Por: Kepa Arbizu
Podríamos empezar directamente enfrascándonos en el eterno, recurrente, y no por ello menos interesante, tema acerca de la originalidad en el mundo del rock; hasta qué punto las influencias que uno recibe se deben filtrar más o menos y en qué medida el mérito debe recaer sobre la singularidad, la ejecución o el tanto por ciento de ambos que se debe de manejar. Dando por buena casi cualquier teoría al respecto, lo que resulta incuestionable es que nuestros oídos están hechos a determinadas asociaciones automáticas en ciertos ámbitos sonoros, y el hard rock, en sus diferentes representaciones, es un género dado a mostrar con cierta facilidad esa situación.
Al acercarse al disco debut de Hard Days es inevitable no relacionarles con nombres míticos de ese contexto, pero sería un grave error marginarles por eso motivo, ya que entre sus surcos se esconde calidad, un excelente manejo del estilo e incluso un talento particularizado.
Conjugando veteranía y juventud - acompañada de rodaje-, los sevillanos debutan con un trabajo homónimo que se planta sin complejos en aquellas construcciones sonoras ampliamente ligadas a los años setenta, principalmente bajo un hard rock de simiente blues y corporeidad psicodélica. Como representante principal de esa madurez está su cantante, Aurelio Domínguez, un nombre curtido en la escena durante años que encuentra aquí un excelente acople alrededor del resto de integrantes que aportan una soltura instrumental a ese particular tono barítono del intérprete. Elementos todos ellos que además encajan a la perfección en composiciones de este cariz.
No resulta por lo tanto casual la portada elegida para ilustrar el álbum. El tono cósmico y de ensoñación que transmite, encontrará su desarrollo y plasmación en la parte musical y también en sus propias letras, en las que se observa esa desafección del individuo, relacionado con el desarrollo de su libertad, respecto a su entorno. Unos atributos que quedan refrendados de manera ostensible precisamente en los dos momentos más significativos del disco: principio y final. El inicio se plantea con “Acid Explosion”, donde los efectos sonoros y el posterior cambio de ritmo que vivirá, recrean precisamente esa sensación galáctica que se funde con una rotundidad instrumental que nos pone en situación, sugiriéndonos nombres como Led Zeppelin, Black Sabbath o Deep Purple. El remate llegará por medio de “I Am Free”, con similares característica pero ubicada en un ambiente entre lo épico y la fábula,
Entre ambos momentos nos vamos a encontrar con todo un decálogo de buen gusto a la hora de trabajar ese sonido rotundo y envolvente en el que tendrá mucho que ver, y que aportar, los teclados de Fran Rosado. Un instrumento que no ejercerá de mero decorador, ya que en no pocas ocasiones se erigirá como auténtico guía, por ejemplo para introducir elementos soul, lo que pondrá en liza un influjo que va desde The Animals a Humble Pie, ya sea en “Hard Blues”, donde aparcan algo su lado más incisivo para lograr mayor sutilidad, o “Soulless People”, mucho más cargada de tensión. Un título como “Hey Jimi” es lo bastante descriptivo como para adivinar que es Jimi Hendrix quien se manifiesta como inspiración, que no fotocopia, mientras que en “Hot Wheels” se muestran más directos subidos a lomos de un rock and roll trepidante y en “Desert Spirit” dejan fluir su aspecto más bluesero.
Hard Days no revolucionan el mundo del rock, pero sí que toman como maestros a aquellos que lo hicieron para ofrecer su visión particular de dicho legado. La buena, diría que excelente, noticia es que lo hacen con una destreza y calidad digna de encomio, su impulso enérgico vestido de sugerente ambientación son ingredientes más que importantes para olvidarse de cualquier reparo apriorístico, como tantas veces es recomendable a hacer, y sumergirse en el apasionante mundo que estos andaluces nos plantean.