Julián Maeso asombró a buena parte del público con su disco debut de hace dos años, Dreams Are Gone. A pesar de ser su estreno en solitario no estábamos ante un recién llegado. Al contrario, ya había formado parte de diferentes grupos, por ejemplo The Sweet Vandals o The Sunday Drivers, o había ejercido como músico para nombres tan ilustres como M-Clan o Quique González. Esto significa que su talento estaba ya del todo contrastado aunque situado fuera del foco principal, el mismo que ahora alumbra y engrandece su figura.
En este contexto nos situamos ahora delante de One Way Ticket to Saturn, el segundo disco bajo su nombre. Un trabajo para el que se ha rodeado de una banda fija formada por Paco Cerezo (bajo), Antonio Pax (batería) y Pere Mallén (guitarra) pero a la que hay que sumarle la colaboración de gente tan relevante como Ken Stringfellow (The Posies) o integrantes de bandas como Freedonia o Vetusta Morla, por ejemplo. En la producción, por su parte, ha vuelto a contar con Javier Ortiz y Sergi Fecé. A todo ello, evidentemente, hay que añadir sus portentosas maneras como instrumentista, especialmente en los teclados, algo que se ha consolidado ya como una de las marcas identificativas de su sonido.
Aunque en este nuevo trabajo podemos hablar de un espíritu continuista en cuanto a las raíces musicales, en líneas generales, a las que acude, también hay uno rupturista en lo relacionado con la actitud que desprenden las canciones. Ya desde el mismo título podemos descubrir un matiz que a la larga se vuelve revelador respecto a ese carácter diferenciador con su predecesor. Y es que si en el primero había una referencia evidente a lo perdido, y por lo tanto un sentimiento más desolado, en éste hay un tono más vivo y activo, planteando una actitud más envalentonada. Definiciones que son aplicables al sentimiento que desprende el álbum pero también hacia el tipo de composiciones, de las que desaparece ese espíritu blues que abundaba.
En lo que ya parece haberse consolidado como estilo propio del músico tiene un papel clave la utilización del rock setentero, el que sobresaldrá, al estilo que lo pueden ejecutar bandas como Little Feat o J. Geils Band, en temas como I Must Have Been Dreaming. Bajo un ritmo más trotón y situándonos mentalmente en largas carreteras aparece Leave It in Time; por su parte Someday Maybe Someday aprieta músculo optando por un hard rock de la escuela The Black Crowes. El deje sureño más sugerente llegará de la mano de We Can’t Keep on Waiting for Good Times to Come.
Otro de los elementos claves en el mundo creativo de Maeso es la música negra, ámbito en el que habrá espacio para sacar su lado más elegante por medio del jazz de Get Ready, Get Strong, pero en el que tendrá un peso específico el soul, ya sea con su forma más emotiva, por ejemplo en la emocionante Through an Early Honeymoon, o por medio de su vena más funk, como deja patente en One Way Ticket to Saturn o a la hora de llevar por esos caminos la mítica canción de Sam Cooke A Change Is Gonna Come. Una decisión en la que de nuevo se puede observar ese intento por cambiar el espíritu respecto al pasado disco, en el que nos podíamos encontrar con un título casi antitético como A Hurricane Is Coming.
No era necesario un disco como este One Way Ticket to Saturn para consolidar las aptitudes como músico de Julián Maeso, algo demostrado con total solvencia a lo largo de los años, pero desde luego sí que sirve para situarlo como un intérprete y compositor sobresaliente. Consigue así dar vida a unas canciones que conectan a la perfección con los sonidos clásicos americanos, en los que se desenvuelve con una soltura ejemplar, ya sea tanto con su impecable manejo de los teclados, aunque no sólo, como con su voz, rotunda y rasgada.
Kepa Arbizu