El Vive Latino más ecléctico consolida su propuesta


Espacio Expo, Zaragoza. Viernes y sábado, 6 y 7 de septiembre de 2024.

Texto y fotografías: Javier Capapé 

Superar un cartel con artistas de renombre como ocurrió en las dos primeras ediciones del Vive Latino en Zaragoza no era tarea fácil. Por eso mismo esta tercera edición del festival iberoamericano de cultura musical instalado a este lado del Atlántico era su salto definitivo para consolidarse como festival indispensable. Riesgo y eclecticismo definían su cartel, pero entre sus nombres (no los más esperados ni evidentes) quizá encontramos la verdadera esencia de este tipo de eventos, esa que nos permite conocer artistas de segunda y tercera fila frente a otros punteros, que no tienen por qué ser los que llenen los escenarios siempre. De esta forma puedes encontrarte con grandes sorpresas como el pop épico de Siddhartha combinado con un exquisito grupo de mariachis en escena interpretando su éxito "00:00" o la contagiosa energía de Travis Birds mientras encara la conocida "Grillos" o la más gráfica "Thelma & Louise" (con grandes escuderos en su banda como el talentoso Javi Pedreira en la guitarra o el preciso bajo de Jacob Reguilón), junto a propuestas con mayor solera como el arrebato irónico de La Cabra Mecánica, que se nos presentó con una banda de primera bien aguerrida que supo levantar al personal mucho más allá de "La lista de la compra", o las cada vez más solventes Ginebras, con su apuesta por el sonido impulsivo y garagero tan bien representado en las canciones de su reconocido disco "¿Quién es Billie Max?"

Eso sí, como en cualquiera de estos festivales, se impone por momentos el compadreo, la charla insistente por parte de muchos de los congregados que van más por reunirse con los amigos que por la música en sí, las largas colas para hacerse con algo de comida, además de la falta de interés cuando el que está en el escenario no es el más esperado. Pero tristemente es algo con lo que tenemos que convivir, aunque si queremos acercarnos a lo que verdaderamente importa, el Vive Latino también ofrece la oportunidad de hacerlo, con buenos accesos a la parte delantera de los escenarios y cercanía entre los mismos para no perderse nada. 

El viernes fue el turno para dejarnos sorprender por el tecno pop accesible de Dorian, que anunció disco nuevo para finales de octubre del que presentaron "El sur", y que derrochó su energía característica levantando a todo el respetable al ritmo de "A cualquier otra parte" o la siempre infalible "La tormenta de arena". No llegamos a tiempo para abrir con Chambao, pero sí que dieron en la diana, a pesar de su corto espacio en el cartel y las tempranas horas asignadas, La Habitación Roja, que mezclaron algunos de sus últimos lanzamientos en forma de single con clásicos como "Indestructibles" o "Ayer", con Jorge Martí dándose un baño de masas entre el público. 

Muchos de los congregados el viernes venían a escuchar a Hombres G, pese a que quizá fuese el grupo que menos encajaba en el cartel de este año. Sin embargo, su pop ya canoso contagió de cierta frescura nostálgica a una gran mayoría coreando sus canciones de siempre una tras otra. El plato fuerte de la velada vino dividido en capítulos de un camino que va del miedo al paraíso de la mano de Mikel Izal. Ahora ya presentándose como solista y con una banda que potencia mucho el groove y las programaciones, en su propuesta cobra gran importancia lo visual junto al interés que despierta ver transformadas las canciones que gestó con su grupo en este nuevo traje más industrial. Cierto es que su concierto no defraudó, aunque se echaron de menos más guitarras y el sonido contundente rozaba el emborronamiento en la parte más cercana al escenario, lo que nos hizo optar por una recolocación más atrás para poder apreciar todos los matices. 

