La Habitación Roja: “Fue Eléctrico”


Por fin tenemos en nuestras manos “Fue Eléctrico”, el octavo disco de los valencianos La Habitación Roja, que llega apenas unos meses después de que nos entregaran “Para Ti. Vol 2”, un Ep que servía de continuación a la primera edición del mismo en el que se atrevían a versionar una serie de clásicos del pop-rock de la música de nuestro país, casi todos ellos pertenecientes a la fructífera década de los ochenta.

La primera sorpresa que nos ha deparado la escucha de este nuevo álbum de la banda de La Eliana, es que supone un alejamiento de las coordenadas acústicas que tanto  protagonismo cobraran en su anterior “Universal”, dando paso a un trabajo en que las guitarras electrificadas, muy en la línea de “Nuevos Tiempos” o “Cuando ya no Quede Nada”, y las atmosferas de clara raigambre ochentera, es sencillo rastrear ecos de bandas como Echo and The Bunnymen, The Cure, My Bloody Valentine o Stone Roses, tienen una preminencia absoluta, siempre al servicio de unas composiciones que brillan con luz propia tanto por la forma en que están ejecutadas, como por la belleza y la sincera emotividad que logran desprender.

Todo ello a pesar de que se trata de un trabajo que en cuanto a temática presenta una querencia por la paleta de tonos oscuros; donde el dolor, la incertidumbre y el temor a perder a la persona amada aparecen una y otra vez; en muchos casos a través de preciosas alegorías que nos hacen adentrarnos, como si de un sueño o quizás de una pesadilla se tratara, en el universo lírico de La Habitación Roja, siendo el claro reflejo de ciertas circunstancias que han asolado al grupo durante los últimos años, sobre todo personificadas en la figura de su vocalista y principal letrista, Jorge Martí.

Algo que es patente desde casi la primera estrofa de “El Resplandor”, canción encargada de abrir la colección, donde entre una confusa nube de instrumentos nos invitan a zambullirnos de lleno en éste maravilloso “Fue Eléctrico”. En unos términos parecidos, quizás un poco más directa que su predecesora, se mueve “Siberia”, una soberbia interpretación donde las ambientaciones llevan el peso de toda la melodía, dando como resultado un clásico instantáneo para su discografía.

El desamor es el hilo conductor de “Ayer”, primer single extraído del disco, con un bajo, magistralmente tocado por Marc Greenwood, que sustenta toda la base de una canción que tiene todos los números para convertirse en un rompe pistas. Para rebajar la intensidad de tres cortes tan directos, nos proponen “Indestructibles”, otro dibujo de una relación que muere poco a poco, y que a la vez sirve de pequeño reflejo de un mundo en crisis, en cierta medida por habernos sentido por encima del bien y del mal, como sugieren en la letra.

De especialmente bella debemos catalogar a “Norge”, repleta de ensoñaciones y sutil fragilidad, y que nos hace recordar poderosamente a otra de las joyas de su factoría que hace ya unos años nos voló la cabeza literalmente; estamos hablando, como no puede ser de otra manera, de “Posidonia”.

A partir de aquí encadenamos la que quizás sea la parte más reseñable de todo el álbum, escondida en primeras escuchas por la efectividad de los cortes iniciales. Esta terna se abre con la batería, casi obsesiva, y la distorsión de “La Razón Universal”, que sin solución de continuidad da paso a la emocionante, sentimental y de título evocador, “Annapurna”, una historia que sirve para hablar de la necesidad de unirse ante los problemas que surgen en una pareja, utilizando como símil la solidaridad de los montañeros y con el trasfondo de la muerte en la mítica montaña del escalador mallorquín Tolo Calafat, como referencia lírica. En “Cielo Protector” nos encontramos ante un precioso tema, perfectamente podría haberlo facturado Nacho Goberna durante su exitosa etapa al frente de La Dama Se Esconde, de inmenso calado y profundidad, capaz de ganar peso en cada nuevo acercamiento, hasta el punto de convertirse en uno de nuestros favoritos de todo el minutaje.

La efervescencia e inmediatez da paso a una relativa calma en “La Segunda Oportunidad”, una reivindicación personal de los errores y aciertos del pasado, retomándose con acierto en “Ahora quiero que te vayas”, corte que anticipa a la encargada de cerrar, y más floja de todas las composiciones, “Malasombra”.

En definitiva nos encontramos ante un trabajo de clara raigambre continuista, entendido desde la vertiente más positiva del término, en el que La Habitación Roja vuelve a dar en el clavo al facturar una decena de temas que son auténticas obras de arte en formato pop en las que la belleza, la intensidad y la exposición de sentimientos dolorosos, dan vida a un álbum que a buen seguro les hará seguir escalando posiciones dentro de las grandes bandas de música que jamás haya dado nuestro país; en una carrera trabajada peldaño a peldaño que les ha convertido en clásicos dentro de nuestra escena. Y claro, como no podía ser menos tratándose de ellos, los clásicos serán siempre modernos, algunos por vigencia y categoría.

Por: Javier González.