Ray LaMontagne: “Long Way Home”


Por: Kepa Arbizu. 

Ningún proceso evolutivo, y por supuesto tampoco el que atañe al campo artístico, se puede representar como una línea recta orientada en una única dirección Al contrario, todo desarrollo implica retroceder sobre los propios pasos, olfatear paisajes alejados de esa senda principal o, incluso, por qué no, decidir recuperar caminos que se intuían ya abandonados. Un mapa de rutas garabateadas que sin embargo no significa que su trazada haya declinado -algo por otro lado imposible- el firme compromiso de continuar avanzando. Ray Lamontagne es un músico ya lo suficientemente veterano, su actual trabajo significa su octava entrega, como para saber, o haber aprendido, que a veces no hay mejor manera de reafirmar el presente que ir en busca de ciertos recuerdos que parecían embalados ya de forma definitiva para ser olvidado en algún trastero de la memoria. Por eso, su recién publicado trabajo, “Long Way Home”, por si no resultar lo suficientemente explicito con su título, adopta una puesta en escena que, gracias en parte a la puerta abierta por su predecesor “Monovision”, si en lo formal significa recuperar aquellos primeros vestigios más clásicos de su discografía, su contenido logra presentarse como un iluminador repertorio digno de aupar una trayectoria reciente algo más roma. 

Un camino a casa que bajo ningún concepto debe ser dictaminado como un retroceso, porque aunque incluso el origen inspiracional de estas canciones, señalado por el propio autor en los versos del tema de Townes Van Zandt, "To Live Is To Fly", a quien observó con fascinación sobre las tablas con veinte años escasos, pueda despistar por su carácter nostálgico, en realidad no deja de ser una invocación a ese estremecimiento primerizo causado por una voz, unos acordes o una melodía que parece estar escrita exclusivamente para nuestro deleite. Una rememoración de naturaleza romántica pero imprescindible en ocasiones para mantener activo ese nervio que impide el adocenamiento o la vulgaridad, un mal al que nunca ha sido expuesto el compositor estadounidense, pero del que ahora se aleja todavía más. Porque siempre surge un momento en que tarde o temprano todos aquellos fervores musicales que han ido anidando en el interior necesitan ser exteriorizados y compartidos, y ese día, para Ray Lamontagne, ha llegado ahora. 

Que "Long Way Home" haya sido grabado en el estudio casero del propio autor congregando  a su alrededor a viejos compañeros, el caso del productor y multinstrumentista Seth Kauffman, como a habituales escuderos en la actualidad, papel materializado por el pedal steel de Carl Broemel, o a incorporaciones de nuevo cuño, ilustradas por los coros de The Secret Sisters, quienes devuelven la colaboración que recientemente llevara a cabo el músico, no deja de ser una clara simbología de la naturaleza que esconde el álbum: una visión de la vida no como un mero ejercicio de huida hacia adelante sino todo un continuo aprendizaje alimentado de diferentes momentos y épocas. Un relato luminoso que alumbra hacia la búsqueda de ese hogar donde sentirse a cobijo frente al abrupto destino y que encuentra su perfecta materialización en la inaugural "Step Into Your Power". Una maniobra de empoderamiento donde las serpenteantes bases rítmicas de raíz funk contrastan con esa interpretación característicamente vaporosa, casi lánguida, que no endeble. Cuerdas vocales que marcan el paso al son  de Bill Withers y se deslizan por el suelo arenoso de JJ Cale para, apuntaladas sobre un coro gospel, certificar ese llamamiento a hacer realidad cualquier sueño.

Entonación de emocionante susurro que encuentra en el folk clásico su territorio predilecto para engrandecer un repertorio global a base de convocar a esos bardos consagrados, ya sean, lógicamente, el autor de "For The Sake Of The Song", John Prine o sobre todo Stephen Stills. Tradición que se bifurca para por un lado remarcar su naturaleza campestre en una "I Wouldn’t Change A Thing" donde reniega de cualquier enmienda a su pasado o por medio de la sobrecogedora desnudez de "Yearning" desplegar su carácter más soul. Menciones a nombres ilustres que todavía se hacen más significativos e imposibles de obviar cuando suena la armónica de "And They Called Her California", que lleva impreso la firma de Neil Young, o la dicción que comanda “My Lady Fair”, en la que no cuesta nada encontrar a Van Morrison. Entornos sonoros que se vuelven más etéreos y casi psicodélicos cuando su voz se mece sobre las cuerdas de "The Way Things Are" para recoger la nostalgia identificativa de Nick Drake o en el final encomendado al tema titular donde su interpretación se propulsa en primer plano para transformarse en un manantial de serenidad que nos invita a soñar con la existencia de ese paisaje donde la placidez es capaz de enmudecer a los caminos torcidos.

"Long Way Home" demuestra que los grandes hallazgos, tanto artríticos como personales, no siempre se encuentran tras una puerta de contenido desconocido, en ocasiones, volver a cruzar aquellos senderos ya atravesados significa estar frente a una nueve revelación, porque, al igual que ese río que describía Heráclito, nunca idéntico a la hora de sumergirse en él, realizar las mismas preguntas que formulamos antaño pueden traer como consecuencia respuestas diferentes. Bajo ese concepto Ray Lamontagne ha realizado un disco exquisito, con algunos repuntes realmente excelentes, recogiendo todas aquellas músicas que le emocionaron y le han traído hasta este punto. Canciones que, utilizando la simbología de una de ellas, y pese a esa naturaleza calmada que siempre acompaña al intérprete, no rehúyen fajarse en ese ring en el que se suele transformar la experiencia humana, pero que sobre todo son conscientes de que encontrar un rincón donde poder descansar de ese constante intercambio de golpes, aunque sea una tarea que puede llevar toda una vida, es la mejor manera de mantenerse en pie sobre la lona.