Apostar y salir a ganar. De eso debería tratar el manual que a cada uno nos entregaran al comenzar nuestra vida. Plantear cada capítulo de la misma como una aventura con principio y final para saltar por la ventana sin mirar atrás y volver a empezar. Pocas veces ocurre, quizás muy pocas, o no, quién sabe, lo que está claro es que de vez en cuando viene bien darse de bruces con personajes “semi anónimos” como Gerardo Cartón que han hecho de su vida una apuesta continua hasta dotarla por cabezonería y convicción del adjetivo triunfante.
Y de eso, entre otras muchas cosas, trata “Así se Baila el Siglo XX” (Muzikalia) una biografía donde el eje canalizador de todo es la música, no en vano quien conozca a Gerardo sabrá que su vida ha girado en torno a la misma, primero como aficionado y buen melómano; más tarde como disc-jockey de lugares tan míticos como “La Vía Láctea” y “Nueva Visión”, dos de los garitos más señeros de la Malasaña auténtica, posteriormente vinieron varios proyectos musicales y distintos cargos dentro de la industria, hasta acabar desembocando en ser una de las cabezas visibles de PIAS, sello y distribuidora internacional que durante su estancia en la misma pudo presumir de una escudería de alta gama en el panorama mundial acostumbrada a facturar solo éxitos recogiendo por el camino los parabienes de la crítica más prestigiosa.
Una obra escrita con agilidad, cuyo eje cronológico viene marcado año a año, repasando los hechos más importantes acontecidos a nivel mundial entrelazados con pasajes de la vida del propio autor que van desde su infancia más tierna hasta su madurez, quien desde una perspectiva totalmente ácrata, nos hace partícipes de su particular “on the road” vital, logrando generar grandes dosis de empatía con un lector que durante muchas páginas sentirá un punto de envidia sana al leer las aventuras y desventuras del bueno de Gerardo paseando palmito en festivales, en fiestas de toda índole con lo más granado del panorama musical y en viajes de lo más molones.
“Así se Baila el siglo XX” es el reflejo de la historia de lo que muchos amantes de la música quisimos ser: “alguien reconocible” dentro de un sueño de la niñez. Escrito con un enfoque desmitificador y un cierto orgullo de chaval de barrio que le sienta como un guante, su principal virtud no solo recae en la multitud de historias que encierra, ni en la jugosa información que nos brinda, sino en su forma de mostrar sin afectación que la libertad es el bien más preciado, que casi todo lo demás tiene fecha de caducidad y puede llegar aburrir y que si David Bowie, “el ser más maravilloso que ha pisado el planeta” cambiaba de piel cada cierto tiempo, era por algo.