Jethro Tull: Belleza, solemnidad y finura en una función insuperable


Gran Teatro Caixa Bank Príncipe Pío, Madrid. Lunes, 30 Septiembre del 2024.

Texto y fotografía: Fran Llorente.

Cuando ya pensábamos que la inmortal banda de Ian Anderson iba a hacer mutis por el foro, ya muy cerca de su lógica (aunque triste para todos los fans) indudable jubilación, por razones estrictamente biológicas (su líder, compositor y máximo exponente ronda casi ochenta primaveras) renacen de nuevo, con dos elepés publicados en esta última década, protagonizando nuevas giras en loor de multitudes (viejunas). Podemos asegurarlo, con un poquito de suerte: hay Jethro Tull para rato.

Tercera incursión de nuestros héroes en Madrid (y alrededores) en lo que llevamos de aciaga década de los años veinte. Si en los libros de historia "los felices años veinte" se refieren al siglo XX, en este nuevo siglo, ya hemos vivido (en estos años) una infausta pandemia, amén de las guerras por todos conocidas y que no cesan… y un criminal genocidio (en Gaza) televisado a diario. De otras desgracias acaecidas en tiempos recientes como la erupción del Volcán de La Palma o la Tormenta Filomena, que nos dejó helados (y cubiertos de nieve durante un mes) ya casi ni nos acordamos, igual que de los 7.291 fallecidos (o prácticamente asesinados…) en las Residencias de la Comunidad de Madrid durante este infame periodo. Total, "¿los viejos a quién le importan?", como dice un amigo mío, y eso que vamos todos camino ya de una provecta edad donde fallan las fuerzas y las capacidades menguan. De algunas de estas cuestiones versan las composiciones de nuestros protagonistas, que sentenciaron en uno de sus discos más célebres, el sabio aforismo de “Demasiado viejo para el rock’n’roll, pero demasiado joven para morir”…

"Más sabe el diablo por viejo que por diablo", reza el docto y puntero refrán. Ian Anderson, (pese a sus 77 ‘tacos’) y con toneladas de rock’n’roll a sus curtidas espaldas, se mantiene en buenísima forma y con un timbre de voz envidiable para su edad. Rodeado por cuatro músicos como la copa de un pino, el jovencito y rutilante guitarrista Jack Clark, brilla con luz propia, más los fabulosos (y habituales en este último periodo) David Goodier al bajo, Scott Hammond a la batería y John O’Hara al piano, teclados y sintetizador, dejaron una verdadera cátedra de finura y sutileza en un show que nos hizo relamernos de puro gusto. Con una concepción muy "pinkfloydiana" del espectáculo, donde cada canción llevaba aparejada una pequeña película (que ilustraba la música) en la gigantesca pantalla digital que había a sus espaldas, presentaron un repertorio muy variado y actual, donde hubo espacio para ‘colarnos’ diversas piezas de sus dos últimos elepés “The Zealot Gene”(2022) y “RökFlöte”(2023). Faltaron muchos clásicos, como es lógico, pero con una discografía tan amplia como la suya, todo no puede ser. 

Otra de las sorpresas de la noche fue ver las gradas del Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío retractiladas y embutidas en una pequeña pared (al modo del WiZink Center) y de este modo poder disfrutar de pie y en primera fila, un espectáculo que conservaremos en nuestras neuronas durante mucho tiempo. Hacía más de una década que no conseguíamos ver a nuestros protagonistas con el público en pie, ya que desde 2010 todas sus visitas se cuentan en Teatros (con aforo sentado), a Palacios de Congresos y lugares de ese tipo. Habríamos de remontarnos a aquel inolvidable concierto gratuito de Jethro Tull y Gwendal en las Fiestas de Alcorcón de 2008 para contemplar una situación parecida.

Echando la vista atrás, convendremos que sus dos últimas visitas que hemos podido cubrir (Circo Price, en marzo de 2022, y La Granja de San Idelfonso, agosto del año pasado) han cuajado unos shows para alucinar por completo, variando bastante el repertorio entre unos y otros, lo cual es de agradecer especialmente. Ya en el mes de mayo de 2023, Jethro Tull habían visitado Donosti, A Coruña y Vigo, y también se han pateado Cartagena, Barcelona y un sinfín de puntos cardinales de nuestra geografía como auténticos Correcaminos del rock (con mayúsculas) más auténtico.

Ambiente súper agradable, con un punto de solemnidad, en la descarga de Jethro Tull en Príncipe Pío. La función se dividió en dos mitades, como viene siendo habitual, separadas por un pequeño descanso de unos veinte minutos. Abrieron fuego con las súper clásicas y bluseras: “My Sunday feeling” y “We used to know” (con ciertos guiños al “Hotel California” de los Eagles), seguida de una maravillosa “Heavy Horses” con los caballos percherones desfilando por las pantallas y siendo sustituidos por los modernos tractores, que son los ‘Caballos Pesados’ de nuestra era post-industrial. “Weathercock” (la canción que cerraba ese mismo álbum de 1978) fue una de las sorpresas que nos tenían reservadas, seguida de la estupenda “Roots to branches”, canción que daba título al álbum de 1995. “Donkey and drum” y “Wolf Unchained” echaron más leña al fuego, antes de asomar “Mine is the Mountain”, satírica composición sobre el poder de las religiones en el mundo, con un Zeus / Moisés castigador y cruel mostrando su rostro enojado en las pantallas, para cerrar este primer tiempo con el capricho “Bourée in E Menor” de John Sabastian Bach.

Tras un breve y merecido descanso, abren la segunda parte con la rutilante y poderosa semi-balada “Farm on the Freeway”, un medio tiempo arrebatador, con un in-crescendo verdaderamente espectacular, muy cercano al hard-rock. Tras esta pieza de puro fuego y miel, “The Navigators” y “Warm Sporram” pusieron el contrapunto de sinuosa actualidad, seguida de una rutilante “Mrs. Tibbet”, composición antinuclear al más puro estilo Roger Waters (o Miguel Ríos, si ustedes prefieren el rock autóctono). A continuación, la tenebrosa “Dark Ages” (rescatada del álbum “Stormwatch” de 1979) toma la temperatura de un mundo a la deriva, que luce la edad oscura del brillo tecnológico y las inversiones sombrías de Wall Street mientas el calentamiento global hace estragos en los bosques del planeta, con incendios devastadores a los que es casi imposible ponerles freno.

Llegados a ese punto, tiempo para la versión libre de “Aqualung” (con orquestaciones diversas) que vienen marcándose últimamente, mientras los desheredados del planeta muestran su rostro en la pantalla digital, situada al fondo del escenario, de la India a Nueva York, pasando por otras grandes urbes, donde los mendigos viven su miserable existencia. Ya lo afirmaba, con notable rotundidad, el filósofo Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre” y los Jethro Tull lo subrayan en varias de sus ‘amargas’ e irónicas composiciones. Con todo el pescado vendido, un postrero bis: “Lomotive Breath”, donde por fin permiten al público hacer fotos y grabar videos con sus teléfonos móviles, pone el broche de oro a otra deliciosa actuación de esta banda inmortal. Chapeu una vez más.

Posdata: Desde esta web queremos dar las gracias a la Organización del Evento (y en especial al personal de Warner Music Station) por las facilidades prestadas para facilitarnos el desarrollo de nuestra labor periodística y también por enorme amabilidad en el trato. Sobresaliente cum laude para el equipo encabezado por Tatiana Fernández, Arantxa Soto, María Torrejón ( y Casilda…) cuyo trabajo agradecemos infinito.