El sábado se produjo un viraje radical en la propuesta del festival, que repartió sus escenarios entre propuestas mucho más afiladas y rockeras que en la jornada previa. Arrancamos bajo el poder lisérgico de los brillantes Rufus T. Firefly, que, una vez más, nos hicieron flotar entre el virtuosismo en las cuerdas de Víctor Cabezuelo y la precisión a la batería de Julia Martín-Maestro caldeando el ambiente a primera hora de la tarde. El que fuera líder de Zoé, León Larregui, no estuvo tan acertado y nos fue casi imposible descifrar sus letras con ese intento que persigue de sonar contemporáneo, pero que no llegó a conectar con los congregados en el escenario del anfiteatro de la Expo zaragozana. 

Rayden se mostró tan accesible como explosivo en su despedida de los festivales y las giras, en la que era una de las últimas paradas de este tour en el que está inmerso. Nos recordó que fue en Zaragoza donde empezó a dar pasos fuera de Madrid y, aunque el público no quería que esto fuera de verdad un adiós, Rayden afirmó que esta decisión de bajarse de los escenarios es el mejor de sus errores, aunque dejó bien claro con un gran letrero proyectado al final del show que quiere que nos volvamos a ver, de otra forma quizá, pero sin cerrar definitivamente el contacto con su público. "La calle de la llorería", "Ubuntu" o "La mujer cactus y el hombre globo" mostraron como puede acercarse el rap a la gran mayoría, convenciendo sobradamente. 

El turno de Kiko Veneno llegó cuando caía la tarde y nos dejó con ganas de algo más. Le encontramos demasiado relajado y, aunque sus clásicos no faltaron, esperábamos una mayor capacidad para levantar pasiones, algo que sí sentimos con el rock bronco y áspero, a la par que descaradamente directo en sus discursos, sin edulcorantes, de Ilegales. Jorge Martínez declaró con sus canciones ser tan macarra como hortera, convertirse en ministro de la muerte y estar agotado de esperar el fin, aunque remarcó que lo que verdaderamente le importa es sentir que está muy vivo después de todo, algo que en un grupo con esta filosofía cruda y sus más de cuarenta años de carrera es toda una proeza. 

Con Standstill probamos el que podríamos llamar rock para el intelecto. Sus melodías se perdían por momentos entre la maraña de sonido y su discurso resultó ser demasiado sesudo. Un grupo difícil de acceder en profundidad en el contexto de un festival como éste, donde definitivamente todos esperaban a Los Planetas. Los granadinos venían a hacer un merecido homenaje a "Super 8", su disco debut que cumple treinta años. Jota y Florent interpretaron íntegro este disco, algo que caracteriza a su gira actual, entre proyecciones coloristas y una garra fuera de lo común. Vimos al grupo en una de sus mejores versiones. Su directo fue más claro en sonido que en otras ocasiones, incluso pudimos escuchar sus letras más de lo que viene siendo habitual y hasta Jota fue generoso con las palabras. 

Desde "De Viaje" hasta "La caja del diablo" desgranaron con gran precisión los diez temas del disco para hacer un breve receso y volver al escenario para regalarnos hasta cuatro temas más, entre los que no faltaron "Segundo Premio" o "Pesadilla en el Parque de Atracciones". Un concierto sublime, unos planetas perfectamente alineados y dando una lección de por qué son únicos y difícilmente imitables. Recuperar "Super 8" me ha hecho reconciliarme en directo con esta banda y, sin lugar a dudas, se convirtieron en los reyes de este Vive Latino, que supo rendirse a sus pies y dejar bien claro lo que queremos ver en estos eventos, por encima de poses y postureo. Solo música de primera, solo bandas que se entregan por reducidos que sean sus timings, solo actitud rock sin límites.

Así terminó mi festival particular. Reconozco que tenía mis dudas, pero terminé totalmente convencido de su acierto. Eché de menos tener más tiempo para escuchar nuevas propuestas o dejarme caer más por el escenario de los músicos locales y emergentes, pero lo importante es que Vive Latino ha logrado consolidarse en Zaragoza aún con un cartel más arriesgado y ha asentado su propuesta apostando por la arriesgada calidad por encima de la evidencia.