Joana Serrat: "Big Wave"


Por: J.J. Caballero.

Cada nuevo disco de Joana Serrat es esperado con la impaciencia de quien abre una caja de sorpresas nueva por fuera y consecuentemente inesperada por dentro. La que seguramente sea la artista joven más prometedora del pop alternativo patrio, si es que dicho término es aún válido, retornaba hace dos años a su querida Texas para volver a encerrarse en el estudio The Echo Lab, esta vez junto a los productores Matt Pence y Joey McClellan (autor además de la totalidad de guitarras que suenan en el disco) y redondear unas canciones que le rondaban por la cabeza sin cobrar aún la forma definitiva. Los avales eran muchos y variados: John Grant, Isobel Campbell, Midlake o Sharon Van Etten, nombres extraídos de una lista aún más gruesa, son sólo algunos de los que contaron en alguna ocasión con sus servicios, por lo que nada mediocre podría salir de dicha reunión. La inteligencia a la hora de vincular las temáticas y la decisión de bañarlas en los arreglos justos para cada ocasión son los sólidos argumentos para que todo encaje y casi todo cuaje. No todo el mundo es capaz de enclaustrar un formato de electrónica furiosa en ocasiones, con el aderezo de una cierta distorsión melódica, en un disco de corte principalmente acústico. Y ella lo consigue casi sin esfuerzo, o eso parece. 

La catalana sigue resultando inclasificable por su habilidad para conjugar ruido y seda, como sucede en “Tight to you”, o por seguir la senda folk de sus inicios en “This house”. Puede que haya influido la sugerente aventura discográfica Riders Of The Canyon, en la que se asociaba a otros músicos de su mismo perfil para trazar un mapa casi perfecto de la música americana más reciente, en la creación de texturas brillantes, bien con teclados que afianzan (“The cord”), noise que sacude (“Feathers”) o versos de pura angustia (“Freewheel”). Su casta de songwriter avezada ya en ciertas tesituras líricas la sitúa en la órbita de voces autorizadas como las de Tom Waits, Mark Lanegan o la mismísima PJ Harvey, reflejo último de creadoras al límite de sí mismas. Porque Joana nos habla de finales no por esperados menos dolorosos, de alcanzar la madurez sin saber muy bien qué será de nosotros y de nuestra propia conciencia de finitud, tanto en cualquier relación sea del tipo que sea, como en la de la existencia de los seres queridos que marcaron nuestro paso por el mundo. 

Desarraigo vital y melancolía latente, expresada en la luminosidad de “Are you still here?”, un emocionante recuerdo a su abuela que firmarían encantados los últimos Cocteau Twins, o en el reverso esperanzador de “Sufferer”, en la que se adivina una estructura progresiva y amenazante de guitarras y sonido procesado, en la misma onda que la vena blues de “Broken hearted”. Lejos de entonar esas pequeñas letanías como si de "torch ballads" se tratase, el experimento final de “The ocean”, donde psicodelia y dream pop celebran un matrimonio imposible y muy bien avenido, traza la etiqueta de inclasificable y deliciosamente anárquico a este “Big wave” de factura noble e impoluta. Un disco enorme que debería escuchar Neil Young, sin ir más lejos, para pensar seriamente en qué sería de su legado si cayera en manos de algún "millennial" avanzado.