Kid Congo Powers & The Pink Monkey Birds: Un vicio delicioso llamado rock and roll


Fun House, Madrid, 6 de septiembre del 2024. 

Texto y fotos: Javier González.

Había ganas de volver a las salas y de arrancar la temporada, si es que se puede hablar en dichos términos de los conciertos. Ese fenomenal tío vivo que nunca para de girar por mal dados que vengan los tiempos. Y es que ya se sabe, en verano ganan por la mano los bolos que adoptan la piel de festivales, una “nueva” selva capitalista y salvaje entre las que sobreviven excepciones donde prima el valor de sus propuestas, un cuidado milimétrico en la elaboración del cartel y la preparación de un recinto accesible y cómodo, elementos tras los que se esconde una muestra indudable de respeto a un público asistente que sabe reconocer el esfuerzo de sus responsables a base de excelentes críticas y una fidelidad a prueba de bombas. 

El caso es que nosotros decidimos comenzar el curso de la mejor forma posible, acercándonos al madrileño Fun House -que otro año más promete llenar su escenario de propuestas a tener muy en cuenta- para ver en directo a Kid Congo Powers & The Pink Monkey Birds, el cuarteto capitaneado por Brian Tristan, mítico nombre ligado a bandas tan importantes como The Gun Club, The Cramps y Nick Cave & The Bad Seeds, pura aristocracia y mística rockera que no defraudó ni antes, ni durante ni mucho menos después de la velada. 

La realidad es que había muy buen ambiente previo en las calles aledañas y en la cola de espera para acceder a la sala, anunciando lo que se nos venía; en la misma sobresalía la gente de mediana edad, orejas bien entrenadas, finos paladares musicales y por supuesto estéticas cuidadas, que, pese a ser talluditos y talluditas, no se esforzaban lo más mínimo en disimular la emoción por ver a tan magno nombre a pocos metros de distancia. 

El bueno de Kid comenzó a ganar la partida antes de dar una sola nota. Embutido en un elegante traje blanco, luminoso y radiante, nos recibió cerca de la puerta, junto al puesto de merchandising, para firmar cualquier objeto de memorabilia (libros, cds, pósters) que tuviéramos a bien acercarle y fotografiarse con una sonrisa de oreja a oreja con decenas de fans encantados ante la accesibilidad del rockero californiano. Evidentemente, no perdimos la oportunidad de acercarnos a saludarle, robar un autógrafo y recordarle nuestra pasada entrevista. Gentilmente nos recibió, asintió con la cabeza y nos regaló una sonrisa, intercambiamos unas cuantas frases y nos preparamos para lo que venía en unos pocos minutos tras estrechar su mano. 

Lo que vino a renglón seguido fue una descarga de rock and roll. A ratos cavernario, a ratos más limpio. A veces más directo y en otros más fluctuante. Vibrante y serpenteante. Dicha descarga estuvo capitaneada por Kid Congo, quien en todo momento se encargó de ejercer como director de ceremonias, locuaz, divertido y parlanchín, sin regalarnos apenas palabras en castellano, eso sí, pero derrochando carisma y gracia naturales, de las que es imposible impostar. 

Interpretó casi en su totalidad su último trabajo, el interesante “That Delicious Vice”, donde encierra canciones tan notables como “Wicked World”, que sonó como el tren a punto de descarrilar que es, la fenomenal “A Beast, A Priest”; “Silver for My Sister”, una de nuestras favoritas de toda la velada, “The Boy Had it All”, otro caramelito envenenado, y las piezas más down tempo como “The Smoke is the God”, “Las Vegas Interlude” y “Never Said”, entre otras. 

Si hubiéramos de destacar tres momentos de la noche, sin duda rescataríamos el momento en que Kid Congo buscó la complicidad de la audiencia, lograda desde primera hora, todo sea dicho, yendo un paso más allá al proponernos hacer los coros en “Ese Vicio Delicioso”, un temazo a mitad de camino entre “La Bamba” de Ritchie Valens y la adaptación del “Hey Joe” de Willy DeVille, que es puro rock latino de sangre caliente, donde nos invitó a hacer los coros en el estribillo. 

Y cómo no, hay que rememorar el vello de punta en los homenajes que regaló a lo largo de la noche, el primero devolviendo a la vida a su amigo Jeffrey Lee Pierce y a The Gun Club, atacando una emocionante “Sex Beat”, y un poco más adelante haciendo lo propio con The Cramps, rescatando “Primitive”, donde volvimos a recordar que el rock and roll pertenece a las grutas y que allí reinaba una pareja irrepetible, Lux Interior y Poison Ivy, dos personas puras que amaban los discos proscritos y olvidados por encima de todo. 

Sin apenas darnos cuenta el billete se acabó, entre rock and roll directo y certero; en un ambiente repleto de cercanía, actitud desenfadada y recuerdos de tiempos pasados a los que se mira con especial cariño, pero sin olvidar que el presente y el rock and roll siguen siendo la razón principal todavía a día de hoy. Porque Kid Congo Powers & The Pink Monkey Birds no son más que eso, una reivindicación del rock de siempre, el de cuatro tipos subidos al escenario, camino de los setenta, pero disfrutando como chavales. Una lección que Brian Tristan aprendió hace mucho tiempo, cuando apenas era un adolescente desubicado de La Puente, California. Fue allí donde entendió que la música no solo marca nuestras vidas, sino que también las salva… y más si el género que cultivas es un vicio delicioso llamado rock and roll.