Alejandro Escovedo es uno de esos cuantos músicos que desde el anonimato (absoluto según en qué círculos) está construyendo una carrera dentro del mundo del rock que sino es en el presente será inevitablemente en el futuro cuando se vea recompensada y merecidamente reconocida.
Con una biografía musical dilatada, ha militado en bandas como The Nuns o The Sensitive Boys antes de establecerse en solitario, su nuevo disco “Big Station” hace el número once publicado bajo su nombre. Se puede tildar al recientemente editado como el último capítulo, hasta ahora, de una trilogía en cuanto que se trata del tercer trabajo consecutivo en el que colabora con Tony Visconti (David Bowie, T. Rex...) en la producción y otro genio en las labores de coautor, otro sin el merecido trato, como es Chuck Prophet.
A pesar de estas similitudes hay algo en este disco que llama la atención con sus dos predecesores, y es la decisión de adoptar un sonido más dinámico y moderno desde la óptica del tipo de arreglos escogidos y una instrumentación más variada y recargada. Todo ello hace que sea un disco fresco y con un colorido muy amplio. Algo que tiene sus evidentes virtudes pero que también supondrá algunas leves pegas.
La vitalidad que desborda el músico, y más en concreto este trabajo, se puede encontrar en temas como “Man of the World”, donde unas contundentes guitarras acompañan a un Escovedo que canta con desparpajo y con un aire punk evidente (desde The Clash a Ramones). “Common Mistake” con su ritmo sincopado y energético, además del acompañamiento de una sección de metales, nos remite a la “new wave”. “Big Station”, en formato más calmado y con prioridad por lo acústico, también opta por la melodía, en este caso con un tono muy juvenil, gracias entre otras cosas a los coros utilizados.
“Never Stood a Chance” y “Too Many Tears” son dos medios tiempos oscuros, territorio en el que el norteamericano también se desenvuelve con mucha soltura, en los que esa ambientación profunda se mezcla con la ya comentada abigarrada producción, dando como resultado, en el primer ejemplo, una muestra de romanticismo melancólico y en el otro tema, más eléctrico e impactante, nos lleva hasta lugares cercanos a las composiciones de Nick Cave. “Can’t Make me Run” podría sumarse a las antes citadas por su esencia pero en este caso la sobreproducción a la que está sometido lastra un tanto su forma definitiva, alfo aplicable en parte también a “Sally is a Cop”, una suerte de pop-rock con aires “negros” que se queda en un territorio de nadie.
La música de raíces, o rock clásico, es un ingrediente esencial en la genealogía del artista y eso queda patente en canciones como “Bottom of the World”, que respira por medio de la influencia de Bob Dylan, o “San Antonio Rain”, con un deje entre nostálgico y épico muy a lo Bruce Springsteen.
“Big Station” cuenta con la característica distintiva, ya comentada, respecto a otros trabajos recientes de una producción que intenta adquirir un papel esencial, una intención nada criticable a priori pero sí que, si es cierto que en ocasiones le suma energía a algunas canciones, en otras, y de una forma algo generalizada, tiende a difuminar algo el estilo y personalidad de Alejandro Escovedo. Cosa que para nada significa que no estemos ante un buen disco, algo que parece irremediable y lógico al refutar a cada nuevo paso el talento del músico texano.
Kepa Arbizu