Navarro señala las contradicciones de Dolly, al mismo tiempo, que reconoce el modo admirable en que la artista ha logrado hacer de ellas una manifestación más de su singular personalidad. Es una hábil comunicadora a través de lo que dice y, por supuesto, de su imagen personal, libre de complejos e inasequible a los prejuicios. Los estadounidenses en la búsqueda de identidad que emprendieron posterior al desconcierto provocado por los atentados del 11-S han encontrado en Dolly Parton, una figura capaz de cohesionar sus diferencias. Los capítulos de carácter sociológico del libro son formidables y retratan un país que, desde esta orilla, desde Europa, resulta, por momentos, indescifrable.
En las elecciones decisivas del próximo mes, en honor a la verdad todas han sido decisivas desde la elección de Obama en 2008, es imposible saber si saldrá una ganadora, dios y los votantes lo quieran, y un perdedor, lo que es seguro es que Norteamérica seguirá adorando a Dolly Parton. Casi tan popular como las barras y estrellas.