Lección de clase a cargo de Richard Hawley en la sala But de Madrid


Sala But, Madrid. Lunes, 23 de septiembre del 2024.

Texto y fotografías: Guillermo García Domingo.

¿Quién no se pone nervioso si su artista preferido le cita para una “intimate evening”? Reconozco que estaba expectante desde antes incluso, cuando el músico británico confirmó en una entrevista de El Giradiscos celebrada hace unos meses que en septiembre se presentaría en nuestro país. Por este motivo, fue tan oportuna, para templar los ánimos, la actuación previa del dúo (al que se sumó un buen baterista) formado por Lúa Ríos y Carlos del Amo. Los componentes de Gold Lake hicieron mucho más que eso, ofrecieron un concierto elegantísimo; la voz de la primera no desmerece a las de las grandes divas oscuras de Norteamérica, y el guitarrista introduce las notas precisas en la corriente que sostiene la recitación lánguida de la cantante. Como había hecho los deberes previamente y había escuchado su más reciente creación, “Weightless” (2023), reconocí y aprecié todavía más, “Hidden Lovers”, “Weightless Arrows” o “Back to My Soul”, entre otras. El público que tomaba posiciones se sorprendió con una canción todavía más reciente, esta vez en castellano, “La luz”, bello homenaje a la metrópolis de Nueva York, donde han residido durante mucho tiempo. 

La invitación de Hawley era inequívoca, debido a ello, mientras descendíamos a la pista de la siempre acogedora Sala But, había varios carteles que advertían que, durante la actuación, el cantante solicitaba que estuviéramos en silencio. Cuando Hawley apareció descubrimos que no estaríamos a solas con él, también nos acompañaría alguien, eso sí, de la máxima confianza, nada menos que el guitarrista Shez Sheridan, con quien se entiende con una mirada. Pertrechados de guitarras acústicas, pero no desenchufadas, ambos “hermanos” musicales iban a ofrecernos un repertorio idóneo para este recinto madrileño que siempre juega a favor de las propuestas menos grandilocuentes. Lo único que desentonaba con la digna sobriedad de Hawley era su chaqueta verde con hombreras negras, de corte rockabilly, que era molona hasta decir basta. 

El concierto nos ofreció más razones de las que ya teníamos para defender que “In This City They Call You Love” (2024) no es una obra menor de Richard Hawley, tal y como se ha insinuado en algún artículo. Las tres canciones de este disco que interpretó, “´Tis Night”, “Prism in Jeans” y “Heavy Rain”, son soberbias, y fueron recibidas con entusiasmo. En particular, “´Tis Night”, se trata de una de esas baladas imperecederas, que, sin aspavientos, porque sí, se instala en un lugar muy profundo del que la escucha, con una naturalidad asombrosa. Casi no nos atrevíamos ni a respirar. 

La excesiva gravedad de la voz de Hawley y tal vez algún ajuste inicial del micrófono nos privaron de disfrutar del todo de las dos primeras canciones, “As the Dawn Breaks” y “Ashes on The Fire”, pertenecientes al álbum “Truelove´s Gutter” (2009), que, a mi juicio, es un álbum más bello si cabe que el estimadísimo “Cole´s Corner” (2005), cuyo himno irresistible, “Tonight The Street Are Ours” fue recreado justo después. Para entonces la voz de Hawley ya había entrado en calor. Cuando eso sucede, estás perdido. Esta canción es más necesaria que nunca, ahora que los neofascistas se quieren apoderar de las calles, como hemos visto recientemente en el país de Hawley. Antes de la canción dieron comienzo los parlamentos políticos del de Sheffield. La concurrencia cumplió de una manera escrupulosa con su parte, salvo en esos interludios, en los que siempre hay gente que se anima a proclamar algo fuera de lugar. No obstante, Hawley fue capaz de aprovecharse de esas salidas de tono para sacar a relucir ese humor socarrón del que siempre hace gala. Cantando y hablando, en ambas circunstancias se mostró magnánimo. Era a todas luces inapropiado pedir “The Ocean” teniendo en cuenta las “herramientas” y el set que Hawley tenía en el escenario. Ahora bien, ¿quién se resiste a pedir una de las mejores canciones del siglo XXI? 

Hablando de herramientas, antes de la versión de “Corrine, Corrina”, blues que pronto cumplirá 100 años, el músico se acordó de sus esforzados ascendientes, trabajadores del metal y músicos de vocación. Gracias a ellos, el niño Hawley se cayó en la marmita de la mejor música que se podía escuchar las décadas de los 50 y 60. Esto es algo de lo que dejó constancia el repertorio. La compenetración de ambas guitarras dio lo mejor de sí en “The Sea Calls” y en la prodigiosa “Standing at the Sky´s Edge”, incluida en un álbum al que algunos pusieron pegas en su día, y, sin embargo, Hawley le ha sacado un gran partido (musical incluido). Esta última se prolongó gracias a un increíble puente instrumental que dejó con la boca abierta al público. Y así seguimos el resto del concierto, aunque en ocasiones, tuvimos la tentación de cerrar los ojos, con el propósito de saborear mejor “Precious Sight” del lejano álbum “Late Night Final” (2001), o la sobrecogedora “Lady Solitude”. Antes de abordar “Just Like the Rain”, uno de tantos clásicos que tiene a su disposición Hawley, este sacó a colación la herida abierta de buena parte de los británicos, el maldito Brexit, mientras nos contaba el periplo europeo de su gira y terminaba reivindicando que ellos, realidad, no eran británicos sino de Sheffield, y además europeos. Casi al mismo tiempo que sonaba el primer acorde lanzó a la grada un grito visceral: “Fuck Tories!!” Que recibió la aprobación entusiasta del público y de quien esto escribe, hastiados como estamos del conservadurismo liberal en su versión madrileña.

“Heart of Oak” ya sonó a bis, aunque los bises fueron, en este caso, el precioso tema “For Your Lover Give Some Time”, dedicado a “his wife” y “My Little Treasures”. No se marchó a disfrutar de una merecidísima cerveza sin antes anunciarnos que la próxima vez regresaría con su banda. Habida cuenta de la belleza de la propuesta que disfrutamos a nadie le importaría una segunda cita íntima. Sea como sea, acudiremos puntuales cuando regrese, que a nadie le quepa ninguna duda. Parafraseando a su compatriota John Keats, “a thing of Hawley is a joy forever”.