Que Andrew Bird tiene una sensibilidad especial para transmitir estados
de ánimo a sus canciones, no es algo nuevo. De hecho, aunque sus cinco discos
anteriores parecen confirmar tal afirmación, “Break it yourself” lo ratifica como ningún otro de sus predecesores.
Estamos ante un álbum de
composición melódica y temática coherente, que a lo largo de sus catorce cortes
nos lleva a viajar por la América profunda (con un original estilo folk apoyado
en su violín y su peculiar voz), así como permite trasladarnos al viejo continente y las Islas Británicas (“Orpheo looks back”, “Danse Carribe”), convirtiendo al mar y
al abandono sentimental en los hilos conductores de su album.
Quizás, el tema que mejor sintetice este “hundimiento personal” y anímico es “Lusitania”, que emplea como metáfora el hundimiento del transatlántico británico RMS Lusitania a causa de los torpedos de un submarino alemán en 1915, y que se convirtió en uno de los motivos clave que llevaron a EEUU a entrar en la Primera Guerra Mundial, debido al gran porcentaje de pasajeros norteamericanos. Sin embargo, no por ello, estamos ante un disco cargado de melancolía, sino que hay ecos de esperanza y alegría, como plasma el acercamiento a percusiones rítmicas y ecos de pop elegante (“Eyesoneye”).
Quizás, el tema que mejor sintetice este “hundimiento personal” y anímico es “Lusitania”, que emplea como metáfora el hundimiento del transatlántico británico RMS Lusitania a causa de los torpedos de un submarino alemán en 1915, y que se convirtió en uno de los motivos clave que llevaron a EEUU a entrar en la Primera Guerra Mundial, debido al gran porcentaje de pasajeros norteamericanos. Sin embargo, no por ello, estamos ante un disco cargado de melancolía, sino que hay ecos de esperanza y alegría, como plasma el acercamiento a percusiones rítmicas y ecos de pop elegante (“Eyesoneye”).
Así mismo encontramos a un Andrew Bird personal e íntimo (la propia portada está sacada de un álbum familiar de inicios de siglo), que a través de violines, guitarras limpias y suaves y percusiones metálicas levemente golpeadas, arrebatan tu mente y te trasladan al lugar donde fue grabado el album, una pequeña granja de Illinois, cuya atmosfera ha quedado perfectamente captada (el propio artista afirma que en un buen equipo se pueden escuchar sonidos ambientales que se colaban en este peculiar “estudio de grabación”).
Encontramos por tanto, al Andrew Bird
que ya conocemos y que conmueve en cada nueva composición, empleando los
intrumentos a los que ya nos tiene acostumbrados (“Desperation
breeds”, “Give it away”). Pero sin embargo, también hay espacio para la experimentación
y la introducción de coros femeninos (“Near
death experience experience”), efectos digitales (“Hole in the ocean floor”), flautas
(“Danse Carribe”) y unos juegos de silencios y omisiones tratados como verdaderos
protagonistas (“Sifters”).
Todo ello será a su vez combinado con temas minimalistas, que unas
veces se apoyarán en guitarras, coros y batería (“Fatal Shore”) y otras veces lo harán en percusiones metálicas, sonidos
cristalinos y leves capas de sintetizador y cuerda (“Polynation”, “Belles”, “Things behind the barn”), configurando así
un álbum creado con el alma, que acaba expandiendo un universo personal, del que sólo Andrew Bird conoce sus límites.
Por: Rubén López