Palau Sant Jordi, Barcelona. Viernes, 13 de abril del 2918
Por Àlex Guimerà
El debut de la gira europea de Roger Waters y la primera de las dos citas de Barcelona tuvo lugar en un Palau Sant Jordi con poco más de media entrada aunque, eso sí, albergaba una audiencia fiel y entregada a la causa pinkfloydiana. Ese era precisamente el producto que íbamos a consumir, un revival sonoro de uno de los fundadores y factotums de la mítica formación londinense en unos tiempos en los que la mitomanía del rock parece desvanecerse. Y es que cada vez son menos las leyendas de los sesenta y setenta (por no hablar de los cincuenta) supervivientes, y aunque el formato con el que giran es bastante criticado por muchos puristas del rock - que si son una gramola viviente o especie de banda clon,... - la verdad es que si los músicos y la puesta en escena son de alta calidad, resulta muy disfrutable.
Este es el caso del bajista y megalómano inglés, pues a sus 75 años ha montado esta enésima gira (tras las excelentes revisiones del "The Dark Side of the Moon" y de "The Wall"), llamada Us+ Them, sin escatimar recursos y unas entradas a precios escandalosos. Con una banda de hasta nueve músicos, con miembros notables como la gran esperanza de la psicodelia que es Jonathan Wilson, una sonoridad sublime y unos efectos visuales y especiales de ultimísima generación, el concierto quedó empaquetado a las mil maravillas. El resto lo puso un repertorio previsible para los fans - prácticamente calcado al de la parte australiana de la gira - plagado de éxitos de Pink Floyd y con algunos de sus nuevos temas de su recién estrenado disco en solitario "Is Is The Life We Really Want?" (2017).
Con dos sets y un agradecido intermedio-descanso de veinte minutos, el directo arrancó con la banda a todo trapo interpretando "Breathe" a cuatro voces y "One Of These Days", del infravalorado y genial "Meddle" (1971). Hay que observar que en sus giras Waters nunca tira de material de los sesenta de la época del genial Syd Barrett - para quien escribe los mejores momentos de la banda- sino que se centra en la década posterior.
Aunque la psicodelia apareció con unos relojes fundidos en la pantalla que presentaron "Time" y luego una "The Great Gig In The Sky", que a decir verdad supo a poco con las dos rubias coristas Jess Wolfe y Holly Laessig, pues el tema precisa de una voz solista de alto voltaje y el juego a dos no acabó funcionando. El concierto comenzó a despegar con "Welcome To The Machine", del "Wish You Were Here" (1975), y toda su épica, antes de presentar las nuevas "Deja Vú", "The Last Refugee" y "Picture That", teatralizadas por Roger quien no aparenta su edad por entrega y tono físico. Luego la balada entre baladas "Wish You Were Here" coreada al unísono, preludio del set "The Happiest Days Of Our Lifes" y las dos "Another Brick In The Wall", con unos niños barceloneses que ocuparon toda la primera fila del escenario encapuchados y trajeados de Guantánamo antes de bailar al son de "Hey, Teachers , Leave Them Kids Alone!" a rostro descubierto y un mensaje bien claro: "Resist".
El segundo set arrancó con la sorpresa de las pantallas laterales levantadas encima del público coronadas con unos equipos 3D para dibujar la orwelliana fábrica del "Animals" (1977) mientras en el escenario clavaban "Dogs" y "Pigs" (Three Different Ones)", prolongadas piezas que alternaron imágenes y pintadas de denuncia social junto con una performance de unos actores con caretas de cerdos bebiendo champagne, más el cerdo-zepelin sobrevolando nuestras cabezas. ¡Ah!, y como colofón un mensaje claro y en castellano en pantallas: "Trump eres un gilipollas".
La siguiente parte estuvo centrada en "The Darkside of the Moon" con "Money" y "Us And Them", la primera con imágenes de políticos (Rajoy inclusive) a modo de crítica voraz al sistema, y luego con "Brain Damage" y "Eclipse", entre medio con la nueva "Smell The Roses" que encajó a la perfección. La magia del mítico álbum permaneció intacta merced al inmenso bajo de Waters (especialmente en "Money") y al gran trabajo del dúo Dave Kilminster y Jonathan Wilson quienes bordaron a la perfección el papel de David Gilmour en los solos de guitarra (ambos) y a las voces (Jonathan). Como colofón la aparición de una espectacular pirámide de luces envolviendo una parte del olímpico pabellón.
La recta final con la emotiva "Mother" y "Comfortably Numb" con sus solos mayestáticos que pusieron el punto final del show entre confeti y con la banda saludando con todos los honores. Fue el corte final de un espectáculo revival de una banda irrepetible, y muy posiblemente la última presencia y gira del gran Roger Waters, uno de las grandes figuras de una época que poco a poco se va fundiendo.